Editorial
Ver día anteriorMartes 14 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vaticano: aires de cambio
U

n giro de importancia en la tradicional homofobia de la jerarquía eclesiástica católica se esboza en un documento sinodal que circula entre más de 200 obispos reunidos en Roma para analizar las perspectivas de renovación de las posturas vaticanas tradicionales sobre la familia, el matrimonio y la sexualidad. Los homosexuales tienen dones y atributos que ofrecer a la comunidad cristiana: ¿somos capaces de darle la bienvenida a estas personas, garantizándoles un espacio mayor en nuestras comunidades? Muchas veces ellos quieren encontrar una Iglesia que les ofrezca un hogar acogedor, se plantea en el texto, que debe servir de base de discusión para la segunda etapa del sínodo, a realizarse en el curso de esta semana. Asimismo, el documento exhibe apertura a las uniones civiles o de hecho, que es la situación –voluntariamente elegida o por necesidad– de millones de católicos en el mundo. Aunque el encuentro se realiza a puerta cerrada, se sabe que el texto referido fue leído en presencia del papa Francisco, el cual ha externado en diversas ocasiones propósitos de tolerancia hacia las minorías sexuales y las familias no tradicionales.

Sin duda, el pontífice argentino está desempeñando un papel fundamental en el impulso al debate interno orientado a modernizar la Iglesia católica, entrampada en posturas medievales bajo los papados de Karol Wojtyla y de Joseph Ratzinger, y cuando menos a suavizar sus posiciones más fundamentalistas en temas como la participación de las mujeres, la diversidad sexual y el divorcio. Pero el dato más alentador es que esa discusión no parece destinada a quedarse entre los espesos muros vaticanos, sino empieza a prender en las comunidades católicas de diversas latitudes. Muestra de ello es la lluvia de críticas que cayó sobre el arzobispo de Santiago de Chile, cardenal Ricardo Ezzati, quien denunció ante el Vaticano a tres sacerdotes de su país comprometidos con las luchas por los derechos humanos y sociales –Felipe Berríos, Mariano Puga y José Aldunate– por sus presuntas heterodoxias en materia de educación pública, aborto, matrimonio homosexual y desigualdad social; significativamente, la Conferencia Episcopal chilena marcó distancia del arzobispo –señalado, a su vez, por encubrir a pederastas– y tomó partido por los tres religiosos denunciados, a quienes describió como testimonio vivo de fidelidad a Jesucristo.

Por lo demás, es claro que los esfuerzos de actualización emprendidos desde el mismo trono de Pedro, con el apoyo y la simpatía de muchos católicos, encuentran resistencia feroz en las filas de la curia romana y entre los sectores más cavernarios de la jerarquía eclesiástica. Significativamente, en coincidencia con la realización del actual sínodo sobre la familia, el titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Gerhard Müller, publicó un libro en el que defiende la indisolubilidad del matrimonio hasta la muerte con el argumento de que éste es una ley proclamada directamente por Jesús y confirmada muchas veces por la Iglesia. Menos abiertas, pero no menos virulentas, son las inconformidades por la determinación de Francisco de poner orden en las finanzas vaticanas y de enfrentar la red de complicidades que ha permitido el encubrimiento de centenares o miles de sacerdotes señalados como agresores sexuales.

El liderazgo mundial del catolicismo atraviesa, en suma, por una intensa disputa entre enfoques eclesiásticos confrontados y también, desde luego, entre quienes aspiran a combatir la corrupción y la delincuencia dentro del Vaticano y quienes han sido beneficiarios hasta ahora inveterados de esos extravíos. El hecho de que exista y se reconozca esta pugna es de por sí alentador, tras décadas en las que el papado persiguió cualquier disidencia –la Teología de la Liberación es el ejemplo más lacerante– y se mantuvo anclado en forma monolítica a puntos de vista integristas, homofóbicos y misóginos, a alianzas políticas con los sectores más reaccionarios del mundo, a una manifiesta fobia anticientífica y a prácticas de encubrimiento regular de la pederastia y otras formas de abuso sexual.