Opinión
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Jazz

Juan Alzate y Mark Levine

E

l saxofonista y educador michoacano Juan Alzate y el pianista, escritor y educador californiano Mark Levine (quien ha tocado con Dizzy Gillespie, Woody Shaw, Freddie Hubbard, Joe Henderson y muchos otros etcéteras), grabaron un segundo disco a dúo. Esto, en vivo en el Conservatorio de las Rosas en Morelia, durante la visita que hizo Mark a México en 2010, invitado por la bella y talentosa Sibila de Villa.

Dada la espontaneidad del concierto y la premura de tiempo, los dos músicos decidieron remitirse a ocho standards y el resultado es sorprendente, sobre todo, porque nunca habíamos visto al maestro Alzate navegando por estas aguas. Pero como a todo buen artista (que valga el pleonasmo), le sobran sensibilidad y recursos.

El disco se titula En el conservatorio y saldrá al mercado antes de terminar el año. En el cuadernillo se puede leer: Todos tenemos tres grandes compuertas (aunque no todos las usemos) y es a través de ellas que nos explicamos y nos sentimos en el alegato nuestro de cada día. A saber, éstas se encuentran instaladas en la intelectualidad del cerebro, en el sentimentalismo del corazón y en la visceralidad del triperío. Creo.

En cualquiera de sus aromas y presentaciones, la música resulta una vía inmejorable para explorar y contemplar estas dinámicas; aunque ya instalados en el jazz, nos damos cuenta de que es aquí donde las compuertas se agrupan y se cruzan y dialogan entre sí, armando un ritual muy cercano a la magia, o al milagro ese casi cotidiano de la improvisación jazzística.

¿Por qué todo este rollo? Porque medio instante después de entrar al nuevo disco de Juan Alzate y Mark Levine… me descubro congelado en medio de una sonrisa, con las cejas levantadas y la vista fija y concentrada en las líneas de All the things you are. Y ahí están mi papá y Ella Fitzgerald, brindando en medio de la sala; él en el trono y ella en la consola. Todo brota y germina desde el corazón.

Instantes más, instantes menos, Juan y Mark empiezan a improvisar. Setentaicinco años después de su nacimiento, escuchamos al sax y al piano que retoman esta vieja y poderosa y dulce melodía para argumentar alrededor de ella; las líneas y las armonías se rediseñan en medio de un swing interminable, perpetuo, que en un solo instante coincide, coexiste con trazos y lances netamente contemporáneos. Es el aliento, es el toque del intelecto que fluye a través del dúo.

Con dos músicos de este nivel, resultaría ocioso puntualizar las dotes técnicas o de afinación, la seguridad o el control instrumental. Pero sí habrá que decir que Juan traza y delinea cada uno de sus registros en medio del rigor y el divertimento, que Mark se despliega como un atlas en el teclado, en un ejercicio de sensibilidad tan lúdico como implacable… que la pasión se vuelca, que la vehemencia estalla. Que la visceralidad gira en espiral hasta retornar, amablemente, al tema central.

Y así, este disco (todavía físico, para gloria del Sol) gira y circula de principio a fin, entreverando compuertas del más allá y del más acá, con el único compromiso de su propia existencia.

Hace 10 años, Juan Alzate y Mark Levine grabaron un primer álbum a dúo, en vivo también, donde sobresalían nombres como Ornette Coleman, John Coltrane, Thelonious Monk. Hoy, a mí y a mi subconsciente no deja de sorprendernos que los standards surjan de la obra de Jerome Kern, Duke Ellington, Antonio Carlos Jobim, Joseph Kosma o Harry Warren, todos los cuates que hace años llegaban a la casa y se encerraban con mi papá para celebrar la vida, en un vaivén que sólo era interrumpido para cambiar el disco o darle la vuelta. Salud.

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