Opinión
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Conspiraciones, patrañas y calumnias
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ace 15 días mostrábamos que una de las características centrales de la paranoia como enfermedad social es una concepción del mundo basada en conspiraciones, sustentada en una explicación delirante –aunque lógica– que no necesita pruebas, pues se basa en certezas. Al hacer suyo el pensamiento paranoico, el individuo descarga en otros las culpas pasadas y presentes, individuales y colectivas. Cuando este pensamiento se da por contagio, el individuo entrega su capacidad de análisis y de decisión al líder, el maestro o el iluminado; aquel que le revela la conspiración, le explica el funcionamiento del mundo y le permite depositar en algo externo sus miedos y resentimientos (seguimos glosando a Luigi Zoja, Paranoia: la locura que hace la historia, FCE, 2013).

Es inaudita la cantidad de gru­púsculos que en México se explican el mundo a través de estas conspiraciones: desde reptilianos e ilumniatis hasta templarios o judíos, masones o comunistas que a través de redes mundiales y acceso a secretos y fuerzas oscuras o mágicas gobiernan el mundo. Ningún historiador serio da dos pesos por estas conspiraciones, que toda investigación científica de la realidad (física o histórica) desmonta. Usted, amigo lector, puede comprobarlo: entre al catálogo en línea de cualquier centro de investigación en ciencias sociales, y busque los términos anteriores. Notará de inmediato lo refractarios que son a estos temas los científicos sociales, como son los astrofísicos científicos a debatir con los inventores de razas extraterrestres que nos vigilan o controlan. El silencio, por supuesto, responde, si usted cree en alguna de esas zarandajas, a la complicidad de científicos y académicos con la conspiración, los reptilianos, los azke-Nazis jázaros mongoles o los descendientes del imaginario Sem, hijo del imaginario Noé.

¿Esto significa que no existen complots ni conspiraciones, intereses combinados, acciones secretas, servicios de espionaje? Sí que existen, pero esa es otra historia. Entre tanto, demos un ejemplo de esta epidemia: en 2010 apareció Secreto 1910, del publicista Leopoldo Mendívil, un libro cuya portada y cintillos eran los mejor pensados para atraer a los incautos y los paranoicos y repeler a los historiadores: El gobierno lo sabe, los historiadores lo saben, la mayoría de la gente no lo sabe: la Re­volución Mexicana no fue planeada en México. Una hojeada de tres minutos me bastó para desecharlo (dejo una pregunta: ¿los historiadores lo saben?, ¡nombres!, ¡nombres!).

Respondí al libro como los demás estudiosos del tema: con el silencio. El mismo silencio habría seguido a su tercera parte de no ser porque lo presentarían el jefe delegacional en Miguel Hidalgo, un afamado senador de raigambre conservadora; un ícono de la izquierda mexicana y un estridente periodista.

Decidí entonces revisar con cierto cuidado el primero de los libros. No me sorprendió la reiteración de paparruchas como señor oscuro, gran patriarca, templarios, gobierno mundial, en una novelita muy mal escrita, llena de diálogos elementales con un tonillo didáctico propio de segundo de primaria y una inaudita cantidad de errores de comprensión histórica. Entre un centenar de patrañas hay una muy gorda, que se repite: el autor asegura que Orozco, Zapata y Villa fueron armados y entrenados por Estados Unidos para derribar a Díaz. En esa sola frase hay una enorme incomprensión y una profunda ignorancia sobre nuestra historia y sobre la trayectoria de esos personajes. En el más reciente libro hay otras 50 mentiras de ese tamaño. Eso rebasa la patraña para convertirse en calumnia. La paranoia necesita la calumnia para funcionar.

¿Por qué me ocupo de novelitas? Porque la propaganda que las rodea, su autor y uno de sus presentadores, aseguran que en sus páginas está la verdad, que en ellas se refleja la realidad de nuestro presente, que hay una gran investigación detrás. Porque, como señalamos hace unos meses, cuando corrientes de izquierda nacionalista –o xenófoba– hacen suyo el pensamiento paranoico, alimentan el fascismo y da vida al totalitarismo.

Hablando de calumnias, permítaseme un brevísimo comentario personal. Mis cuentas de correo y de redes sociales fueron penetradas. Información de ellas extraída –y falseada– fue usada para intentar perjudicarme. Al mismo tiempo, un político que se pretende de extrema izquierda decidió que mis críticas a sus posiciones eran inaceptables y respondió con el insulto y la calumnia. Adiviné que vendría de su parte y de algunos de sus seguidores una reiteración de las fantasiosas calumnias que me ha inventado un periodista. Decidí suspender mis cuentas y no responder a ellos. El enemigo es otro: un gobierno que miente al país y que entrega sus recursos a multinacionales depredadoras.

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Twitter: @salme_villista