Opinión
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La Muestra

Dos días, una noche

E

logio de la solidaridad. Quienes hayan seguido de cerca la filmografía de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, habrán podido constatar su fidelidad a temas recurrentes, como el déficit de solidaridad en las sociedades modernas, los dilemas morales que dicho fenómeno plantea a los individuos y las posibles soluciones, delicadas y provisorias, que suele ofrecer una apuesta humanista. Tómese La promesa (1996), tercer largometraje de los Dardenne, donde un niño se enfrenta al dilema de mantener lealtad a su padre, dueño de una fábrica que emplea a trabajadores indocumentados, y la promesa que hace a la esposa de uno de esos obreros cuando este último fallece víctima de un accidente laboral. Dilemas igualmente difíciles se presentan en otras de sus cintas; el más delicado tal vez sea el del padre que pierde a su hijo y debe decidir entre vengar o perdonar al empleado adolescente responsable de su muerte (El hijo, 2002).

En Dos días, una noche, su película más reciente, el asunto de la solidaridad moral tiene que ver con una persona muy vulnerable, Sandra (Marion Cotillard), obrera en una fábrica de celdas solares, quien luego de una larga depresión nerviosa se encuentra a punto de perder su empleo. Su suerte depende de que sus 16 colegas rechacen la propuesta del patrón de ofrecerles un bono de mil euros a cambio de consentir el despido de la joven. Mantenerla en su puesto equivale para ellos a privarse de una prima laboral tentadora. Durante el fin de semana previo a la votación definitiva, Sandra intentará convencer, sin victimismo ni reclamos, a cada uno de sus colegas de renunciar a ese bono y solidarizarse con ella para poder conservar su empleo.

El caso no es una ficción pura. Negociaciones de ese tipo se han multiplicado en países industriales donde los patrones fomentan la competitividad y la rivalidad entre sus empleados, donde los recortes de personal desalientan todo impulso solidario, y donde también se acentúan las sensaciones de inseguridad y miedo ante la posibilidad real de desempleo y pérdida del estatus social conquistado.

La fina observación social de los Dardenne y la impecable actuación de una Marion Cotillard de figura nerviosa y frágil, consiguen involucrar de lleno al espectador en una historia que plantea una elección moral compleja (renunciar al beneficio propio en aras de un interés ajeno), describiendo de paso, en el microcosmos laboral, la insensibilidad de una sociedad que propicia el triunfo final del individualismo sobre el interés de la colectividad. Una realización sobria y contenida resume en la crónica puntual de dos días agitados, los escollos a que se enfrenta una vacilante noción de solidaridad en los tiempos neoliberales.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, 13 y 16 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1