Opinión
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Andanzas

Punto de encuentro

S

e denomina así a la temporada de danza contemporánea que el INBA presenta en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque desde las primeras semanas de noviembre, con obras de cinco coreógrafos, entre los que se encuentra de manera importante Óscar Ruvalcaba, de sólido historial y prestigio.

Cinco son las miradas alternas, realizadas entre 2012 y 2014, que nos ofrecen diversas concepciones, temas, lenguaje corporal y todo lo que una obra requiere. Ellos son Dery Fazio; el propio Ruvalcaba; Andrea Catania, de Costa Rica; Vivian Cruz; Lourdes Luna, y Roberto Olivan, de España, entre otros colaboradores, diseñadores, etcétera.

En la función del pasado 6 de noviembre vimos la pieza de Óscar Ruvalcaba, titulada Signos: el cuerpo de la noche, y es, sin duda alguna, una coreografía redonda, madura, de gran calidad, con la belleza del trabajo fino bien acabado, plena de contenido y significancia. La obra, a pesar del escaso público, fue ovacionada, a todos nos gustó y supimos apreciarla y aplaudirla sonoramente. El grupito, de 10 bailarines, es brillante y poderoso.

Como me comentó algún día sobre la calidad de la danza el maestro José Limón: puede presentarse en cualquier teatro del mundo y siempre será excelente.

Signos: el cuerpo de la noche, cargada de atmósferas y significaciones, es un trabajo pulido y concertado; contiene una visión profética, viviente de la atmósfera de lo desconocido, el peligro latente; una violencia agazapada que puede estallar en cualquier momento.

Es también, el cuerpo del miedo, del temor, la inse- guridad, la pesada atmósfera y el peligro latente. La noche arriesgada es el espacio de los desfavorecidos. En ella los jóvenes se mueven, se tratan, se devoran, se aman y se destruyen; la destreza de su técnica, y el fluido lenguaje corporal, que por suerte ya no le pide absolutamente nada ni la menor inflexión grahamiana, lo que es una delicia. Su indudable dominio técnico, siempre original, genuino. Es… simplemente.

Sin duda ni inseguridad alguna es firme, contundente. Los chicos se plantan con movimientos dominantes y crean personajes dibujados en cada musculo del cuerpo y la expresión de sus rostros. La danza de la obra tiene algo de cinematográfico, muestra las cosas rotundamente, no hay cuento ni narración o bailoteo alguno; son rostros, actitudes, lenguaje propio, impacto y autenticidad, que hacen de la obra de Óscar Ruvalcaba algo verdaderamente delicioso, satisfactorio, pleno, y espléndido.

Rebasar todos los trucos y manías de la danza, sus estilos y vicios es, creo yo, un verdadero triunfo porque nos llena; parece que los chicos y Óscar han encontrado su mutuo conecte y se lanzan audaces a mostrarnos su verdad, y realizan una pieza generosa y natural, espléndida en su estructura y la construcción del diseño escénico y las palabras del cuerpo, es delicioso.

Por si fuera poco, la obra contiene una especie de presentimiento... los chicos de las calles de esta ciudad oscura, retenes silenciosos, jóvenes aventando llama, pateando puertas y cuanto encuentran en su camino, gritando, rayando, pintando muros y escupiendo ira y desesperación; desfogan su rabia como pueden. Esa frustración y sueños imposibles en nubes de polvo y alaridos, mientras la ciudad oscurecida, en silencio, aguarda, espera tal vez la primera oportunidad para devolver el golpe, castigar la rebeldía de los atrevidos. Los violentos que no pueden mandar matar a nadie, mientras las sombras crecen, arrastrándose silenciosas.

Una obra que dice y hace sin mentiras, que nos pone a pensar y nos colma el corazón por un trabajo impecable, una entrega sincera y valiosa. Es una nueva danza, la danza. Salimos felices, satisfechos, vivos y esperanzados. ¡Enhorabuena!

Asista al Teatro de la Danza y a la temporada de Signos.