Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de octubre de 2014 Num: 1023

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De las guerras
que somos

Omar González

Luis Nishizawa:
los dones cultivados

Augusto Isla

Requiem por
Alain Resnais

Miguel Ángel Flores

Mi voz raza
de alto horno

Héctor Kaknavatos

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
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Oedipo, la búsqueda de la verdad
según Besprosvany

Oedipo, puesta en escena y coreografía de José Besprosvany a partir del texto de Sófocles trabajado con la imaginación escénica de Olivier Kemeid, es una pintura, un concierto, un tableaux actoral a lo épico brechtiano, un performance de luces donde se recorta en pantalla una especie de teatro de sombras.

Este juguete, este bellísimo teatro acerado de sombras y contrastes de extraordinaria plasticidad, no se separa del mundo de la palabra ni de la historia que conforma el mito. Oedipo, el texto, conserva las unidades de tiempo y espacio, la discursividad del texto, pero su concepción de lo escénico está totalmente cargada de lenguajes contemporáneos del cine, el video, lo documental, lo plástico, la fotografía y el trabajo actoral, dancístico, casi acrobático que poseen unos actores que han logrado concebirse de tal modo a sí mismos: como el recurso, la herramienta, la palabra y la voz que un dramaturgo de la escena le exige a conjuntos que ya no pueden ser artistas de una sola vía.

No me tocó ver subtitulado este trabajo, lo escuché y vi el libreto en francés. Es un francés no exclusivo ni de Bélgica ni de Francia, sino una lengua que respira en los ritmos contemporáneos de las obras clásicas de Sófocles, pero que también se deja “contaminar” de los rasgos migratorios de las grandes ciudades, los banlieues que ya se reconocen en los giros idiomáticos de huéspedes incómodos que le han dado un giro a su lengua ordinaria aunque no hayan sido los condamnés marginados y analfabetas de hoy sino Beckett, Cioran, Bianccioti, Maalouf, por mencionar creadores que les han modificado el acento.

La experiencia y los logros de este creador tienen poco que ver con México porque están relacionados con lo que ha hecho en otra latitud para llegar a ser quien es. Eso lo pudo haber hecho un colombiano, un argentino o un peruano. No hay un discurso nacional que lo identifique. Ese rasgo lo hace profundamente europeo y legible más allá de cualquier frontera.

En ese continente de lindes y localismos, los mayores logros artísticos han consistido en diluir fronteras, examinar lo clásico, discutir con esas creaciones y, si es posible, reescribirlas, cuestionarlas a fondo hasta convertir sus legados en una referencia nostálgica, en un registro de la gratitud, de la influencia y, si se quiere, de la intertextualidad, pero sobre todo del pasado.

Gracias a los nuevos registros que permite la tecnología es posible poder dar cuenta de los últimos diez años de trabajo de esta compañía que Besprosvany fundó en 1986, hace casi tres décadas, misma que, durante los primeros veinte años, fue totalmente desconocida en territorios iberoamericanos. En el último decenio, su participación en festivales y el abordaje de temas cada vez más del orden clásico, lo sitúan como uno de los centros de atención internacionales en la vieja Europa.

A un ritmo casi anual, Besprosvany ha trabajado temas de su fascinación, la cual tiene mucho de francesa, de enciclopedista, de filósofa y de ensayista. Hace diez años emprendió una indagación a propósito de Butterfly, que marca el inicio de una serie de transformaciones sobre el canon y sobre los géneros.

A la Madama Butterfly, de Puccini, transformada de inicio con la dramaturgia de Jean–Louis Sbille, le incorpora elementos de manga y de bunraku, la contrapuntea con hip hop y danza contemporánea, así como con voces en off que evidencian y ocultan a un tiempo a los personajes de la ópera.

En el otro extremo de la década está su trabajo más reciente, que no viene a México: Espejo (2014) rememoración de su incipiente Evento, de 1986, donde colocó al espectador en butacas a cada lado del espectáculo mirándose de frente. Hoy recupera esa perspectiva bifrontal en un ejercicio autobiográfico otra vez con hip hop y la incorporación de video y texto. Es un espectáculo autobiográfico que poco diría en México, donde Besprosvany no tiene un público.

Oedipo es un trabajo de mayor alcance, transfronterizo, que posee los mejores hallazgos de las escuelas belgas de danza contemporánea, mismas que alcanzan un grado enorme de perfección sin alma y que, sin embargo, muestran esa otra cara fría del artista que mira al Norte: la voluntad, la disciplina y la tradición escénica.

Al final de la puesta, un video traduce el inconsciente edípico en un mirada que se nubla y en los ojos que se mudan tenebrosamente al rojo líquido de la pantalla final. Imperdible. Estará los días 14 y 15 en el Cervantino Guanajuato y 18 y 19 de octubre en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón.