Opinión
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La Muestra

Adiós al lenguaje

Q

uienes carecen de imaginación suelen refugiarse en la realidad”. Esta frase, una de las múltiples sentencias que de modo característico Godard acumula en sus películas, podría ser el epígrafe perfecto para su experiencia más reciente, Adiós al lenguaje; también la dedicatoria ideal para los detractores que insisten en descalificarla. Ese empeño no es novedoso. Durante las largas décadas de experimentación formal con que el realizador de El desprecio y Pierrot el loco ha transformado el paisaje de la creación fílmica, los ataques se han sucedido sin originalidad y sin fatiga. La mayoría de los señalamientos parten de una limitación evidente: el esfuerzo, siempre estéril y frustrante, de querer interpretar el cine de Godard de acuerdo con los parámetros de la misma narrativa tradicional que él se ha empeñado en dinamitar.

A través de múltiples procedimientos (elipsis narrativas, digresiones, citas literarias, encuadres caprichosos, fragmentación de escenas, información escamoteada, continuas disrupciones de la imagen y el sonido), el director atenta contra el relato tradicional. Al interés del espectador, a la emoción que con toda justicia espera de una trama fílmica, Godard opone la alternativa no menos estimulante de la emoción estética. El teórico de cine David Bordwell, para quien Adiós al lenguaje es la mejor película de este año y la experiencia en 3D más original jamás vista, lo expone claramente: Nos emociona aquí no tanto la trama o los personajes, sino simplemente la belleza estética, en ocasiones estimulante o melancólica, a menudo fugaz y fragmentaria. En lugar de emocionarnos con los personajes, nos emocionamos con la imagen. Detrás de todas sus perversidades exasperantes, lo que busca Godard, en definitiva, es el éxtasis cinematográfico (davidbordwell.net/blog).

La más vieja historia en el cine, la de una pareja sentimental con sus anhelos y sus crisis, refrenda su perennidad y también algo de su anacronismo en una época de comunicación tecnológica instantánea. Hace medio siglo, El desprecio contaba ya, de modo magnífico, esa historia. Adiós al lenguaje es la constatación más lúcida de la inutilidad de volver a ese relato seminal por enésima vez y del mismo modo en el tiránico contexto de nuestra modernidad. Hoy, a sus 84 años, Godard sigue desafiando las certidumbres e inercias más arraigadas de los espectadores con una sorprendente vitalidad artística.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 18 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1