Opinión
Ver día anteriorLunes 8 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nosotros ya no somos los mismos

El aquelarre blanquiazul en Villa Balboa

¿Cuál es el horario a que están sujetos las creencias, las convicciones, los principios?

¿Checan tarjeta?

R

econozco que la forma de truncar la crónica de lo ocurrido en la reunión de trabajo que celebraron los señores diputados panistas en la mansión llamada Villa Balboa fue, lo menos, brusca e intempestiva. En ese entonces dije que, con excepción de las cónyuges de los actores de este performance, todo mundo conocía ya los videos en que los jerarcos blanquiazules (¿Caballeros de Colón, legionarios de Cristo, hermanos lasallistas, miembros del Opus Dei o, más preciso: del opus night?), exhibieron sus destrezas en el arte de Tepsícore (musa de la danza), y también sus innegables habilidades manuales (ver video). Ahora agrego que, si alguien quisiera profundizar en la CS (o escena del crimen), al llegar al kilómetro 38 de la carretera a Barra de Navidad no tendría sino afinar el sentido del olfato para que, el inconfundible aroma a sativa o índica, especies muy apreciadas del género cannabis, planta putativa (ya se venía venir), los guiara al corazón de la orgía blanquiazul. (Breviario: orgía: fiesta desenfrenada en la que se busca experimentar todo tipo de placeres sensuales, especialmente los relativos a la comida, bebida y sexo.) Un sinónimo es bacanal, fiesta en honor del dios Baco. A las hostess de ese entonces se le conocía como bacantes o sea, las abuelitas de las ahora Montanas de Puerto Vallarta.

No quisiera ocupar espacio en una crónica de color sobre el tan mencionado convivio. No me siento capaz de superar lo que las imágenes dadas a conocer en el documento fílmico de Reporte Índigo, transmiten. Si lo inscriben en el próximo certamen de cine porno, estará sin discusión entre los finalistas. Las miradas vidriosas no logran atenuar la furia de una libido tanto tiempo reprimida por el terror culpígeno al sexo maldito, que les fue inculcada desde pequeños (niños no se toquen allí porque se quedan ciegos y les salen pelos entre los dedos); las manos untuosas, ávidas de febriles tocamientos, los jadeos, los sudores, los movimientos que pretenden responder a un ritmo, pero que el alcohol ha convertido en la triste expresión de un desguance mental y físico. Las voces pastosas, los gritos destemplados, las risotadas sin razón ni sentido y, por supuesto, la ordinariez que les brota con los sudores que agitados transpiran, el humor grosero, zafio, el gracejo que, ellos suponen, entre más vulgar más ingenioso. (¿Cuánto dura el amor? Lo que dura dura.) Y, sobre todo, el trato degradante, a las bacantes, hostess, suripantas, daifas, pero mujeres que, más allá del oficio que por gusto o necesidad ejercen, son seres merecedores de consideración y buen trato y, en este caso concreto, además, de mucha gratitud, porque los legisladores no son precisamente unos antojables metrosexuales y, sin embargo, las señoras, bien profesionales, hicieron de tripas corazón y les brindaron los placeres de los que tanto tiempo han estado distanciados (las agotadoras tareas para crear leyes justas, la única causa, por supuesto). Pero sobre todo les brindaron la emocionante, aunque efímera ilusión de la juventud recobrada, de la enhiesta virilidad de unas horas. La píldora azul (¿también el Viagra será de su partido?), por la que algunos de los asistentes clamaban, desmiente la opinión de ese asesino serial llamado Henry Kissinger: el más grande afrodisiaco es el poder.

