Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 7 de septiembre de 2014 Num: 1018

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los alegres y sonrientes
Manuel Martínez Morales

José Juan Tablada: las palabras del cómplice
Teresa del Conde

Juventino anda
Sobre las olas

Leandro Arellano

La caída del Muro
de Berlín: el fin
de la dualidad

Xabier F. Coronado

Berlín 25 años después: sinfonía de una metrópoli
Esther Andradi

¿Hablar o no
hablar inglés?

Edith Villanueva Siles

Columnas:
Perfiles
Gustavo Ogarrio
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
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La Jornada Semanal

 

Naief Yehya
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La propaganda de los muertos reales
y los “telegénicos” en Gaza (II Y ÚLTIMA)

Vieja y nueva propaganda

Debemos a la Iglesia católica la invención de la propaganda, ya que desde el siglo XVI creó instituciones para propagar la fe y contrarrestar la reforma protestante. La fase moderna de la propaganda comienza con Edward Bernays (1891-1995), el célebre “padre de las relaciones públicas” y sobrino de Sigmund Freud, que retomó el trabajo que realizó su tío para entender y liberar al hombre de sus temores y complejos, y lo aplicó a la manipulación y explotación de las debilidades y prejuicios del público para arrebatarle la capacidad de decidir por sí mismo. En mi libro Guerra y propaganda escribí lo que me parece la esencia de esta práctica: “El propagandista debe asegurarse de que toda situación controvertida o ambigua sea presentada en términos morales y así sustituir el razonamiento por las pasiones.”

Como cualquier otra nación

El eslogan original de los portavoces del régimen de Netanyahu y sus defensores es: “Ningún país toleraría ser bombardeado, Israel tiene derecho de defenderse, como cualquier otra nación.” Lo que se omite es que los palestinos que lanzan cohetes no tienen forma de defenderse del control, la humillación, el racionamiento y la violencia de la ocupación israelí. Hamas es una organización fundamentalista, miope social y políticamente, corrupta hasta la cutícula, y su triunfo electoral no es el resultado de una decisión racional y equilibrada, sino de la desesperación y la ilusión de contar con un defensor que promete ofrecer resistencia al ocupador (aunque dicha resistencia tenga casi nulas posibilidades de éxito), y que les permita soñar con tener una vida de seres humanos, como cualquier otra nación.


Atardecer en Gaza

El cuento del odio

De un tiempo acá, al hablar del conflicto Israel-Palestina en las redes sociales siempre se menciona el odio, como si se tratara de una fuerza sobrenatural, de un ébola del espíritu que hubiera caído del cielo. Si algo intenta la propaganda es deshumanizar al enemigo, convertirlo en un monstruo desalmado, irredimible e infecto. Por eso se enseña a los soldados a odiar, y cualquiera que tenga la ilusión de que el israelí o cualquier otro ejército es una excepción moral, simplemente es ignorante o se engaña. Los ejércitos son máquinas de matar, aplastar y someter por la fuerza bruta; el único control que tienen es la imposición de incómodas reglas de combate o restricciones éticas. No todos los soldados son asesinos o psicópatas antisociales, de hecho un gran numero de ellos logra la formidable proeza de conservar su humanidad a pesar de los lavados de cerebro patrioteros, del salvaje mito de la guerra como fuerza de purificación y de la patológica imposición de directivas que ponen objetivos militares por encima del valor de la vida humana. La ambición de los ejércitos es moldear el espíritu del combatiente para volverlo un engrane. Cuando las democracias modernas se embarcan en guerras, requieren del consentimiento del pueblo y del adoctrinamiento en el odio de las masas despolitizadas. Por el contrario, si una población es objeto de una ocupación extranjera brutal, en realidad la tarea de inyectar odio al invasor es redundante. No obstante, uno de los argumentos más repetidos por algunos de los defensores de Israel es que los palestinos han sido enajenados por doctrinas de odio. Esa visión trata de ocultar las legítimas reivindicaciones de un pueblo despojado de su tierra. Al justificar todo con el odio, evitamos hablar de desplazamientos de poblaciones, masacres, encarcelamientos injustificados, limpieza étnica e ingeniería social. La propaganda sionista concluye que el pueblo al que han reducido al exilio, a campos de refugiados y a los “territorios” durante más de medio siglo, es culpable de su destino debido a su mal genio.

Paz

La más reciente operación militar israelí en contra de Gaza cobró más de 2 mil vidas palestinas y sesenta y siete israelíes. El nivel de destrucción es apocalíptico. Difícilmente uno puede imaginar qué clase de vida tendrán los gazatíes, incapaces de reconstruir su ciudad, sin dinero, sin empleos, sin recursos básicos y aislados del mundo por la potencia ocupadora. No es la primera vez que vemos “barrios enteros reducidos a arena”, como declaró orgulloso un soldado israelí; hospitales y escuelas en ruinas, plantas de luz y de tratamiento de agua en escombros. Como dice Jean-Paul Godard en su nuevo filme, Adiós al lenguaje:  “Después de la guerra solamente los muertos conocerán la paz.” Esta destrucción no sembrará esperanzas para ninguno de los contendientes, sino sólo el germen de la próxima confrontación, donde otros protagonistas emplearán medios más letales para hacerse daño.