Opinión
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Un sacerdote católico precursor del potestantismo
L

a presencia protestante en Chiapas que he logrado documentar es bastante anterior de lo que se afirma en distintos lugares. La influencia del ex sacerdote dominico Manuel Aguas, convertido al cristianismo evangélico en la ciudad de México en 1871, y del movimiento de la Iglesia de Jesús alcanza la geografía chiapaneca, en especial Tuxtla Gutiérrez.

Los escritos de Aguas originalmente publicados en la capital del país, y reproducidos en periódicos de otros estados, despertaron simpatía en algunos chiapanecos. El sacerdote José María González estaba distanciado de la Iglesia católica y el conocimiento de la disidencia de Manuel Aguas agudiza sus críticas a la institución eclesiástica. Conocedor de los pasos en que andaba González, el obispo de Chiapas, Germán Ascensión Villalvaso Rodríguez, escribe una misiva al cura rebelde (17 de agosto de 1871), en ella le comenta haberse enterado de su matrimonio civil en Chiapa (de Corzo) con doña Luz Serrano mediante noticia del periódico El Mosquito. Sostiene que tal enlace ha sido enormemente criminal y lo insta para que no se obstine en seguir la senda de perdición en que ha entrado, sino que, reflexionando maduramente sobre su yerro y sobre el peligro de eterna ruina a que se ha expuesto su alma, vuelva sobre sus pasos rompiendo esa unión sacrílega en que actualmente vive.

El obispo chiapaneco dirige una extensa carta pastoral al clero y fieles de su diócesis. El documento inicia refiriendo que el sacerdote José María González hacía tres años, es decir en 1869, que se radicó en la ciudad de Chiapa dedicado a negocios seculares y viviendo en un completo olvido de su dignidad y de los oficios propios de su estado sacerdotal (Carta pastoral de 8 de octubre de 1872, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, Tipografía del Porvenir, 1872).

La respuesta de José María González al obispo niega jurisdicción sobre su persona a la Iglesia católica, puesto que él ya no era católico. El obispo interpreta que González no solamente ha apostatado del sacerdocio, sino también ni aún admitía la revelación, habiendo caído en la más completa incredulidad.

En un comunicado que lleva por título El clero de Chiapas a los fieles de la Diócesis (fechado el 26 de noviembre de 1872), los firmantes se solidarizan con la carta pastoral de Villalvaso y Rodríguez en la cual el alto clérigo descalifica la decisión tomada por José María González de romper con la Iglesia católica. En el inicio del escrito notifican que González había llegado a territorio chiapaneco en 1869, procedente de El Salvador: entonces apareció entre nosotros, ejerciendo la profesión de médico y llevando enteramente una vida secular (El Pájaro Verde, 25/12/1872, p. 1.).

Los clérigos de Chiapas rechazaron tajantemente el contenido del folleto que hizo circular José María González, donde criticaba el celibato sacerdotal e invitaba a los religiosos a unírsele y seguir su ejemplo de contraer matrimonio civil. Los sacerdotes, quienes reiteran su obediencia a las enseñanzas y autoridades de la Iglesia católica, sostienen que jamás ha habido entre ellos alguien como González, quien incurre en la desvergüenza de querer autorizar y canonizar sus debilidades con miserables argucias, mojando su pluma en el fango pestilente de la sensualidad.

Ya plenamente identificado con la causa de la Iglesia de Jesús y habiendo forjado un grupo en la misma en Tuxtla Gutiérrez, el ex sacerdote católico José María González inicia su labor como articulista en el periódico protestante La Verdad, que se publicaba en la ciudad de México. El 16 de febrero de 1874, remite un escrito que titula Un reflejo de la luz cristiana. Después de enumerar varios males de lo que llama romanismo, concluye con lo que para él significa la difusión de otro tipo de cristianismo: “Se necesitaba ciertamente el valor de un espíritu superior, para sobreponerse a los vanos terrores y libertando al espíritu, lo hiciese entrar por esa vía abierta por el Evangelio. Esto fue lo que hizo el protestantismo; y por eso desde su aparición el libre examen sustituyó a la creencia ciega: y despertando las inteligencias, las desarrolló en todos sentidos, las renovó, las ensanchó a la par de las ciencias, y ha venido en su revolución grande, benéfica, fecunda y portentosa, trayendo consigo la libertad en pos de la Verdad. El Evangelio lo ha dicho: ‘Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres’” (La Verdad, 1/4/1874, p. 2).

José María González, ya plenamente identificado como ministro protestante en el territorio chiapaneco, expone en una circular rubricada en Tuxtla Gutiérrez (20 de mayo de 1874), que ha sido reconocido como presbítero efectivo de [la Iglesia de Jesús], autorizándome para establecer aquí congregaciones idénticas a las que existen en México y en muchos estados de la Federación. Afirma que a diferencia de la Iglesia católica romana, en la Iglesia de Jesús se profesa la Santa Religión de Jesucristo, según el espíritu y la letra del Evangelio: código divino, que es como la carta constitutiva de la universal República Cristiana.

El obispo Villalvaso escribe otra carta pastoral (28 de junio de 1874) contra José María González. En el documento el prelado subraya la extranjería del personaje. Señala que González está invitando a los católicos a seguirle en la apostasía. Alerta a su feligresía del peligro, ya que los protestantes, rompiendo con la Iglesia Romana, han roto con la fe de todos los siglos para seguir las extravagancias de su delirante razón (La Voz de México, 12/9/1874, p. 2).

En agosto de 1874 el ex párroco José María González deja en Tuxtla Gutiérrez la célula de la Iglesia de Jesús para dirigirse a la ciudad de México, con el fin de contribuir a la propagación del Evangelio en la República Mexicana (La Verdad, 1/9/1874, p. 4). Deja en Chiapas un pequeño núcleo de creyentes protestantes que años más tarde se articularían a diversos grupos evangélicos que se fueron asentando en el territorio chiapaneco.