Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 28 de septiembre de 2014 Num: 1021

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Difícil no me es...
Ricardo Yáñez

Nuno Júdice,
a pedra do poema

Juan Manuel Roca

Laguna larga
Gaspar Aguilera Díaz

La sátira política:
actualidad de
Aristófanes

Fernando Nieto Mesa

László Passuth,
el cronista insólito

Edith Muharay M.

El ALMA sonora
del Universo

Norma Ávila Jiménez

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
L. T.
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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Ricardo Venegas
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La chica Raleigh

Hay obras literarias que parten de la realidad para mostrarnos el horror del mundo. Ejemplo de ello es  La chica Raleigh (Conaculta/UAGro/Secretaría de Cultura de Guerrero, 2014), novela de Julio Zenón Flores Salgado. A lo largo del texto el autor nos conduce a la vida cotidiana de las comunidades de Guerrero: “los olores de la cocina de barro, los aleteos de las aves del corral y su picoteo constante sobre el maíz de la tina, e incluso el escozor del aguate, de las plantas silvestres”.

La chica Raleigh narra la vida de una niña abusada por su padre, Marisol, quien descubre la ausencia de eso que llaman  “derechos humanos”, evidenciados en la obra como un invento más del sistema para ocultar infinidad de crímenes resguardados bajo llave. La única oportunidad que esta niña tendrá será la de acuchillar a su padre para no ser abusada y fugarse a un lupanar, en donde dejará de ser una carga para su madre, quien, de paso, quedará liberada de un beodo que nunca recuerda lo que hizo el día anterior. En la Montaña de Guerrero no hay oportunidades ni vislumbres de futuro, la trata de personas es una realidad, las niñas son vendidas por cantidades irrisorias, abunda la pobreza ligada a la ignorancia, el machismo y la ausencia de las autoridades (probadamente voluntaria). Del hartazgo de lo anterior sabemos que se han originado las guerrillas y los movimientos sociales desde los años cuarenta, como testimonio de la injusticia en el país; de ahí que Julio Zenón Flores mencione en la voz del personaje:  “gracias al Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx, utilizado como libro de texto en el primer semestre, y luego gracias a los textos de Afanasiev sobre el materialismo dialéctico y materialismo histórico, y de ahí hasta El capital y las obras completas  de Lenin. Luego, los viajes a Cuba, a Moscú, a la RDA”.  El propio Carlos Montemayor advierte en Guerra en el paraíso:  “las guerrillas no nacen por haber leído ciertos libros o por haber adoptado una ideología, con las guerrillas tampoco se inicia una etapa de violencia, las guerrillas son la etapa final de una enorme violencia social que va sofocando, reprimiendo y desgastando a pueblos enteros, a zonas enteras.”

En La chica Raleigh un compañero le dice a otro:  “Los indígenas de Guerrero valen mucho más marginados que desarrollados. ¿Cuánto crees que les deja a los funcionarios estatales y municipales el manejar cada año presupuestos para programas sociales que nunca se ven, pero que ellos difunden como gastos millonarios?”

Pero algo es cierto: es mejor enamorarse de un chaneque, un ángel o un extraterrestre que de un priísta. La chica Raleigh es una ventana que nos permite asomarnos a la autocrítica y a la prueba de fuego de un sistema que ha enfrentado con glamour la pobreza de sus gobernados, con cinismo y descaro la corrupción, y con indiferencia las carencias de un pueblo angustiado por la sobrevivencia.