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Apuntes postsoviéticos

Tríptico electoral

L

as elecciones para renovar los parlamentos en tres repúblicas de la antigua Unión Soviética con fuerte presencia de población de origen ruso –en Letonia se celebraron a comienzos de mes, en Ucrania serán este domingo y en Moldavia están convocadas para finales de noviembre– pueden considerarse, en realidad, una suerte de plebiscito para ahondar su ruptura con Rusia o, por el contrario, para revertir esta tendencia.

Los gobiernos de Riga, Kiev y Chisinau, enfrentados con el Kremlin por ser sus países ya parte de la Unión Europea y la OTAN, como Letonia, o por tener esa aspiración, como Ucrania y Moldavia, comparten la obsesión por neutralizar el electorado de origen ruso.

En Letonia, igual que en los comicios anteriores de 2011 y a pesar de que cerca de 300 mil rusos no pueden votar por no haberse naturalizado y tener estatus de no ciudadano, se impuso el partido Armonía, del alcalde de Riga, Nils Ushakov, que representa los intereses de la tercera parte de la población que es de origen ruso, pero no podrá gobernar.

Volverá a gobernar una amplia coalición, encabezada por el partido Unidad, el segundo con más respaldo en las urnas, y, de hecho, aún no concluyen las negociaciones para el reparto de las carteras ministeriales.

En Ucrania el desprestigio del anterior gobierno de Viktor Yanukovich, cuyos principales funcionarios huyeron a Rusia tras saquear el país y el hecho de que no participen en la votación ni Crimea ni zonas densamente pobladas de Donietsk y Lugansk restan posibilidades al Bloque Opositor y a los otros partidos pro rusos que han surgido de entre las ruinas del ex oficialista Partido de las Regiones.

Se prevé el triunfo del Bloque de (el presidente) Petro Poroshenko y la única duda radica en cuántos votos podrán quitarle el Partido Radical del nacionalista Oleg Liashko, el Frente Popular del actual primer ministro Arseni Yatseniuk y Patria de la opositora Yulia Timoshenko y, en consecuencia, cómo quedará integrada la coalición gobernante.

En Moldavia, donde por la gravedad de la crisis económica, el Partido de los Socialistas y la alianza por la Unión Aduanera (con Rusia) –principales opciones pro rusas– cuentan con posibilidades reales de ganar. A la vez, se quejan de que el gobierno pro europeo pretende privar del derecho de votar a casi un millón de partidarios de una mayor integración con Rusia.

Denuncian que, aparte de las 250 mil personas de edad avanzada que no pueden votar por conservar sus pasaportes soviéticos, hay 700 mil moldavos que se ven obligados a trabajar en 140 ciudades de Rusia para mantener a sus familias y sólo podrán votar en 5 lugares, mientras que en Italia, por poner un solo ejemplo de país de la Unión Europea, los 200 mil que ahí laboran tendrán a su disposición 25 sitios.

Tres contextos diferentes y un mismo problema –minimizar la importancia del voto del electorado de origen ruso– que los gobiernos de Letonia, Ucrania y Moldavia resuelven sin escatimar argucias, ventajas coyunturales y maniobras.