Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 16 de noviembre de 2014 Num: 1028

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Revueltas y Paz:
la confrontación
postergada

Evodio Escalante

Pájaros de barro
Juan Antonio González León

Neoliberalismo,
educación y juventud

Miguel Ángel Adame Cerón

Ayotzinapa
Mariángeles Comesaña

Las normales
de Warisata y
Ayotzinapa: puentes

Boris Miranda

Columnas:
Perfiles
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Naief Yehya
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El Comic Con de Nueva York,
Apocalipsis y Carnaval

Diez mil divas por minuto

Una Alicia, salida sin dudas de un país de maravillas, portando el característico vestido infantil azul y delantal blanco (aunque notablemente más corto que el imaginado en las ilustraciones del propio Lewis Carroll y John Tenniel, así como el de la caricatura de Disney) pasa entre un grupo de personajes de Dr. Who dejándolos azorados, y hace que se detenga en seco un Superman, la mandíbula Wolverine amenaza con tocar el suelo y dos Spidermans casi caen de espaldas al verla. Hay muchas razones para obsesionarse con la Convención de cómics de Nueva York, el segundo Comic Con en importancia de Estados Unidos (con unos 150 mil asistentes anuales) después del de San Diego. Sin embargo, una de las principales es que se trata de un desfile incesante de provocaciones y de visiones seductoras de Wonder Woman, Khalessi, Gatúbela, Sailor Moon y Poison Ivy entre muchas otras féminas prodigiosas que llevamos impresas en la memoria.

Por un puñado de nerds

Las convenciones de cómics aparecieron como reuniones de fanáticos, coleccionistas y aficionados en las que se podían comprar, cambiar y vender historietas, juguetes, videos y toda clase de memorabilia y objetos relacionados con la cultura y el culto del cómic, la fantasía y la ciencia ficción. Era una oportunidad para los autores, editoriales y fabricantes para  ampliar mercados, evaluar productos y entrar en contacto con su público: una comunidad relativamente subterránea de nerds con cierto poder adquisitivo. El Comic Con de San Diego comenzó en 1970 con trescientas personas en el sótano de un hotel. Se estima que en la más reciente edición del Comic Con de Nueva York alrededor de 40 millones de dólares cambiaron de manos en el Centro Jacob Javits. Hoy este evento domina el mainstream, la corriente principal de la cultura popular, y tiene ecos en docenas de convenciones semejantes en numerosos países, desde Dubai hasta Rumanía. Poco a poco el Comic Con fue creciendo, diversificándose y convirtiéndose en un acontecimiento masivo con enormes inversiones de la industria del entretenimiento, en particular de las televisoras, estudios de cine, grandes editoriales y creadores de juegos de video.

Coporativismo vs exhibicionismo

Se trata de una oportunidad para ver los próximos lanzamientos, asistir a paneles con actores, artistas, ilustradores, animadores y escritores. Y si bien algunas mesas redondas y conferencias pueden ir de lo delirante a lo estrepitosamente hollywoodense (este año George Clooney hizo una aparición sorpresiva), el verdadero atractivo radica en los asistentes, en las hordas de cosplayers que dan un colorido intenso a los pasillos, salones y foros de la convención, como si se tratara de un fastuoso Halloween para adultos cargado de una sexualidad pulsante. El cosplay (costume play o juego de disfraces) es una celebración enfebrecida del fanatismo por las historietas, el cine fantástico, los juegos de video y los zombis, que lleva a hombres y mujeres (en su mayoría adultos) a disfrazarse de personajes, a imitar sus gestos, expresiones y a posar ante las cámaras en una apropiación juguetona y solemne, homenaje y parodia, narcisismo erótico y caricatura de seducción. Este evento grotesco y pantagruélico es en gran medida una gigantesca sesión fotográfica en la que se toman instantáneas y video de todo mundo. Por todas partes hay asistentes posando para otros asistentes. Pedir una foto es un elogio y un reconocimiento (aunque este año la campaña en contra del acoso sexual fue muy prominente), señal de admiración y solidaridad.

Apocalipsis ritual

El Comic Con es un gran mercado, un conglomerado de eventos tan nostálgicos como apasionados por ideas exóticas del futuro, una apoteósica bacanal distópica donde año con año la ingenuidad y la perversidad entran en violenta colisión en una celebración de la fertilidad y decadencia de la cultura pop. En gran medida el tema dominante es siempre el Apocalipsis y la Caída del Hombre, en ese sentido es una forma de purgar el horror cotidiano, como si fuera un carnaval postpostmoderno, un festival satánico de utilería, un walpurgisnacht enfebrecido y a la vez dócil. Si bien inicialmente este evento reflejaba una visión marginal y alternativa de desencanto y cuestionamiento de la cultura de masas, hoy se trata de un espectáculo interactivo financiado por corporaciones gigantes. Y sin embargo, la obsesión de miles y miles en participar, de desfilar enfundados en los disfraces más enloquecidos y absurdos, es una forma (retorcida y contradictoria sin duda) de rescatar esta cultura del agujero negro del consumismo.