Ciencias
Ver día anteriorMartes 30 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Antonio Lazcano Araujo ingresará a El Colegio Nacional el próximo 6 de octubre

No queremos que la ciencia sea adorno de los informes del Presidente

A ningún partido político le interesa el sector, señala el biólogo

La difusión del conocimiento y el avance del movimiento creacionista, sus preocupaciones

Hay comunidades muy conservadoras en las que han arrancado las páginas de los libros de texto en las que se habla de evolución, destaca

Foto
El científico mexicano imparte cátedra en la Facultad de Ciencias de la UNAMFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de septiembre de 2014, p. 2

Nunca vamos a saber cómo surgió la vida en la tierra. No estuvimos ahí, pero cada vez se puede conocer más con las herramientas de la biología molecular, el estudio de los componentes de las células, las secuencias de proteínas y genes que almacenan información evolutiva, afirma Antonio Lazcano Araujo, biólogo especialista en la investigación sobre el origen y evolución temprana de la vida.

Saber de dónde venimos es una preocupación natural del ser humano desde siempre. Aristóteles decía que no se puede comprender la naturaleza de una entidad si no sabemos cuál es su origen, agrega el académico de 64 años de edad, quien por su destacada trayectoria científica fue elegido para ser parte de El Colegio Nacional.

La ceremonia de ingreso se llevará a cabo el próximo 6 de octubre. Es una distinción que jamás se me habría ocurrido recibir, porque ahí están personas muy distinguidas. Pensar que resultó electo en una votación por su currículo “me obliga a repetirme de vez en cuando, para no envanecerme demasiado, la receta de los latinistas medievales: memento mori, acuérdate que vas a morir, eres mortal”, dice Lazcano con la sencillez y jovialidad que al parecer siempre lo acompañan.

Amenaza contra el laicismo

En entrevista en el pequeño cubículo que ocupa en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde trabaja desde hace 40 años, Antonio Lazcano deja al descubierto su fascinación por la investigación científica, la importancia que da a que el conocimiento se difunda a toda la población y, al mismo tiempo, su preocupación por la amenaza constante contra el laicismo.

A continuación la conversación con La Jornada:

–¿Qué le representa el ingreso a El Colegio Nacional?

–Una gran distinción que todavía no me creo, pero me gusta. El Colegio Nacional promueve que la cultura sea de todos, patrimonio de la nación. Me gusta que organiza reuniones, conferencias con temas multi e interdisciplinarios. Por ahí va el futuro de la cultura.

–¿Existe la posibilidad de la ciencia y la cultura sean para todos?

–Por supuesto. Esa es la demanda de la gente, sobre todo de los jóvenes. Hay algunos proyectos de llevar conferencias a Tepito o a una cantina del Centro Histórico, porque la cultura no es sólo para elegidos. Se ven cosas excepcionales, como la Noche de las Estrellas, que organizan la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional y la embajada francesa. Llenan el Zócalo con personas de todas las edades, pero sobre todo jóvenes.

–¿Falta una oferta de cultura y ciencia para las personas?

–Falta una política cultural que asuma que la ciencia es parte de la cultura, y que la cultura no se puede entender sin las ciencias: física, matemática, biología, medicina. Debe haber un compromiso del Estado y la sociedad de garantizar que la cultura no sufra los vaivenes sexenales. Eso hace falta.

“Hay discusiones muy intensas sobre el tema energético, las elecciones, la violencia. Eso nos preocupa a todos; también la cultura nos debe preocupar.

“Y ahora tenemos instrumentos como la Internet y los teléfonos celulares que son muy poderosos. La tecnología democratiza la cultura si lo hacemos bien.

También debemos pensar en las amas de casa. Cuántas no quieren saber cuál es el riesgo del ébola o por qué de repente tenemos tantas epidemias. Cuál es la realidad de las medicinas alternativas, porque aterra que la gente, en la desesperación provocada por la pobreza o la presión de la enfermedad, recurra a tendencias raras -como los productos milagro u otros- cuya eficacia no está comprobada científicamente.

–¿No se aprovecha el potencial de las tecnologías?

–No, y tampoco estamos teniendo el cuidado necesario sobre el uso que les dan niños y jóvenes. Lo cierto es que carecemos de una oferta académica que sea interesante por esa vía, y podría ser algo muy natural para ellos. También hay cosas de la tecnología que no funcionan, pero poner el material a disposición de todos sí se puede.

–¿A quién le toca?

–A nosotros. La comunidad académica tiene que presionar. Debe haber políticas institucionales al respecto.

Frontera de cristal

–¿Qué le preocupa en torno a la ciencia?

–Dos cosas. La primera, en la academia estamos conscientes de que debe aumentar la difusión de la cultura científica. Se puede hacer. La segunda: tenemos una frontera de cristal, como dice (Carlos) Fuentes, en el sentido de que hay una transparencia enorme a los movimientos creacionistas. No hemos logrado el equilibrio entre el derecho a la libertad religiosa que puede tener cualquier persona.

“En México corremos el riesgo de vivir situaciones como las que ya ocurren en Brasil, donde los movimientos de algunas religiones muy conservadoras critican la teoría de la evolución, igual que en Estados Unidos, donde hay grupos de estudiantes que demandan legalmente a las escuelas para que les enseñen la versión bíblica de la evolución en paralelo a la versión científica.

Pero la bíblica es una versión religiosa y para eso tenemos templos e iglesias, para que la gente vaya a aprenderla. La pérdida del laicismo me preocupa.

–¿Dónde ve ese riesgo en México?

