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Jerusalén: cosecha de rencor
L

a espiral de violencia entre israelíes y palestinos que se ha desatado en Jerusalén –ciudad que ambos reclaman como capital, por más que actualmente se encuentre bajo control de Tel Aviv– alcanzó ayer una nueva cota de horror con el ataque perpetrado por dos palestinos a una sinagoga del barrio de Har Nof, en el que murieron cuatro rabinos y un policía druso, además de los atacantes, quienes fueron abatidos a tiros por la policía. En la agresión, que tuvo lugar muy de mañana, en plena hora del rezo, dejó además un saldo de siete personas con heridas de diversa importancia. El atentado en la sinagoga Kehillat Bnei Torah se suma a una nueva modalidad de ataques contra civiles judíos por parte de palestinos aislados, que consiste en acciones espontáneas, como acuchillamientos de transeúntes y atropellos vehiculares de peatones. Si bien los grupos fundamentalistas Hamas y Yihad aplauden tales acciones, es claro que no tienen relación alguna con su planificación y ejecución.

Carlos Bonfil
El Correo Ilustrado

Acerca de carta sobre Salvador Elizondo

L

e ruego publique con la brevedad posible la siguiente aclaración a la carta titulada Llama a salvar obra de su padre... publicada el 17 de noviembre de 2014 en la sección El Correo Ilustrado:

Pepe Mujica: el vocho no se vende
¿Q

ué convierte a un hombre en gigante o chiquito? ¿Poder, fama, fortuna, éxito, afán de trascender? Nada de esto confunde al presidente saliente de Uruguay, José Pepe Mujica, quien así como el otro Pepe, Artigas, renegó a escribir la historia de su país con letra chiquita.

José Steinsleger
La Iglesia católica, crítica del gobierno de Peña Nieto
L

a tragedia de Ayotzinapa ha catalizado una crisis política sin precedentes en la historia moderna del país. Como resultado, los actores sociales y políticos se realinean o toman distancia de la clase política, agobiada por las protestas y el repudio generalizado que demandan cambios profundos. Uno de los actores que ha manifestado alejamiento a las políticas del actual gobierno de Enrique Peña Nieto es la Iglesia católica mexicana y el propio episcopado. Es necesaria la distinción porque no son sólo los obispos, sujetos visibles, sino diversos sectores eclesiales que han exhibido desacuerdos. Los obispos enviaron un duro mensaje el pasado miércoles 11 de noviembre, con un documento contundente cuyo título es muy revelador: ¡Basta ya! Ya basta de sangre, de muertes y de desapariciones en el país. No queremos más dolor ni más vergüenza. ¡Basta ya! es una expresión fuerte que muestra hartazgo e impaciencia de una institución con sapiencia política que intuye la descomposición de estructuras políticas sustentadas en la corrupción, impunidad y simulación. Además, recibe todo el estímulo de su cabeza, el papa Francisco. Como dicen los propios prelados en su saludo al Papa: Así, con humildad y compromiso, esperamos brindar al pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad las orientaciones que brotan del Evangelio, siguiendo la gran recomendación que su santidad nos dio: el obispo por su pueblo y la cercanía con su pueblo. Con otras palabras, por una parte, los obispos se sumaron al clamor generalizado por un México en el que la verdad y la justicia provoquen una profunda transformación del orden institucional, judicial y político y, por otra, aquí juega el factor Francisco, los obispos tienen el mandato del Papa para desempeñar un papel más crítico y solidario al reclamo popular. Hasta hace apenas dos años, en estas página cuestionábamos la excesiva intimidad entre el nuevo gobierno peñista con el episcopado. Parecía una luna de miel de los obispos en el regreso del PRI a Los Pinos. La corona fue la reforma al artículo 24 sobre libertad religiosa, un pacto entre mexiquenses católicos, por un lado el anterior presidente de la CEM Carlos Aguiar Retes y por otro, el entonces candidato Enrique Peña Nieto. Probablemente muchos obispos se sienten temerosos de estar cuestionando al presidente Peña, porque salen de su zona de confort, pero tienen las exigencias del Papa de que se muevan por la justicia social, por los pobres, por las preocupaciones de los fieles. Los indicios de distanciamiento actual es probable que sean tácticos, pero es relevante aquilatar el movimiento de una institución con gran peso social, que es reacia a percibir inestabilidad social y mucho menos a quebrantar el orden social existente, porque sabe bien que pone en riesgo los privilegios y estatus que ha conquistado. En todo caso, la Iglesia, con experiencia y sabiduría política, su posición, dependerá de cómo sale librado el gobierno y cómo se realinean los actores.

Los zapatistas y Ayotzinapa
E

l encuentro de los zapatistas en el caracol de Oventik el 15 de noviembre con las madres, los padres y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzipana subraya la centralidad de la palabra de los que están directamente afectados por la violencia del Estado. Como señala el subcomandante insurgente Moisés, la palabra de los familiares ha conseguido que muchas, muchos, en México y en el mundo, despierten, pregunten, cuestionen.

Bernardo Barranco V.
Neil Harvey*
Sistema descuadrado
D

e pronto, sin esperarlo y, menos aún desearlo, a los priístas de nueva estirpe se les descuadró el sistema que creían conocer, manejar y controlar con singular maestría. Las antiguas reglas mudaron su talante y los referentes hay que buscarlos. En este desbarajuste no atinan a formular las debidas respuestas. Las demandas que emergen con furia y desolación son agrias. Los tiempos que hace apenas un rato visualizaban eran calmos. Después de un breve sobresalto por el que se atravesaba vendría el reacomodo y se retomaría el diario quehacer público, como antes. El modelo imperante lo pensaron fácil de usar y predecir hasta que tocaron fondo. Algo muy espeso salió mal, muy mal. Ahora se les ha venido encima un cúmulo de reclamos para los cuales no tienen instalados los reflejos necesarios y las rutas posibles las desconocen.

Ayotzinapa o la disolución del Estado mexicano
L

os crímenes en contra de los estudiantes de Ayotzinapa muestran un proceso que está en marcha desde hace tres décadas: la disolución del Estado mexicano. Hoy ya nadie, creo que ni en el gobierno, maneja la tesis de que ese crimen es una hazaña más de la delincuencia organizada. Con el tiempo se aclaró la profundidad del drama: el Estado mexicano es el autor de esta masacre, como lo fue en Tlatlaya y en tantas otras en los últimos años. La advertencia de Peña Nieto sobre el uso de la fuerza debió conjugarse en tiempo pretérito. La fuerza del Estado ha sido usada en innumerables ocasiones porque un Estado en desintegración siente no tener ninguna otra base para sostener el status quo.

Luis Linares Zapata
Alejandro Nadal