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Hablemos del patrimonio
E

l titular de este artículo fue el título del foro que se llevó a cabo hace unos días en La Casa de la Bola, en Tacubaya. La hermosa mansión de historia centenaria es un destacado museo y se ha convertido en un importante centro cultural. Lo organizaron la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial del DF (PAOT) y Fomento Universal para la Difusión Arquitectónica de México AC, (Fudarqmx). Esta última es una fundación sin fines de lucro, dedicada a la promoción de la cultura urbano-arquitectónica.

En la inauguración participaron la directora del Fundarqmx, María Bustamante, quien además es cronista de Tacubaya. También estuvieron el procurador ambiental Miguel Ángel Cancino, el presidente del Colegio de Arquitectos, José Luis Cortés, el titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, Felipe de Jesús Gutiérrez, la coordinadora de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura, María del Carmen Tostado, y un representante de la delegación Miguel Hidalgo.

En los dos días de trabajos se abordaron aspectos de enorme interés que buscan proteger la gran riqueza patrimonial que tenemos e impulsar proyectos y programas que estimulen una mejora integral de la ciudad de México.

Un tema crucial fue el que trató el maestro en arquitectura Richard de Pirro. Fundador del Instituto Mexicano de Urbanismo, mediante su taller de arquitectura y urbanismo, ha restaurado casas en las colonias Roma y Juárez. Entre otras la que habita con su familia y la que fue obra de su mujer, la también arquitecta Ana Rita García Lascuraín, que alberga el Museo del Chocolate (Mucho).

Explicó todos los problemas que enfrenta un particular que quiere restaurar un inmueble catalogado, que frecuentemente padece alto grado de deterioro. Hay que enfrentar una serie de trabas y disposiciones inoperantes, cuando no absurdas. Un ejemplo es la exigencia de estacionamiento. Esas casonas de siglos pasados no solían tener cocheras, lo cual presenta un problema en la restauración, que de suyo es costosa y complicada.

Esto nos trajo a la mente un interesante programa que impulsó a principios de los años 90 del siglo XX, el gobierno que encabezaba el entonces regente de la ciudad Manuel Camacho. Creó el Fideicomiso del Centro Histórico, que proporcionaba beneficios fiscales y apoyos técnicos a las personas que adquirían un inmueble para restaurarlo. Estos consistían en proporcionar exención de 100 por ciento en el impuesto predial, en el de adquisición de bienes inmuebles y el trámite gratuito ante el Registro Público de la Propiedad. Asimismo, apoyaba en la elaboración de planos y proyectos de restauración y realizaba eficazmente los trámites en el INAH, delegación política y demás dependencias involucradas.

El dueño pagaba un pequeño porcentaje del dinero que se había ahorrado con las exenciones, con lo cual apoyaba al sostenimiento del fideicomiso. Éste además del apoyo gubernamental, recibía fondos a través del Sistema de Transferencia de Potencialidad. En ese sexenio se restauraron cerca de 800 casas y edificios. Desafortunadamente, los gobiernos posteriores le cambiaron el uso al fideicomiso que dejó de brindar esos apoyos a los particulares.

Motivados por las ponencias nos fuimos a dar una vuelta por la colonia Juárez para apreciar la restauración que alberga el Museo del Chocolate. Ocupa una preciosa casona de 1909 situada en la calle de Milán esquina Roma. De verdad da gusto ver su magnífica recuperación, que además brinda la oportunidad de conocer la historia y el presente de ese producto ancestral, aporte de México al mundo.

La preciosa fachada y su interior están cuidadosamente restaurados y contribuyen a rescatar el tesoro arquitectónico de la ciudad de México.

Como estábamos muy cerca de la calle de Lucerna, nos dirigimos al número 12, al Círculo del Sureste. Acompañados de una cerveza Montejo saboreamos unos ricos papadzules, sopa de lima y tacos de cochinita pibil, mientras seguíamos hablando del inagotable tema del patrimonio.

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