Los pueblos no han dicho
su última palabra

La agenda de agravios en curso y bien presente contra los pueblos, municipios, comunidades y tribus indígenas del país es tan apretada y agobiante que robaría el aliento intentar enumerarla. La mancuerna PRI-PAN les ha funcionado de pelos a los bribones barones globales; seguramente los políticos están siendo bien recompensados: pavimentaron el atraco a plena luz y hoy se aplauden a sí mismos impunemente.

Sufren despojo desde los cucapá en las márgenes del Colorado y los yoreme del valle del Yaqui hasta los mayas del confín peninsular y los mam de la frontera sur y más allá. Es simultánea y generalizada la ofensiva en centenares de focos ardientes del territorio indígena nacional, bajo cualquier pretexto. De mar a mar también se engarzan dolorosos rosarios de agravios, desde la costa de los nahuas en Michoacán o la de zapotecas e ikoot en Tehuantepec, al Caribe y el Golfo de los pueblos mayas.

Pero qué tal el centro de lo céntrico: San Salvador Atenco y alrededores reciben la ¿final? puñalada trapera/descarada del gobierno PeñanietInc, el Estado depredador, que es también el de la contrainsurgencia obsesiva contra los pueblos autónomos zapatistas; el de la permanente y reiterada traición a los acuerdos con éstos o con los wirraritari de Jalisco, los coras de Nayarit o los seri de Sonora. Miles de pueblos nahuas, ñahñú, nu saavi, mazahuas, tenek, purépechas y totonacas viven bombardeados de mala educación, mala comida industrial, migajas presupuestales llamadas hoy, faltaba más, Prospera: sí, tú, indito, ponte las pilas, ¡prospera!, deja tus tierras en manos de profesionales y dedícate a lo que debieras: ponerte la manopla y cachar dinerito para tu pan Bimbo y tus credititos con Elektra. O sácate a migrar, también así se prospera. 

¿Cuántos montos equivalentes a un año del tal programa o de sus antepasados gemelos, los gana una minera/petrolera/constructora/destructora de las varias que ya nos hincan el diente, en digamos, un día? Además, los indígenas son millones y los gerentes unos cuatro. Ni la burla perdonan.

Encarcelan a odio y hierro a los luchadores guerrerenses Néstora Salgado y Antonio Suástegui, dinamitan con carretadas de billetes, cheques y mentiras a los pronto ex ejidatarios de Atenco, a las comunidades que gestaron policías comunitarias y autodefensas auténticas y autónomas, a los pueblos tseltales y ch’oles del trayecto planeado para la futura autopista San Cristóbal de las Casas-Palenque. Todo lo salpican los megaproyectos que se proponen menear a México, sacudirlo hasta sacarle la última pluma, la última gota, la última piedra, como si fuera un cochinito (para colmo ajeno, ni que México tuviera un dueño particular).

El negocio es inmenso. Borrar el vergel del rey Nezahualcóyotl en Texcoco o la selva Lacandona de los mayas históricos es nada para estos gobernantes que de por sí ya doblaron las manos al capital de sus amos.

Pero los pueblos, que están al tanto, no han dicho la última palabra.