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Zozobra en Guerrero
Más indignación por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa

Los gobiernos estatal y municipal encaran la megamarcha en Acapulco con campaña de miedo

Se gritó: ¡Sicarios y policías son la misma porquería! y ¡El terror viene del Estado!

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Megamarcha en Acapulco para exigir la salida del gobernador Ángel Aguirre RiveroFoto Víctor Camacho
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Asistentes a la megamarchaFoto Víctor Camacho
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Periódico La Jornada
Sábado 18 de octubre de 2014, p. 2

Acapulco, Gro., 17 de octubre.

Una tormenta tropical en vías de formación hizo que el viernes –más vale prevenir que lamentar– el director de Protección Civil de este municipio emitiera una alerta naranja. En consecuencia, la Secretaría de Educación suspendió clases en todo el estado.

A media marcha para exigir la salida del gobernador Ángel Aguirre Rivero, los manifestantes se pitorreaban: ¡Sí, hubo una tormenta, una lluvia torrencial, pero de pueblo que exige la renuncia del asesino!

La marcha es, en primer lugar, un grito de angustia por la aparición con vida de 43 normalistas de Ayotzinapa levantados por la policía municipal de Iguala hace 21 días. La encabezan, por ello, los estudiantes de la normal que, con su proverbial disciplina, cargan los retratos de sus compañeros secuestrados.

En segundo lugar, la marcha es un ajuste de cuentas con quienes son considerados responsables: el fugado alcalde José Luis Abarca y el gobernador del estado: Si Figueroa cayó, Aguirre por qué no, dice una de las consignas más coreadas.

La responsabilidad del gobierno federal –acotación necesaria– está presente en los discursos de los dirigentes que hablan en un improvisado mitin frente al Centro de Convenciones, pero no en las consignas ni en las mantas que portan los marchistas.

No es que el asunto se limite a los políticos locales, pero no se personaliza en la figura del Presidente de la República. Después de Abarca y Aguirre, los señalados son los tres principales partidos políticos del país (PRI, PAN y PRD) y, claro, el crimen organizado, que en consignas, pintas y mantas aparece fundido con las fuerzas del orden: Policías igual a sicarios, reza una pinta en un comercio. El terror viene del Estado, se lee en una más grande en el Centro de Convenciones.

¿Debilidad institucional?

¿Ha penetrado el crimen organizado a las más frágiles instituciones públicas? ¿Estamos frente a zonas donde la debilidad institucional es la norma?

No para los manifestantes que gritan: Sicarios y policías son la misma porquería.

No para los jóvenes que, a la manera de una porra a los Pumas, y temerariamente, saltan al tiempo que se desgañitan: “¿Y dónde están, y dónde están, los pinches narcos que nos iban a chingar?” (uno, Sidronio Casarrubias Salgado está ya en manos de la PGR, según se informa por la tarde).

Un orador de Tlapa, gorrita verde con estrella roja, recomienda a los acapulqueños armarse como ellos con las policías comunitarias. “Se nos han querido meter los narcos pero no han podido”.

Con la diligencia que le faltó en Iguala (no mandó a la policía estatal porque el alcalde Abarca estaba dormido y no le contestó el teléfono hasta la una de la madrugada), Aguirre hizo llegar desde el jueves a mil 500 agentes antimotines de las fuerzas estatales. Eso sí, no se les vio por ninguna parte. Tampoco hubo Policía Federal. Y los desmanes de los manifestantes no pasaron de pintas en los vidrios de algunas sucursales bancarias y de las tiendas Oxxo, que son su blanco preferido desde que se extendió la versión de que pertenecen al ex gobernador Zeferino Torreblanca.

El grueso de los marchistas son profesores agrupados en la versión guerrerense de la CNTE, estudiantes normalistas y de otras instituciones, así como ciudadanos de las poblaciones donde las policías comunitarias han sentado sus reales. También hay, digámoslo así, pueblo en general.

Los gobiernos estatal y municipal encaran la anunciada megamarcha con una campaña de miedo.

Las estaciones de radio del estado se hermanan con anuncios y comentarios que se pueden resumir en la frase de una conductora: Mejor no venga a ­Acapulco.

Ricardo Castillo, vocero del gobierno municipal que encabeza Luis Walton, recorrió el jueves estaciones de radio y televisión para invitar a los acapulqueños a no salir de sus casas.

Los marchistas tratan de contrarrestar los efectos de la campaña: Sí, esta es una marcha de protesta, pero no venimos a causar destrozos.

Algunos locatarios del Mercado Central observan la caminata detrás de las rejas que han cerrado, pero otros las mantienen abiertas y aplauden y lanzan vivas a los maestros ­y estudiantes.

Al llegar a la vacía Costera Miguel Alemán, los empleados de restaurantes salen con su recibimiento: bolsas de agua que regalan a los demandantes de justicia. Otro restaurante ofrece gratis café y pan. Se forma una fila enorme.

Desde los equipos de sonido que acompañan a la marcha, los oradores rechazan la consulta propuesta por el gobernador Aguirre sobre su permanencia en el cargo: Si la quiere, que le pregunte primero a las familias de los muertos y los ­desaparecidos.

No hay piedad para el señor gobernador: Aguirre, borracho, devuelve a los muchachos, es una de las consignas más socorridas.

A esas horas corre en los celulares la versión de que el gobernador ya ha presentado su renuncia.

Lo niego categóricamente, ataja su vocero, José Villanueva Manzanares, a colegas locales. Y remata una llamada con un estamos resistiendo.

Al finalizar la marcha, la tropa local recibe una invitación de última hora, para asistir a una rueda de prensa que ofrecerá el gobernador. Las cámaras de CNN, Univisión, Televisa y de las agencias internacionales son montadas en vano.

Se espera una estancia larga de los marchistas frente al Centro de Convenciones, pero no, se dispersan pronto. A preparar las nuevas acciones, dicen.

Es el inicio de una jornada nacional, con todos los actores, no sólo con maestros, justifica Rubén Núñez, a la cabeza de 600 mentores de Oaxaca.

Los Peques

Dos horas más tarde, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, enlazará a los medios de comunicación con los avances de las pesquisas.

Entre otras cosas, informa de la detención de quien califica de líder máximo del cártel Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias.

Reportes de prensa de estos días señalan que Casarrubias tenía bajo su mando a un grupo de delincuentes conocidos como Los Peques.

Se trata de los hermanos Víctor, Mateo y Salvador Benítez Palacios, a quienes se conoce con ese mote porque son tamaños animalotes, refieren en Iguala.

Los Peques son dueños de un autolavado a una cuadra de donde fueron atacados y detenidos los normalistas por policías municipales”, dice un ciudadano de la cuna de la bandera.

Un sobreviviente, que llegó al sitio del ataque en el Periférico de Iguala después de la primera agresión, cuenta que Los Peques estuvieron observando a distancia lo que ocurría en el lugar. Y en el momento de la segunda balacera, cuando nos dispararon desde la camioneta, ellos también participaron.

Se entiende así que los estudiantes hermanen en sus gritos a sicarios y policías.