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Presentó su Viaje tour en el Auditorio Nacional con impresionante escenografía

Arjona, en una noche de rima imperfecta, tosió y cantó ante casi 10 mil seguidores
Foto
Apareció como todo un vagabundo en una bestia de metal en su tránsito de nocheFoto César Vicuña/ Ocesa
 
Periódico La Jornada
Jueves 23 de octubre de 2014, p. a12

Noche de culto a la personalidad, a la rima imperfecta, a las historias de amor urbanas inverosímiles, para soñar que un taxista seduce a una mujer con cuerpo de modelo, con canciones que hay que actualizar, porque la letra original ya es anacrónica; de sentar en las piernas a Cony, una mexicana hermosa que se prestó al juego de un donjuán guatemalteco... eso y más se reunió en el primer concierto de Ricardo Arjona el pasado martes, el primero de una serie de presentaciones de su Viaje tour, que abarcará 20 países.

Como en el espectáculo del payaso Slavas, Snow Show, el sonido de un tren enloquecido, a todo vapor, recibió al público. Era una bestia de metal en su tránsito de noche. El símbolo de la gira es una maleta, un veliz con unas bocinas para aludir que se trata del equipaje de un músico.

La imponente escenografía, una vieja estación de ferrocarril, que permite a Arjona correr en una escalera y en dos niveles, posibilita ver el espectáculo desde todos los puntos del foro, lo cual es un extra, pues en la mayoría de los conciertos la vista es parcial para la mayoría, salvo para los de las primeras filas, enfrente.

Viajero eterno

Apareció en el escenario vestido con un abrigo que da la idea de ser de un viajero eterno, con sombrero para la lluvia (burda imitación del show de Serrat y Sabina), zapatos para todo terreno, pantalón de mezclilla gastado por el uso. Todo un vagabundo, algo así como un émulo del Joaquín Sabina de la canción Cuando era más joven.

Enfrente se tiene el escenario de mayor dimensión de América Latina para un concierto. El Auditorio Nacional lució lleno, en el regreso de Arjona, quien llevaba cinco años de ausencia. Volverá el 23 y 24 de octubre. El baladista, quien vivió en el DF, celebra 23 años de carrera en los que ha vendido más de 20 millones de sus 17 materiales editados: 15 de estudio y dos en vivo. La actual gira llegará 20 países para un total de 300 presentaciones. En el Auditorio Nacional ha estado 42 veces.

Después del pitido del tren apareció Ricardo Arjona montado en una bicicleta, pedaleando sin bufar. Interpretó La Luna en bicicleta; El problema, uno de sus éxitos, que los casi 10 mil espectadores corearon, unos al punto del desgañite, en el límite del paroxismo. Desde ese momento ya todo fue toser y cantar. Entre el público, un ramillete de damas hermosas le lanzan besos, lo cual incomodó a más de uno que iba en pareja. Ni modo.

Acompáñame a estar solo es una rola de aparentes oximorones, de búsqueda de oraciones antitéticas, que gustan a oficinistas que leen poesía del nivel de una mesa de Sanborns.

La entrega del público fue total durante las dos horas de toquín baladesco, rumbero, rocanrolero...

Complació con casi todas las esperadas y hasta se dio el lujo de tener como invitada a la jarocha Yuri, quien cantó con el chapín dos subjetivadas melodías, una en la que demostraron su capacidad vocal: Fuiste tú. La güera de peróxido se emocionó tanto que cuando se fue se cayó. Se oyeron risitas. Pecata minuta.

Una dama aventó un brasier que Arjona aceptó de mil amores. Preguntó que dónde estaba el relleno. Aseguró que esa joven después iría a gozar con su novio. A nosotros, los cantantes, nos toca ser los promotores del amor de otros, dijo, y cantó Desnuda.

Así, hasta Señora de las cuatro décadas, que hoy debe de ser una anciana.

Para que los visitantes desquitaran lo que gastaron por el boleto se reventó unos popurrís. Hasta un acústico. Cerró con Mujeres, que dio paso a otra sorpresa: entró al escenario Mijares, El soldado del amor, quien demostró sus dotes de bailarín. Y Arjona abordó su tren y se fue con su maleta.