Opinión
Ver día anteriorJueves 11 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Derivaciones de una elección interna
E

n las elecciones internas del PRD hubo ciertas irregularidades pero quizá no suficientes para ser impugnadas. Por lo visto todavía hay personas que, desde cargos de poder institucional o en el partido, no han asumido que la democracia –por la que desde el nombre insta el partido– no debe subordinarse a las consignas y a las orientaciones dictadas desde lo alto de la jerarquía. Para algunos estas orientaciones y sus correspondientes obediencias se llamarían disciplina, para otros militancia sin convicciones.

Sea como sea, el hecho es que Nueva Izquierda y sus aliados ganaron la elección interna y Carlos Navarrete, el candidato de los chuchos desde hace tiempo, será el próximo dirigente del sol azteca (si nada importante cambia). Cuauhtemoc Cárdenas y sus ambigüedades ha sido descartado sin pena ni gloria. Marcelo Ebrard, quien quiso hacer política desde un trapecio sin red, se ha convertido en una pálida metáfora del Lot de la leyenda bíblica, carente de apoyos. A los bejaranistas no les fue mejor, también perdieron, incluso en zonas capitalinas donde tradicionalmente habían tenido influencia.

A diferencia de otras elecciones internas, que se distinguieron por marrullerías impropias de un partido político que se dice de izquierda, en esta ocasión sus dirigentes apelaron al Instituto Nacional Electoral para garantizarse una buena dosis de legitimidad. El aparato burocrático del PRD funcionó esta vez y, pese a las impugnaciones que sin duda habrá, la nueva dirección podrá decir que ganó por la buena. La duda que queda es si todos aquellos que recibieron orientaciones quedaron conformes con los resultados. Sin embargo, lo más importante sería saber si quienes en el pasado apoyaron al PRD hegemonizado por Nueva Izquierda pero con López Obrador como líder y candidato seguirán apoyando al partido. El año entrante, en las elecciones intermedias, se verá de qué colores se vestirá la representación legislativa y si Morena tiene más credibilidad de la que le dan sus viejos compañeros ahora detractores.

Entre las opiniones especializadas prevalecen las que auguran un papel decreciente para el partido amarillo, entre otras razones porque se sabe que el PRI, así como lo hizo el PRD en las internas del domingo, usará todo el aparato burocrático, dentro y fuera del gobierno, para llevar a sus candidatos al triunfo electoral. Si a recursos vamos, el tricolor tiene más, de sobra y hasta para prestar si fuera el caso.

Me parece que las tribus aliadas que ganaron la elección interna cerrarán filas para bloquear la puerta a las perdidosas. Si esto ocurre así, veremos un PRD menos plural y más consolidado en torno a la corriente de los chuchos. ¿Será esto bueno para el partido o desanimará a quienes han militado en otras corrientes? Si el partido cuenta con 80 mil colaboradores con sueldo (directos o indirectos), como calculó Luis Hernández Navarro el martes en estas páginas, la nueva dirección –ahora sin tantos oponentes– hará nuevos repartos y dejará a algunos fuera que, por sus débiles convicciones, quedarán a merced de las mejores ofertas que les hagan (si se las hacen). Y si además el partido no cosecha suficientes triunfos en 2015, varios de los entusiastas perredistas quedarán también fuera, colgados de un trapecio sin red, como el que se puso Ebrard por sus ambiciones sin sustento.

El horizonte político, para las izquierdas que tenemos se ve difuso, por lo menos de ahora al 2015. Para unas porque vencieron sin convencer a quienes no serán favorecidos por la nueva dirección; para otras (más pequeñas), porque han debido su existencia a alianzas que ahora serán más difíciles, y para otra más porque estará estrenando electoralmente su partido y los inicios siempre son tan complejos como inciertos.

Habrá acomodos, sumas y restas, y tal vez hasta divisiones. Entre tanto, y pese a Peña Nieto y sus desaciertos, el PRI intentará sacar ventaja de un PAN desvencijado y de unas izquierdas divididas y probablemente irreconciliables.

Diré que no hay culpables ni inocentes sino simple y llanamente política. Así es la política y no será diferente mientras no cambien las mentalidades de quienes la hacen y se benefician de ella. Que nos quede de consuelo saber, por si lo necesitáramos, que en Estados Unidos, que se presume un país liberal, la política es peor que en México, más sucia, más tortuosa y, añadiría, menos democrática que entre nosotros, incluso en las internas de sus partidos.

rodriguezaraujo.unam.mx