Quiero aclarar: lejos estoy de ser moralista, mojigato o pitcher lanzador de primeras piedras. Ni rasgo mi vestimenta (vestidura me suena a vehículo automotriz) ni me da el soponcio, ni menos me escandalizo por todo lo acontecido en el fiestorrononón al que ni usted ni yo fuimos requeridos. Quienes deben preocuparse por el escándalo son ellos, los fariseos con fuero y presupuesto o, ¿qué no recuerdan que don Jesús dijo: Al que peque con escándalo más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y lo hundan en lo profundo del mar? Ay, nanita, aunque faltara a la plenaria, con todo y la resaca ese día yo estaría haciendo cola en el confesionario. Lo que me traba es la actitud taimada y mansurrona que en automático adoptan los involucrados: caperucitas engañadas, pero previsoras: ¿qué no ofrecieron hartos preservativos a la de hora de la hora? Sí, esos globitos que consideran que no se deben poner a la mano de los adolescentes pecaminosos. Pues resulta que ésta, como dijo la columneta pasada, es la única fiesta con distinguidos invitados, ninguno de los cuales sabía quién era el anfitrión ni la razón por la que había sido requerido. Una cena amistosa, explicaba el más enterado. El honorable coordinador de los panistas, Villarreal, afirmó: Asistí a un evento privado. Sí, privado de decencia. Luego aseguró: No se pagó con recursos públicos. Pues de ser esto cierto, y dado que no hubo exigencia de cover, ni siquiera cuota de recuperación, las posibilidades de identificar al generoso benefactor, serían la charada más simplona para el señor subprocurador de investigaciones especializadas en delincuencia organizada. ¿Serían las paganas, Montana y sus huestes, que no querían desperdiciar la oportunidad soñada de departir con estos ilustres estadistas? Claro que hay la remota posibilidad de que el anónimo patrocinador fuera el señor Edelmiro Sánchez, compañero de partido, activo animador de la divertida kermés, y presentado en sociedad por las autoridades, como implicado en el asesinato del diputado panista Hernán Belden y acusado de traficar 87 kilos de mariguana en 2004. Afortunadamente su abogado defensor demostró que el responsable del delito había sido… por esta vez no el mayordomo sino el chofer. El señor Sánchez estaba en la fiesta y, por lo que se ve en plan ejecutivo. Pregunta: ¿su presencia era para agradecer o para cultivar?). Pregunta ¿las facturas del Villa Balboa, notas de remisión, recibos de honorarios de Montana, SA de CV y demás proveedores, a nombre de quién fueron documentados? Ante el sospechosismo de un muy peligroso financiamiento externo, yo preferiría que el convivio hubiera constituido un ligero exceso en la aplicación de los dineros que la Cámara otorga a la fracción panista, y conste que éstos salen del erario y que quienes al erario los metemos somos precisamente nosotros, la mayoría no invitada.

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El diputado panista Luis Alberto Villarreal durante la sesión ordinaria en el Palacio Legislativo de San Lázaro, el martes pasadoFoto Jesús Villaseca

Últimos puntos para exacerbar nuestra indignación. Don Luis Alberto Villarreal, presa de una ira divina cual Júpiter tronante más que tonante, después de una docena de Alka-Seltzers y cinco litros de una bebida energizante de jengibre y cúrcuma, enfrentó a los medios y, con un cinismo que rebasa todo límite racional, les espetó: Lamento el uso en política de grabaciones ilegales que tienen por objeto dañar a las personas y su vida privada. En su momento exigiré a las autoridades la investigación del origen de las propias grabaciones y ejerceré las acciones penales correspondientes. (¿Y la gramática de la secundaria, apá?) ¿Se dan cuenta de la mentalidad cínica, errática, amoral del señor diputado? ¿Todo lo ocurrido en el aquelarre blanquiazul: desmanes, excesos, atropellos, faltas a la moral y a la elemental morigeración. Los desacatos y violaciones (a las leyes, me refiero), los posibles delitos y, sobre todo los pecados (¿veniales, mortales, capitales?), no tienen, como diría don Arturo, la menor importancia? Lo único verdaderamente execrable, punible, para el pío legislador, es la exhibición de una película por la que no se les pagaron honorarios, derechos, regalías. El argumento, la actuación, la producción pertenecen a la intimidad intocable, al ejercicio legítimo del libre albedrío, al derecho a la sana ocupación del tiempo libre. Además, todo fue realizado fuera de las horas del trabajo legislativo. Perdón: ¿y cuál es el horario a que están sujetos las creencias, las convicciones, los principios? ¿Checan tarjeta?

Atrevido diagnóstico: el señor Villarreal sufre alteraciones del razonamiento, del comportamiento y de la facultad de reconocer la realidad. O no. Me equivoco y simplemente desde la altura de su curul y su fuero, no sólo todo le vale madre, sino que está convencido que nuestra estupidez e insignificancia en nada empañan su prístina imagen y su guanajuatense futuro.

Por supuesto que no termino: resulta que al diputado Zapata Perogordo le da por contradecir a uno de mis tótems: Dashiell Hammet y, lo increíble, con razón. Dashiell expresa que los hombres no les pagan a las prostitutas por tener sexo, sino porque después de tenerlo, ellas se van. En cambio el diputado afirma lo contrario: yo sólo estuve un ratito y me fui. ¿A quién creer?

¿Y el homenaje solidario de los diputados panistas a su líder? Contesta Sabina: Si no fuera por los pocos que, haciéndose los locos, apuntalan tu dignidad. Continuará.

Twitter: @ortiztejeda