Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 21 de septiembre de 2014 Num: 1020

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Las Crónicas
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Martín Chambi, un
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Nicanor Parra,
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Ricardo Guzmán Wolffer

Tolstói y la judicatura

Además de Guerra y paz o Ana Karenina, el ruso León Tolstói (1828- 1910) también escribió sobre la judicatura y sus personajes en La muerte de Iván Ilich. A pesar de la distancia de más de un siglo, sus comentarios siguen vigentes.

La muerte... narra la vida de Iván Ilich y cómo en la lenta y dolorosa muerte que padeció se refleja una duda esencial: ¿habré hecho lo correcto al tomar las decisiones importantes de mi vida? Iván sufre especialmente por haberse casado con una mujer que de pronto se dedicó a molestarlo, y que acentúa en la convalecencia de una indeterminada enfermedad causada por un golpe: sólo se sabe que los dolores aumentan y que le llevarán a la muerte ineludiblemente. El desenlace es anunciado por la propia trama, pues la novela inicia con el sepelio de Ilich y los esfuerzos de la viuda por cobrar la pensión laboral.

Los analistas de Tolstói hablan de La muerte como un desahogo autoral sobre el temor a la muerte: se narra la perspectiva del personaje. Es verdad que el final de la novela trata sobre las dudas, los dolores insoportables y la soledad ineludible de ese tránsito que es siempre subjetivo; pero la obra habla más de cómo vivió el joven abogado para llegar a la dolorosa soledad de la clase media, diríamos hoy: logra acomodarse en los trabajos judiciales halagando a sus jefes y promocionándose en el momento político adecuado, pero su meta será el dinero, no la justicia. Termina por formar parte de la Familia Judicial, como le dicen ahora.

Parte de la descripción del funeral de Iván es la manera en que sus compañeros de trabajo están  especulando sobre los cambios laborales y cómo se beneficiará cada uno. Igual que hizo Iván en su momento: la burocracia y sus mecanismos inclementes. Además, está el matrimonio. Elige a una mujer que era simpática y de cierta posición social, más que por estar enamorado, al suponer que eso le dará acceso a ese lugar donde la burguesía sobrelleva la existencia sin mayores complicaciones. Craso error: en el primer embarazo la mujer cambia y se dedica a molestarlo, gritarle y aislarlo, incluso de los hijos. Iván se refugia en su trabajo y con eso asciende: todo con tal de evitar a la esposa. Así podría haber vivido, pero se accidenta y los dolores serán implacables.

Si bien vemos a un juez convaleciente lastimado por su mujer y luego por su hija, la duda central radica en la vocación judicial. Iván consigue su puesto con la ayuda del padre burócrata judicial; el hermano también tiene un puesto similar. Son de aquéllos que, a pesar de no hacer su trabajo, no pueden ser despedidos: “obtienen puestos ficticios y sueldos nada ficticios”, narra Tolstói. En la burocracia mexicana se critica a los que sólo se presentan a cobrar los días de pago, pero en la rama judicial están los que van a diario aunque apenas trabajan. Además está el dominio que el burócrata tiene sobre los usuarios del “servicio de justicia”. Para Iván, cuando vivía soltero, esa autoridad era más importante que el sueldo: “la sensación de aquel poder y la posibilidad de atemperarlo constituían a sus ojos el principal interés y el mayor atractivo de sus nuevas funciones”. Ya con familia buscará ascender a un puesto con mejores ingresos: da igual dónde, lo que importa es el pago. Lo logra por los movimientos que siempre hay en la política, no por méritos laborales. Después, Iván triunfará en esos puestos judiciales pero sólo por huir de la vida familiar complicada y molesta que le ha tocado. La enfermedad le cae casi como un castigo. La mujer lo odia y le desea la partida, pero como eso la privaría del sueldo del marido, sigue con él, pero incrementando ese resentimiento por su dependencia.

Iván terminará odiando al gremio médico al darse cuenta de que, como él hacía en sus juicios, anteponiendo el procedimiento al fondo del asunto, los doctores igual tienen sus formas para justificar sus honorarios. No importa que no curen al paciente, ni que le dejen el dolor. En carne propia vive Iván la indolencia laboral. Y peor, porque se traduce en dolor físico, ineludible, inmisericorde: “y se quedaba a solas con el dolor. Y no queda otra cosa que hacer sino mirarlo mientas el corazón se hiela”.

En el recuento de su vida, Iván comprende la futilidad de la causa de sus decisiones y la gratuidad del dolor que le ha tocado. Esta obra de Tolstói es una crítica a la vida sin honestidad, con los objetivos personales equivocados. Al caso, en la judicatura y algunas de sus formas de evitar la justicia. ¿Suena conocido?