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Sellando la frontera

L

os políticos y las fuerzas antimigrantes han llamado a sellar la frontera con México desde hace décadas y en años más recientes han sumado a su petición el tema de la amenaza de las drogas. Al ser declarada la infinita guerra contra el terrorismo después del 11-S, también hubo quienes emplearon esa nueva amenaza en una nueva combinación de argumentos: ilegales, drogas y terroristas. Ahora con el brote de ébola, y los primeros casos aquí, varios políticos y comentaristas advierten que musulmanes extremistas suicidas infectados a propósito, que trabajan con cárteles mexicanos, podrían ingresar para contaminar a la población de este país como parte de un complot y, de nuevo, llaman a sellar la frontera.

Tal vez tienen razón.

Pero al evaluar esos argumentos, la evidencia indica que sí: se debería pensar en sellar la frontera, pero del lado mexicano contra las amenazas que provienen desde el norte. Entre las múltiples razones, se podrían incluir estas seis:

Primero: el ébola está en Estados Unidos y no hay casos en México o América Latina. El manejo inicial de la enfermedad por el país más avanzado del mundo no inspira confianza en su capacidad para enfrentar desafíos de este tipo. Si se aplica la misma lógica de los estadunidenses que quieren sellar la frontera, se tiene que concluir que para la protección de la salud pública de los latinoamericanos (y para no tener que depender de burócratas a cargo del manejo de esta enfermedad), tal vez es hora de sellar la frontera y no permitir el ingreso de estadunidenses hasta que éstos comprueben que están haciendo lo necesario para controlar la enfermedad, incluido, por ejemplo, el envío, en proporciones similares, de médicos y expertos en salud que Cuba ha hecho a África.

Segundo: ante tanta preocupación de que terroristas puedan ingresar a Estados Unidos desde México, en los hechos todos los casos de terroristas extranjeros han ingresado por aeropuertos o por la frontera con Canadá. No sólo eso, sino que antes del 11-S el peor caso de terrorismo fue contra el edificio federal de Oklahoma City y los responsables fueron terroristas estadunidenses ligados a milicias y otras agrupaciones de ultraderecha. Por lo tanto, se tendría que pensar qué se requiere para proteger a los países latinoamericanos del ingreso de estos terroristas desde Estados Unidos por la porosa frontera estadunidense con México, incluida una propuesta para sellarla hasta que Estados Unidos logre imponer control sobre estas amenazas.

Tercero: armas. Estados Unidos tiene la población más armada del mundo avanzado, con suficientes pistolas o rifles (los cálculos indican entre 270 y 310 millones) para armar a cada habitante del país. En 37 por ciento de los hogares hay armas, según el Centro de Investigación Pew. En promedio, cada día 32 estadunidenses son asesinados con armas de fuego y 140 son tratados en hospitales, reporta la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con Armas de Fuego. Las leyes actuales en algunos estados permiten no sólo comprar, sino portar armas en lugares públicos, incluso en escuelas. Casi todas las armas usadas en las matanzas recientes han sido adquiridas de manera legal. Ante tal índice de violencia y descontrol de las armas, y para protección de los países al sur de la frontera, vale la pena considerar la idea de sellar la frontera hasta que Estados Unidos cambie sus leyes.

Cuarto: este país es uno de los principales contribuidores al desastre ecológico mundial. Ante advertencias de sus propios científicos y militares, y de la Organización de Naciones Unidas de que el cambio climático está por causar daños irreversibles y se prevén efectos cada vez más severos –sequías, súper tormentas, inundaciones y más–, podría ser necesario hacer preparativos en México ante la posibilidad de una ola de refugiados generada por estos efectos. De hecho, ya se ha ofrecido una visión de lo que esto podría implicar: en la película The day after tomorrow (El día después de mañana), el fenómeno climatológico provoca desastres en Estados Unidos y detona la huida de hordas de estadunidenses que cruzan la frontera hacia México sin papeles ni autorización; hasta el presidente, avergonzado, emite su primer comunicado en medio del desastre en territorio extranjero. En la película las autoridades estadunidenses suplican al gobierno mexicano mantener su puerta abierta.

Quinto: la guerra contra las drogas lanzada por Estados Unidos a principios de los años 70, según expertos y ex mandatarios, ha fracasado, con costos humanos, sociales y económicos astronómicos. El ejemplo más reciente es el que se reportó apenas la semana pasada, en que después de una década y 7.6 mil millones de gastos para la lucha antinarcóticos en Afganistán, ese país registro un nuevo récord histórico en su producción de opio el año pasado, reportó Reuters. Tal vez se debe sellar la frontera hasta que los estadunidenses cambien sus pautas de consumo, o lo regulen, y controlen a su sector financiero, que forma parte de este gran negocio.

Sexto: ante la promoción del inglés como idioma oficial en Estados Unidos –otra medida favorita de fuerzas antinmigrantes–, tal vez se debe contemplar, como medida de defensa del idioma, sellar la frontera a todo producto o marca impronunciable o que no tenga traducción al español. En particular, se debe prohibir el cruce de la frontera a toda empresa o producto que incluya –o peor, que empiece con– una letra que ni está en el alfabeto: la w. Hace mil años el peor caso era Woolworth, hoy día es Walmart. Ambas obligan a los que viven al sur de la frontera a hacer un gran esfuerzo y emplear un sonido inventado usando una g.

Hay muchas más razones para sellar la frontera desde el sur, y tal vez es hora de citar a un diálogo de alto nivel para evaluar estas razones en lo que dicen que es una relación de cooperación y responsabilidad compartida.