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Les realizarán examen genético porque dudan que se trate de Damaris González Solís

Tras dura lucha, una familia logra que exhumen los restos de su presunta hija
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Trabajos de exhumación en el panteón Santo Cristo del municipio de García, Nuevo León, en los que participan expertos nacionales y extranjerosFoto Paula Mónaco Felipe
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 14 de septiembre de 2014, p. 7

García, NL.

Es un cementerio humilde en el desierto de Icamole. Hay montones de tierra entre algunas pocas sepulturas de cemento, y las flores de plástico pierden brillo por la tolvanera.

Casi todas las cruces del panteón Santo Cristo están hechas con dos tablas. Manuscritos, nombres y mensajes amorosos: Te queremos, Siempre te recordaremos.

También hay una cruz azul celeste sin nombre, puesta encima de una montañita. Allí enterraron hace dos años los restos que, según el gobierno mexicano, pertenecen a Brenda Damaris González Solís, desaparecida en agosto de 2011.

Los padres, tíos y hermanos de la joven no han puesto su nombre en la cruz ni quisieron enterrar la caja en la tumba familiar. Porque no sentíamos que fuera ella, explica su madre, Juana Solís, y su hermano Antonio la secunda. La entrega de restos fue para callarnos.

Damaris y un joven con quien viajaba tuvieron un accidente vial el 31 de julio de 2011 en Santa Catarina, a medio camino entre la ciudad de Monterrey y García, la zona popular donde ella vivía. Desde allí llamó a su hermano menor, Abraham, para avisarle sobre el percance, que estaba siendo atendido por policías de tránsito. Luego él escuchó que un hombre –presuntamente policía– gritó ¡Apaga ese celular! ¿Cuál es tu nombre?

Ya no entraron llamadas y minutos después, cuando la familia llegó al lugar, no había nadie. Desde entonces no han sabido nada sobre la joven de 26 años, y no hay ningún detenido, aunque dos policías fueron identificados.

Dudas

La camioneta en la cual viajaban fue hallada al día siguiente con marcas de balazos pero sin rastros de sangre.

Para la familia González Solís empezó un peregrinar diario desde el municipio García hasta el centro de Monterrey, a unos 40 kilómetros. Juana recuerda que entraba a la agencia del Ministerio Público gritando: ¡muy a gusto ustedes aquí con su clima, y no hacen nada para buscar a mi hija! Siguieron gestiones, reclamos y denuncias en medios de comunicación.

En octubre de 2012 les notificaron que habían identificado los restos de la joven en una fosa hallada a finales de 2011, pero el procedimiento les resultó sospechoso por diversas razones.

La primera, que los restos llevaran un año en instalaciones del Servicio de Medicina Forense. Además, que según documentos oficiales, al momento de hallarlos tenían de 10 a 12 meses bajo tierra. Fíjate, dijeron que eran de ella, pero también que tenían un año de sepultados, cuando en octubre de 2011 habían pasado tres meses de la desaparición de Damaris.

Más dudas surgieron con el acta de defunción, donde se señala: no pudiendo determinar la causa de muerte por falta de elementos anatómicos, pero al mismo tiempo cataloga tipo de defunción: violento (11/10/2011, Registro Civil de Nuevo León). Además les reportaron prendas que supuestamente tenía el cadáver, pero las autoridades decidieron destruirlas.

Con una prueba de ADN firmada por el biólogo Juan Carlos Hernández Reyes, les entregaron los supuestos restos de Damaris. Se los dieron directo a la funeraria en una bolsa negra de basura. Cerraron la caja sin que nosotros pudiéramos ver. Sugerían incinerar, y no nos dejaron ni velarla. Juana recuerda con enojo.

Abrir la tierra

El sol arde, es el mediodía del 10 de septiembre de 2014.

¡Tienen que ponerse el traje blanco! ¡Cúbranse los zapatos!, reclaman Franco Mora y Joel Hernández Olvera, integrantes de los equipos peruano y mexicano de antropología forense. Sus indicaciones guían a los enviados del Ministerio Público neolonés, quienes dejan en evidencia su impericia.

Un tren se escucha a lo lejos y de repente pasa algún vehículo con música norteña. Sólo así se interrumpe el silencio del desierto, más profundo aún por la solemnidad del momento. No hay llantos ni exabruptos.

–Me siento muy tranquila, fíjate que hasta duermo. Me desconozco –dice Juana.

–¿Qué les da esta tranquilidad? –se le pregunta.

–Será porque se va a saber la verdad...

Para los González Solís, haber recibido una caja cerrada con restos óseos no significó paz. Más bien, dicen, prolongó la angustiosa oscuridad de la desaparición forzada. Padres, hermanos y tíos aún no saben si hablar de Damaris en pasado o en presente. El hijo de ella, Iñaki, de cinco años, dice que su madre está en el cielo y también pregunta ¿cuándo regresa?

Logros y comienzos

La familia de Damaris y la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León (Fundenl) lograron lo que parecía imposible: que las autoridades mexicanas admitieran la duda razonable y con ello la intervención de peritos independientes para realizar un examen genético. Es el primer caso de este tipo en México.

Es un logro que hemos tenido con base en la constancia y lucha, de exigir una justicia a la cual no hemos tenido acceso. Estamos empujando para que la autoridad haga bien su trabajo, porque se trata de personas, de vidas, y los hemos visto incompetentes e insensibles, dice Leticia Hidalgo, de Fundenl, al referirse a las palabras del subprocurador Javier Flores hacia Juana Solís: Si es (Damaris), usted ya sabía. Y si no es... un error cualquiera lo comete.

Los restos quedan bajo custodia de los forenses independientes, certificados por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Una muestra se analizará en uno de los laboratorios más prestigiosos del mundo, el Bode Technology, de Washington.

Hago esto porque es una retribución social y humana. Es una manera de aplicar lo que aprendí; puedo ayudar a otros, señala Joel Hernández Olvera, antropólogo físico, quien cambió las pesquisas en pirámides para sumarse al Equipo Mexicano de Antropología Forense.

La organización no gubernamental debuta con el caso de Damaris, después de dos años de capacitación. Está integrada por seis profesionales, pero la perspectiva es capacitar a más gente, que no haya sólo un equipo. Estrategia realista en un país donde la sociedad civil ha contabilizado cerca de 29 mil desaparecidos durante los pasados siete años.

Misma visión tiene Gobernanza Forense Ciudadana, otra organización que inteviene en la histórica exhumación. Intentan que los ciudadanos se organicen para hacer un sistema forense. Gestionamos dinero para mil 500 pruebas de ADN y buscamos a familiares que hacían una búsqueda activa; ellos ahora forman un consejo, explica Ernesto Schwartz. Es que si no, necesitaríamos tres mil equipos especializados para exhumar los cuerpos que hay en México.

Con el financiamiento de Gobernanza Forense Ciudadana, el caso de Damaris Gonzáles Solís inauguró el Registro Nacional Ciudadano de Personas Desaparecidas, primera base de datos con información de identidad, genética y jurídica sobre desaparecidos.

Si estamos inconformes con el actuar del gobierno, es hora de que nosotros las víctimas podamos hacer las cosas bien. Vamos a tomarlo en nuestras manos, dice Leticia Hidalgo. Jesús González Ramírez, también de Fundenl, completa: es un ejemplo de lo que se puede hacer organizados. A las familias que no han denunciado, las invitamos a hacerlo.

Denunciar para acercarse a la verdad. Seguir el camino de la familia de Damaris, quien, de resultar negativos los exámenes, habrá sido dos veces desaparecida. En cualquier caso, dicen, también seguirán peleando por justicia.