–Hay comunidades muy conservadoras en términos religiosos, y han arrancado las páginas de los libros de texto donde se habla de evolución. Los maestros no hablan de evolución.

Foto
Jamás se me habría ocurrido recibir este honor, porque en El Colegio Nacional están personas muy distinguidas, afirma Antonio Lazcano AraujoFoto José Carlo González

El investigador prefirió no mencionar los nombres de las localidades. “Se debe asegurar –agregó– que la gente tenga el derecho a seguir la religión que quiera y a la vez garantizar la educación laica. Es el único tipo de educación que nos va a permitir que todos quepamos en el país.”

–Y eso ocurre en un contexto de pérdida de feligresía de la Iglesia católica.

–Sí. Curiosamente la mayor parte de los católicos y de otras iglesias no tienen ningún problema con la teoría de la evolución. Hay un poco de mito. Recuerdo que en el Año de Darwin (2009), en una de las actividades un funcionario del Vaticano dijo que no le pedía perdón a Darwin porque la Iglesia nunca lo había criticado. Es cierto. Yo lo busqué en el archivo secretarial del Vaticano y no hay ninguna condena formal a Darwin. Incluso, el papa León XIII promovió el conocimiento en ciencias naturales a través de una encíclica entre los católicos, y hay cosas similares en otras iglesias.

–¿Significa que el riesgo hacia el laicismo no proviene de los feligreses?

–Estos movimientos no son religiosos, sino políticos, y así los debemos tratar.

Instrumentos

–Y eso pasa en momentos en que la evidencia de la ciencia es contundente…

–¡Así es!, pero no hay olvidar algunos episodios, como en 1985, luego del temblor en México, el entonces delegado apostólico, Girolamo Prigione, dijo que era castigo divino. Sólo demostró que no sabía nada de deriva continental ni del movimiento continental de las placas de la Tierra.

–¿Y el origen de la vida?

–Nunca vamos a saber cómo surgió la vida en la Tierra. No estuvimos ahí. Tampoco estuvimos cuando cayó Tenochtiltán, pero hay evidencias históricas, arqueológicas, gastronómicas, étnicas… lo mismo pasa con el origen de la vida. Ahora usamos las herramientas de la biología molecular para comparar secuencias de proteínas y genes que almacenan información evolutiva. Hacemos comparaciones estrictas y así nos vamos lo más atrás que podamos en el tiempo.

Ahora tenemos caracterizados genes que sabemos que aparecieron antes de que hubiera ADN, cuando las células tenían ARN como material genético. Este último tiene mala reputación por el SARS, el sida, el ébola, la influenza; sin embargo, es un material genético que, además, puede acelerar o retrasar reacciones bioquímicas, como lo hacen las proteínas.

Herencia de Occidente

–¿Tenemos que saber de dónde venimos?

–Es una preocupación natural. Aristóteles decía que no se puede comprender la naturaleza de una entidad si no sabemos de dónde viene, su origen. Y ahora esta preocupación por saber de dónde venimos es algo típico de la herencia intelectual que tenemos en Occidente después de la Ilustración. Luego, el siglo XIX fue de ebullición intelectual, en la que la gente se dio cuenta de que las cosas están cambiando de manera natural y se asume que comenzaron de forma distinta a lo que veían entonces.

–¿Y ahora de qué hablamos?

–De que nos parece muy natural un universo secular. Es una de las grandes herencias de Occidente, la separación de las iglesias y el Estado, y de una visión secular del universo, que es una visión cambiante, en constante evolución.

–¿Qué evidencias se pueden dar en este momento?

–Atrás de cada epidemia, de cada enfermedad emergente, del ébola, por ejemplo, lo que vemos es un proceso de evolución biológica. Lo que pasa es que cuando pensamos en la evolución sólo vemos que venimos de los changos, y es mucho más. Hoy estamos viendo la evolución del mundo microbiano. No hay grupo biológico que esté ajeno a este cambio constante. A veces la interacción es muy negativa y ocurre que prestamos más atención a las enfermedades que nos tocan a los seres humanos.

“Pero, paralelamente a las muertes en África por ébola, vemos que además de una situación biológica, médica, también es social. No es casualidad que se estén muriendo negros pobres. Se descuidaron los temas de educación, alimento, salud y agua potable en las poblaciones marginadas. Eso es lo que vemos en África, más el proceso natural de evolución de un virus que antes estaba muy restringido.

–¿Está contento con los alcances de la ciencia en México?

–Me sentiría más contento si viera centros de excelencia por todo el país, como los que hay en Cuernavaca y en el Distrito Federal. Uno de los grandes defectos del aparato científico mexicano, a pesar de los esfuerzos que se han hecho, es la centralización. Es una forma muy antidemocrática de organizar la cultura en un país.

Me gustaría que Estado y sociedad se dieran cuenta de que una sociedad moderna, democrática, tiene que considerar a las ciencias como algo para todos. Y eso requeriría de una visión transexenal.

–¿Los políticos no han entendido eso?

–Como científico, como ciudadano, no me siento identificado con el discurso de ningún partido político. No les interesa la ciencia. No queremos ser adorno de los informes anuales del Presidente o de los funcionarios; tenemos que ser parte.

–Lo más claro hasta ahora es el aumento en el presupuesto para la ciencia…

–No es suficiente. Es una medida muy importante, pero se necesitan políticas sociales, económicas, culturales, perfectamente concebidas, abiertamente discutidas, para ver cómo, efectivamente, podemos tener un desarrollo científico igualitario.