Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 9 de noviembre de 2014 Num: 1027

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Revueltas y el mal
José Ángel Leyva

José Revueltas o la
entereza del árbol

Elena Poniatowska

José Revueltas y la
desobediencia crítica

Enrique Héctor González

El santo hereje
Sergio Gómez Montero

José Revueltas y las
orillas de sus crónicas

Gustavo Ogarrio

El sombrero de mi abuela
Eleni Vakaló

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Miguel Ángel Quemain
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Antes de la caída, Leñero y su erótica de la fratría

Antes de la caída, de Estela Leñero, dirigida por Gema Aparicio, es una puesta en escena de la poética plasticidad de un texto que fluye, melódico, a través de tres personajes que son espacio y movimiento en un presente donde acción y palabra exploran en el pasado de unos cuerpos que se trenzan incestuosos y edípicos.

Dos hermanas que se comen el corazón de un hombre que las comparte primero en un trío, donde el secreto edifica poco a poco el conflicto, el análisis y la discusión escénica, erótica y ética por venir a lo largo de 90 minutos casi acrobáticos, que transcurren en columpios y andamios.

Son seis plataformas de madera que muestran el frágil equilibrio del que declara y recuerda, de quien se defiende a su modo, sus caídas y goces, en esa exploración de los cuerpos prohibidos y, sin embargo, compartidos en ese mundo que tiende a ser endogámico y repetitivo, cuando no se desobedecen las leyes del parentesco que finalmente nos garantizan que fuera de casa están los horizontes de la libertad personal, como lo propusieron Freud y Levi-Strauss.

Estela Leñero traza una dramaturgia que ella misma reconoce como anómala en su escritura, y que Gema Aparicio toma oportunamente para lanzarla fuera de los rigores del realismo como género y situarla en otro realismo, el del estilo, el de los cuerpos y las emociones que se liberan de las nociones sobredeterminadas de tiempo-espacio para así construir una especie de mónadas donde los personajes/burbujas corroboran, contradicen, completan los recuerdos de unos y otros trenzados en amores que muestran las escisiones psíquicas, que les permiten exiliar momentáneamente la culpa de sus acting out.

Estela Leñero nos presenta un mundo posible para las mujeres que comparten a un hombre  y, además, son hermanas. Es una invitación también a mirar las cosas bajo el signo contrario y preguntarse qué pasa con dos hermanos que comparten a una mujer. Es una idea fascinante porque significa construir la indagación en la certeza de que ambos sexos funcionan en un orden tan complementario como equidistante.

Separación de los sexos tejida de matices psíquicos delicados que se construyen desde su naturaleza mental, pero también desde el horizonte social donde los intercambios simbólicos son ordinarios, muy delimitados por lo imaginario que ha hecho de “la cuñada” parte del erotismo barato como el que construye la imagen tan manoseada: “a la prima se le arrima” para explorar la representación de ese erotismo voyerista y de rasgos perversos que destruye a la pareja propia, con sus temores a la rivalidad fraterna que, primero, se disputa a papá y luego al hombre que tomará el relevo de ese falo insustituible inserto en la parentalidad.

La propuesta tiene densidad, complejidad que se encuentra incluso en las elecciones vitales de los personajes: la pareja estable conformada por una alpinista, Rita (Aurora Gil) y un fotógrafo, Diego (Daniel Bretón), que mira y mira a su cuñada Martha (María Inés Pintado), una especie de free-lance que se dedica a viajar, a vivir como puede, haciendo lo que más le gusta.

Hay un conjunto de ideas dramatúrgicas y escénicas complementarias que fluyen: el juego y la conexión con la fotografía, su juego de representaciones y puestas en escena de la imagen; el juego del secreto y su develación; el orden de la pérdida en lo simbólico y en lo real, con la presencia, transfiguración, enigma y metamorfosis de lo materno vivo y en duelo; diálogos apretadísimos y cortos, de gran velocidad y expresividad.

Gema Aparicio ha logrado que las desigualdades actorales no prosperen y ha hecho del conjunto, de ese trío, un concierto de cámara armónico donde los desequilibrios apenas se notan. El texto exige un nivel actoral que en seguida se evidencia si no se acompañan esas voces concebidas como una línea melódica que tiene un texto que, sin dificultad, podría aprehenderse con la luz apagada porque no exige un contexto espacial preciso para desarrollarse, y es en lo anímico donde las voces pueden marcar sus posiciones.

No estoy convencido de que esa masculinidad posea la complejidad en el orden de construcción del personaje. Tal vez no se le pueda reclamar demasiado, porque en el fondo tiene algo de fantasma que se pasea como una mediación entre la corporalidad y el psiquismo de dos hermanas que son una especie de Caín dividido en dos cuerpos.

Antes de la caída concluye su temporada en el Cenart este domingo y participará después en el Festival de Tlaxcala y en Bogotá.