Opinión
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Melón

El nengón y algo más

H

ace algunos años conocí a Eliades Ochoa y a la Estudiantina Invasora, cubanos de Santiago de Cuba, en una actuación en una calle donde termina la Alameda Central. Unos días más tarde fui al teatro Tepeyac, donde volvieron a presentarse Eliades con su Cuarteto Patria; antes de Buenavista Social Club, tuvo la gentileza de invitarme a cantar con él, lo cual hice con mucho gusto. Sirvió para iniciar una cercanía que mucho agradezco.

Lo mismo puedo decir de la Estudiantina Invasora, de la que tengo una grabación que me obsequió Carlitos Vázquez. Dicha grabación contiene algo que hizo que mi curiosidad hiciera acto de presencia, pues en ella se mencionan varios nombres que me obligaron a seguir investigando, actividad que hago con mucho gusto. Dicen los Invasores: En Guantánamo el nengón, el changüí y el quirivá y allá en Santiago, señores, maracaibo y rumbanvá.

Tengo algunas advertencias, monina, y espero que las tenga en cuenta, mi querido enkobio. Fuera del nengón no le aseguro que mi ortografía esté al 100 por ciento. La de changüí sí, porque así lo escribía Alejandro Mustelier, compositor de Chacumbele, uno de los primeros éxitos de Machito, la cual decía: Dónde vas mujer de fuego. Oh, mujer de cabaret, vas en busca de tu amante que ayer, noche, se te fue, con un coro que decía Ay, Chacumbele, el mismito se mató. Mustelier fue el primero que me habló del changüí.

Del maracaibo le puedo decir que no se refiere al venezolano, sino a lo que grabó Benny Moré: “pa’ que tu lo bailes, mi son maracaibo”, lo que me hace pensar que los antes nombrados son antecedentes del son cubano.

En Santiago de Cuba le escuché decir al musicólogo Lino Betancout que no hay certeza para decir dónde nació el son cubano. Hay varios lugares; uno de ellos, por supuesto, Santiago, así como Baracoa, de cuyas montañas bajó Nené Manfugás con un tres hecho por él, para establecerse en Guantánamo y posteriormente llegar a Santiago.

Quiero dejar bien claro que esto es parte de mis hallazgos, y estos de viva voz como el ya citado Lino Betancourt, María Teresa Linares y lo que he podido leer de Fernando Ortiz, Leonardo Acosta y otros a lo que fui encontrando en mi camino, que ha estado lleno de jícamo y saoco. Entre los primeros, Mariano Oxamendi, del que guardo un recuerdo envuelto en agradecimiento que me ha permitido navegar viento en popa y a toda vela y comprender que la música cubana no es cuestión de enchílame otra, como algunos despistados creen.

Hay una familia en Santiago, a la cual he podido admirar. Se conoce como la familia Valera Miranda, y entré en contacto con ella por medio de un disco compacto llamado Antología integral del son, en el cual se escucha a la abuela Catalina contar algunas anécdotas y cantar nengón, para ti, canto y estribillo de Castellanos, y La chumbamba, por nombrar algunas.

Los nombres de los integrantes son: Félix Valera Miranda, Carmen Rosa Alarcón Gamba, Radamés González Brugal, Félix Enrique Valera Alarcón, Raúl Féliz Valera Alarcón y Ernesto Valera Alarcón. Años más tarde, en 2002, en mi segundo viaje a Santiago de Cuba, por medio de Eliades Ochoa conocí a Félix Valera Miranda. El año siguiente en Hernani, ciudad muy cercana a San Sebastián, España, o como dice el general, el País Vasco, gocé escuchándolos.

Dejé para el final algo que me puso triste: el fallecimiento de Jorge Saldaña. Desde aquí mi más sentido pésame para su familia. Descanse en paz. Remato con una felicitación para Héctor Bonilla, el gran actor. El sabrá por qué. ¡Vale!