“jamás les daremos el gusto de poner
su cochino aeropuerto en nuestras tierras”

La nueva batalla de Atenco

Gloria Muñoz Ramírez / Carolina Bedoya Monsalve 

En realidad los gobiernos federales anteriores nunca quitaron el dedo del renglón. Durante estos 13 años avanzaron en la infraestructura paralela al aeropuerto. Fueron engañando a la gente casa por casa para que vendieran sus tierras. La Conagua hizo el trabajo sucio.

México, DF.

El helicóptero presidencial sobrevuela la movilización de los ejidatarios de Atenco que se oponen a la construcción del multimillonario proyecto aeroportuario. No es impensable que el propio presidente Enrique Peña Nieto monitoree a los que siempre consideró sus enemigos, los mismos a los que ordenó reprimir en mayo del 2006. La marcha camina del Ángel de la Independencia al Tribunal Superior Agrario (TSA), al cual exigen que atraiga el amparo que interpusieron contra el cambio de régimen ejidal a dominio pleno. Es decir, que les devuelvan las tierras que no son enajenables.

Los rostros curtidos de los atequenses son conocidos. Ahí están Ignacio del Valle y Trinidad Ramírez, símbolos de la resistencia de hace 13 años. Están también representantes de ocho comunidades de San Salvador Atenco. Hombres y mujeres vuelven a golpear sus machetes en el suelo. Paliacate rojo al cuello, ahora cargan también mazorcas. Unos deciden sembrarlas en las jardineras del TSA, mientras esperan a la comisión. Es la primera vez que salen a la calle luego del triunfalista anuncio presidencial del nuevo aeropuerto que, además, siempre no será una ampliación, sino que en el 2020 suplirá al actual.

Mientras el gobierno federal inunda todos los espacios de comunicación nacionales y echa a andar una campaña internacional difundiendo las “bondades” de una obra planeada hace más de 15 años, los ejidatarios agrupados en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) insisten en que “todo es un engaño”, ya que “es mentira que las tierras ejidales no serán ocupadas, como aseguran las autoridades, pues además de su aeropuerto pretenden instalar el equipamiento y proyecto de una ciudad futura”, expresa Ignacio del Valle, el dirigente encarcelado durante cuatro años (de 2006 a 2010) como venganza por la lucha que encabezó en 2001, luego de que el gobierno de Vicente Fox publicó los decretos de expropiación de más de 5 mil hectáreas de la región de Texcoco para la construcción del aeropuerto alterno de la ciudad de México. La victoria vino un año después con la derogación de ese decreto. Y hoy nuevamente el proyecto se echa a andar.

“Tierra sí, aviones no”, es el grito que retoma las calles. Ignacio del Valle explica que “el decreto expropiatorio se echó abajo en 2002 gracias a una resistencia de más de nueve meses, donde le mostramos al mundo que estas tierras son heredadas y no se tocan. Hoy se reactiva ese proyecto que para nosotros representa la muerte”.

En realidad los gobiernos federales anteriores nunca quitaron el dedo del renglón. Durante estos 13 años avanzaron en la infraestructura paralela al aeropuerto. Fueron engañando a la gente casa por casa para que vendieran sus tierras. La Comisión Nacional de Agua (Conagua) hizo el trabajo sucio, denunció Trinidad Ramírez en su momento.


Aua (1870-?), chamán iglulik. Conoció al explorador Knud Rasmussen en 1922, quien admiró la claridad y el poder de su pensamiento.

La estrategia gubernamental tuvo el pasado primero de junio un evento importante para sus intereses, cuando en una asamblea calificada como ilegal por el Frente de Pueblos se impuso el cambio de régimen de tierra y con esto se abrió la puerta de la privatización. Esta es la razón por la que la batalla en este momento es por declarar ilegal esa asamblea ante los tribunales.

Concentrados en la ciudad de México, Lizbet y Carmen, integrantes del FPDT aseguran a Ojarasca que “el aeropuerto significa la destrucción de nuestra identidad y vida como pueblo originario, la destrucción del futuro”. Esta obra, insisten, “destruirá toda una historia cultural y las formas de vida comunitaria, convirtiendo a San Salvador Atenco en el ‘patio trasero’ del aeropuerto”.

Fue el pasado 3 de septiembre cuando Enrique Peña Nieto hizo oficial lo que en Atenco sabían desde hace mucho: una megaobra transexenal que abarcará 4 mil 600 hectáreas de las 12 mil 500 hectáreas de reserva en los terrenos federales contiguos a las actuales terminales 1 y 2.

“Nuestra inconformidad es la misma del 2001, es la misma incertidumbre pero con algunos matices, pues ellos con sus engaños han querido romper el tejido social en las comunidades”, manifiesta Ignacio del Valle y agrega que no tienen un cálculo preciso del número de hectáreas de tierras que serán realmente afectadas, porque colindan con otras comunidades, pero que al menos unas 80 mil personas se verán afectadas de manera directa tan sólo en Atenco; y toda una región sufrirá las consecuencias en estas tierras fértiles del altiplano.

La movilización es acompañada por organizaciones y personas solidarias, quienes regresan un poco de la incondicionalidad mostrada por el Frente de Pueblos con las luchas del país. Félix Rojas, campesino de Jalisco, señala que “Atenco es un símbolo de lo que está sucediendo en todo el país: el despojo de la tierra y de la vida comunitaria. Yo pienso que todos los mexicanos debemos sentir a Atenco como nuestro, porque este tipo de obras no significan el progreso para los campesinos. Los problemas que vive hoy  Atenco son los que suceden y van a suceder en todo el país y no podemos ser indiferentes ante esto”.

En 2001, cuando el entonces presidente Vicente Fox anunció el decreto de expropiación, Ernesto Cruz era tan sólo un niño. Hoy, él y muchos otros jóvenes, algunos sin saber trabajar la tierra, sienten un apego hacia ella y la obligación de continuar defendiéndola. “El gobierno dice que esas tierras ya no sirven para nada, pero para nosotros vivir en el campo significa mucho. Aquí la tierra es tan bonita que ella sola nos proporciona comida, desde quelites hasta alfalfa; nosotros sabemos que esta tierra nunca nos va a dejar morir de hambre, como sí ocurre en las ciudades”, dice el joven, machete en mano.

El gobierno, dice, “está confundiendo a la gente. Primero dijo que no sabía nada de la compra de tierras y ahora dice lo contrario, que sí se compraron tierras ejidales y que fueron alrededor de 550 hectáreas, pero que eran terrenos improductivos. Parte de esas tierras que se están robando pertenecen a la laguna de Xalapango, que es el último reducto natural de lo que fue el lago de Texcoco. A este lugar llegan los patos que vienen de Canadá, se da el alga espirulina de forma natural y también existen aproximadamente 144 especies, algunas endémicas”.

“Ellos están confiando en que ya ganaron, pero también sabemos que le temen a los pueblos que se organizan y de esa manera vamos a ganar esta lucha. Jamás les daremos el gusto de poner su cochino aeropuerto en nuestras tierras”, sentencia por su parte María de Lourdes, campesina de San Miguel de Tocuila.