El México antiguo De Diego Rivera


Cazonzin y su mujer, en el mural
Cultura tarasca (pintores y tintoreros), 1942.
Diego Rivera

El momento más alto en la representación de los hechos históricos mediante imágenes lo alcanzó Diego Rivera en las paredes que pintó en el cubo de la escalera del Palacio Nacional, afirma el historiador Enrique Florescano, y enseguida cita la jactancia del artista, para quien dicha obra “es el único intento, en toda la historia del arte, para representar en un solo lienzo continuo de pared la historia de todo un pueblo, desde su pasado remoto hasta su futuro predecible”. En la introducción al notable libro Epopeya del pueblo mexicano. Los murales de Palacio Nacional(Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 2010, 400 pp., a cargo del experimentado editor, fotógrafo y conocedor del arte Arturo Chapa), Florescano apunta: “Con la ambición desmesurada que lo hizo célebre, (Rivera) comprimió ese inmenso pasado en tres frescos atiborrados de personajes a acontecimientos históricos: El México Antiguo (1929), De la Conquista a 1931 (1929-1931) y México hoy y mañana (1934-1935)”.

Con los años se agregaron los murales del segundo piso del recinto oficial, que retratan a México-Tenochtitlan, así como a las culturas zapoteca, totonaca, tarasca, huasteca, maya y otomí. Como escribe Arturo Chapa en su ensayo “La inspiración: el universo prehispánico de Diego Rivera”, los murales son muestra de su logro artístico. “Los años que dedicó a sus escenas en Palacio lograron culminar en este ‘mural códice’ que nos permite conocer como fue la vida en las urbes del México antiguo”.

El mérito mayor del libro, tanto como la cuidadosa reproducción de diversos pasajes de este gran “códice”, radica en la investigación historiográfica de las fuentes que empleó Diego, sus modelos y referencias en códices, mapas, representaciones artísticas indígenas, vestigios arqueológicos, arte colonial, descripciones de misioneros e historiadores, modelos de la vida natural (animales, plantas), así como bocetos y otras obras del muralista. El resultado es un conjunto de imágenes monumental, acorde con la desmesura del pintor paradigmático del siglo XX mexicano.

Detalles, pasajes pictóricos, destellos de este corpus excepcional, ilustran el número de octubre con el que Ojarasca celebra un cuarto de siglo de registrar vida, muerte y milagros de los pueblos indígenas de México y el mundo. Producto del entusiasmo posrevolucionario y las ideas socialistas de Rivera, los murales de esta Epopeya tuvieron poderosa influencia en la forma en que se interpreta y visualiza nuestra antigüedad. Aquí presentamos meras esquirlas de la grandiosa obra mural, de dimensiones y contenidos inconmensurables, quintaescencia de la obra de Diego Rivera. Completan nuestra galería dos de las obras menos choteadas de la siempre deslumbrante Frida Kahlo.