Opinión
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La dictadura imperfecta
E

jecuciones extrajudiciales masivas, como las de Tlatlaya e Iguala, son típicas de regímenes despóticos, como el mexicano, en que una pequeña élite busca mantener el control a toda costa sobre una población cada vez más desesperada, olvidada y empobrecida. La exclusión de la sociedad de la toma de decisiones característica de estos sistemas políticos es también caldo de cultivo para todo tipo de manifestaciones espontáneas de repudio a la autoridad, desde saqueos a supermercados hasta movilizaciones estudiantiles.Asimismo, los gobiernos autoritarios suelen inocular a los organismos encargados de la defensa de los derechos humanos y la organización de las elecciones populares en contra de cualquier contaminación por intereses populares.

Tiene razón Yoloxóchitl Bustamante, directora general del Instituto Politécnico Nacional (IPN), cuando afirma que algo más que lo académico está metido en el nuevo movimiento estudiantil. Los valientes alumnos no solamente protegen a su casa de estudios de quienes quisieran convertirla en una gran fábrica de mano de obra barata, sino también defienden a la patria misma del saqueo por la clase política corrupta y el gran capital internacional. La lucha por un IPN independiente y democrático es simultáneamente la lucha de todos por una mejor sociedad.

Ha llegado la hora de que el IPN se separe de la Secretaría de Educación Pública y se convierta en una universidad plenamente autónoma al servicio de la sociedad, tal como fue concebida originalmente por el presidente Lázaro Cárdenas del Río en 1936. Esta maduración también sería una gran oportunidad para aumentar el poder tanto de los profesores como de los alumnos en la gestión interna, así como para someter los más altos cargos universitarios a elección universal y directa por la comunidad. Sería recomendable que la Universidad Nacional Autónoma de México también acompañara al IPN en esta urgente tarea de actualización institucional.

El burdo encubrimiento del asesinato de 21 jóvenes aparentemente cometido por el Ejército Mexicano el pasado 30 de junio en Tlatlaya, estado de México, pinta de cuerpo entero al régimen que nos malgobierna. No podemos creer absolutamente nada de lo que nos digan las autoridades. Han demostrado que su cinismo no tiene límite y que solamente actúan cuando sus jefes de Washington les llaman la atención.

Y el artero fusilamiento en Iguala, de jóvenes normalistas de Ayotzinapa y de jugadores del equipo Los Avispones, confirma la política de limpieza social que sigue el régimen actual. Todos y todas los jóvenes son una amenaza para el sistema, y sobre todo los estudiantes conscientes de la inaceptable injusticia e impunidad pilares del statu quo.

No basta expresar nuestro repudio y exigir que se investiguen a fondo los acontecimientos de Tlatlaya e Iguala. Tampoco basta exigir la liberación de presos políticos, como Mario Luna, Pedro Canché, José Manuel Mireles y Nestora Salgado. Y no tiene sentido alguno pedir al Consejo General del INE seleccionar consejeros electorales locales comprometidos con la sociedad civil y la democracia. También raya en lo absurdo pedir las peras de la justicia al olmo de la subordinación autoritaria que es hoy la CNDH.

En general, es un error limitarnos a exigir que las reglas del juego se cumplan. Las interpelaciones estrictamente legalistas dan el beneficio de la duda a las instituciones realmente existentes y terminan validando un sistema podrido hasta la médula. Además de cumplir con las reglas, hay que cambiar las coordenadas del juego. Tenemos que imaginar nuevos escenarios para la gestión del poder.

Un ejemplo: el doctor John McCormick, de la Universidad de Chicago, sostiene que una democracia eficaz no solamente depende de la inclusión de la ciudadanía, sino también de la exclusión de los más poderosos. Propone recuperar el ejemplo de los concilia plebis de la antigua Roma, que fungían como centros de control popular no solamente de los abusos de los gobernantes, sino también de las élites económicas.

La doctora Ivonne del Valle, de la Universidad de Berkeley, sigue una línea paralela en su reciente revaloración del legado de Fray Bartolomé de las Casas. De acuerdo con Del Valle, De las Casas se distinguía de entre los críticos europeos de la colonización de las Américas porque no se limitaba a exigencias de legalidad, sino también abogaba por la creación de mecanismos que podrían controlar, castigar e incluso excluir directamente a los saqueadores.

En general, el monumental fracaso de los gobiernos supuestamente de centro-izquierda en Europa y Estados Unidos (Obama, Blair, Hollande, etcétera) en defender los intereses ciudadanos abre una oportunidad histórica para reinventar el pensamiento y la práctica política de izquierda, desde el sur y desde fuera de los esquemas liberales del siglo XX. A pesar del desastre nacional actual, o quizás precisamente por la reacción que la tragedia empieza a generar entre la población, México hoy se encuentra en una posición privilegiada para transformar tanto la teoría como la práctica de la gestión popular del poder en el siglo XXI. La dictadura perfecta de antaño es hoy una dictadura imperfecta que ya muestra importantes fisuras y debilidades que habría que aprovechar.

Raúl Álvarez Garín, in memoriam, gran ejemplo de lucha, inspiración presente.

www.johnackerman.blogspot.com

Twitter: @JohnMAckerman