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El escritor, crítico y editor publica dos libros en la editorial Planeta

Disfrazar el lenguaje oral de escritura no implica redactar, dice Sandro Cohen

Atacar el problema de escribir como se habla y mostrar la experiencia de un pedalista para mejorar su desplazamiento en la ciudad son los ejes de Redacción sin dolor y Zen del ciclista urbano

 
Periódico La Jornada
Martes 18 de noviembre de 2014, p. 8

Atacar el problema de escribir como se habla y mostrar la experiencia de un ciclista para mejorar su tránsito en la ciudad son los respectivos ejes de las recientes publicaciones Redacción sin dolor, a 20 años de su primera edición, y Zen del ciclista urbano (ambos de editorial Planeta).

Así lo dice el autor Sandro Cohen, quien conjunta en esos volúmenes sus intereses como profesor y escritor.

El primer texto, que este año llega a la sexta edición e incluye las nuevas normas de la ortografía de la lengua española, tiene la finalidad de que abordemos la redacción no desde la forma en que hablamos sino a partir de la escritura.

Es mil veces preferible partir de la escritura para escribir bien, entender que todo mi mensaje tiene que ser transmitido por palabras y signos de puntuación. No hay más, dice el también poeta, editor y crítico a La Jornada.

El español es un blanco móvil

Sandro Cohen (Newark, Estados Unidos, 1953) destaca que la redacción debe basarse en el lenguaje escrito, por lo que es necesario “saber cómo armar mi discurso para que sea comprensible y para que diga lo que quiero. Esto no ocurre de manera automática ni accidental: es un oficio y hay que estudiarlo.

“Cuando uno quiere poner por escrito lo que diría en voz alta casi siempre termina en desastre, porque las palabras por sí solas no transmiten el mensaje oral, faltan muchos elementos. Hay que lograr, en el mejor de los casos, una traducción del lenguaje oral al lenguaje escrito.

Muchos de los problemas que tenemos en la escritura son porque la confundimos con el habla. Son diferentes. Las palabras que usamos, el léxico, tiene que obedecer a las mismas reglas de siempre: de la gramática y de la sintaxis. Y ordenamos las palabras de cierta manera cuando hablamos y de otra manera cuando escribimos, o deberíamos, porque cuando hablamos utilizamos una sintaxis sumamente flexible.

El autor, naturalizado mexicano, considera que para escribir bien es necesario entender lo que uno está haciendo cuando escribe. Si uno escribe como habla, pues sale facilito, pero mal, porque sale como lenguaje oral disfrazado de escritura, pero eso no es redacción.

Niega que el lenguaje sea más pobre. Las palabras no son el lenguaje. El lenguaje es un código que usamos para comunicarnos y hay diferentes, los dos más importantes que usamos son el lenguaje escrito y el oral, los cuales tienen sus propias reglas y no hay que confundirlas.

El idioma español tiene los mismos problemas en sus variantes, como en Colombia, Argentina y Chile. “El más grave es escribir como se habla. Así se reproducen las mismas estructuras incomprensibles en la escritura.

“El problema más grave de los redactores inexpertos es el encabalgamiento, que es una derivación de la escritura como habla (…) Lo primero que debo hacer es que los alumnos desaprendan lo aprendido.”

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Cuando uno quiere poner por escrito lo que diría en voz alta casi siempre termina en desastre, porque las palabras por sí solas no transmiten el mensaje oral, faltan muchos elementos, explica Sandro Cohen a La JornadaFoto José Antonio López

Y añade que no ha visto muchos cambios en este ámbito. “Hay palabras nuevas y algunas están cayendo en desuso. La gramática sigue siendo la misma. La sintaxis sigue siendo la misma. El lenguaje oral ha cambiado en la medida en que las palabras que utilizamos para expresarnos lo han hecho (…) El español es un blanco móvil. Nunca se está quieto. La gramática tarda siglos para cambiar, pero en el léxico los cambios son casi instantáneos”.

Cultura ciclista en pañales

Por otra parte, respecto del libro Zen del ciclista urbano, Sandro Cohen menciona que el volumen compuesto por 85 meditaciones se originó hace un par de años, cuando él retomó la bicicleta, y engloba tres de sus intereses vitales.

“Empecé a usar la bicicleta como medio de transporte y, por supuesto, como maestro y como escritor, ¿qué se me ocurre?: de lo que he aprendido, de lo que he visto, transmitir esto a las personas. No dar clases, sino compartir experiencias. Así decidí abrir la página en una red social y le puse ‘Zen del ciclista urbano’.

“Creo que hay que encontrar en el uso de la bicicleta un equilibrio y una armonía zen como método de supervivencia.

“Al ciclista le está prohibido enojarse. No le conviene, va en contra de sus intereses vitales. Un ciclista enojado va a caer en el error, lo van a atropellar.

“Al ciclista no le es dado el enojo. Tiene que aprender a hacerse uno con su entorno para no ser su enemigo.

“El ciclista no puede ser enemigo del automovilista, del peatón o de los demás ciclistas, tiene que aprender a manejar el equilibrio emocional y estar en armonía con su entorno. Además, hay que tener un buen equilibrio para no caerse.

“El cerebro es muy importante en el ciclismo (…) Necesitas tener conciencia perfecta de tus alrededores. Mínimo 50 metros, si no es que 100 a los lados y adelante. Uno no puede darse el lujo de desconectarse. Son consejos muy prácticos encima de los consejos espirituales y las reflexiones urbanísticas.

Lo digo una y otra vez. El peatón no es el enemigo del ciclista, ni siquiera el automovilista. No hay amigos ni enemigos, todos formamos parte de un equipo de movilidad y tenemos que aprender a ceder el paso, a dar las gracias. Aquí no hay ganadores ni perdedores.

Y concluye que en la ciudad, en lo tocante a una cultura ciclista, estamos en pañales, en la etapa de la simulación. Hay muchas ciclopistas confinadas que no llevaban a ninguna parte, son inconexas y son peligrosas, porque no son respetadas.

Estos espacios, afirma el escritor, son ocupados por taxis, camiones de basura, diableros, triciclos de carga y policías.