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El narrador presentó su libro más reciente en la FIL de Guadalajara

Bernardo Atxaga ha defendido siempre escribir en euskera y salir al mundo

Ser minoritario nos coloca en un sitio complicado, donde la crisis está a la vuelta de la esquina, dice a La Jornada

La comunidad literaria vasca tiene fuerza para hablar en todos lados

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Los que escribimos en euskera hemos respondido a una especie de necesidad flotante y ahora mismo creo que eso se ha multiplicado, dice Bernardo Atxaga a La JornadaFoto Carlos Cisneros
Enviada
Periódico La Jornada
Jueves 4 de diciembre de 2014, p. 4

Guadalajara, Jal., 3 de diciembre.

Cuando se comienza a escribir en una lengua extraña, como el euskera, inmediatamente hay cien que te recuerdan que es una lengua de pastores; te dicen que cuando escribes en lengua vasca es porque lo haces por política y eres nacionalista, dice Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951), el escritor en euzkera más reconocido y traducido.

“Esa decisión atrae a un montón de atacantes, algunos amables y otros son como pirañas. Inmediatamente es colocarte en una situación crítica. Ser minoritario en cualquier cosa es establecer tu posición en un lugar crítico, donde la crisis está siempre a la vuelta de la esquina.

Me he pasado media vida de escritor destruyendo los argumentos en contra de eso, expresa a La Jornada.

El autor vasco es quien demostró que podía escribirse en esa lengua hablada por un millón de personas y salir al mundo.

Atxaga está en Guadalajara, donde el martes presentó su obra más reciente, Días de nevada (Alfaguara), en la Feria Internacional del Libro (FIL) y el miércoles en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México.

Los que escribimos en euskera hemos respondido a una especie de necesidad flotante y ahora mismo creo que eso se ha multiplicado. En mi caso he demostrado que no había problema en escribir en una lengua minoritaria siempre que partas de esa comunidad, de que te asientes ahí, cojas fuerza.

Ventaja de orden social

La primera ventaja de escribir en una lengua minoritaria es de orden social, dice Bernardo Axtaga en entrevista. “La generación anterior de escritores vivió en el desierto, la dictadura estableció un desierto, era una muy mala atmósfera para escribir. La mayoría se inmoló, es decir, en lugar de escribir 20 o 30 libros, escribió cinco. Para mi generación la ventaja fue social, porque hay un movimiento que empieza en 1965, en el que se produce un maridaje raro o especial que es modernidad con lengua vasca.

A partir de ese año escribir en lengua vasca para nosotros no solamente era ser fieles a una tradición, a una familia, a una genealogía, sino que era ser modernos, porque claro, era estar contra la dictadura, y todo lo que fuera contra la dictadura inmediatamente tenía el sello de moderno. La lengua vasca, al estar prohibida, tenía un aura de modernidad.

Y tenían además un mínimo de lectores garantizados, en ese entonces, “tener 500 lectores era un éxito y tenías una especie de sensación de existir socialmente. Un escritor, para que le ocurra eso, debe tener lectores que le refrenden y le den la imagen.

“Mi aportación a este asunto fue que siempre defendí que podías escribir en lengua vasca y salir al mundo, porque existía la traducción, que parece algo lógico, pero en ese momento nadie se tomaba en serio esto, primero porque muchos pensaban que era imposible. No sé por qué cábalas siempre dije que eso es posible: si hay traductores se puede llegar al mundo.

“En ese sentido fui muy ariete, igual fui un poco como la pantera rosa, que no se da cuenta de que había peligros, que de repente pasa debajo de un balcón y se cae la maceta, pero ya había pasado. Siempre tuve una sensación de que mis amigos literarios decían ‘tú lo que quieres es conquistar Bilbao’. Les respondía: ‘efectivamente, quiero conquistar Bilbao. Pasaron 10 años y nosotros conquistamos Bilbao, me refiero a que dábamos una lectura e iban 200 personas y eso era un éxito.”

Ahora en lengua vasca, la comunidad literaria es suficientemente fuerte como para hablar no solamente a la gente que está en aquel lugar, sino a cualquiera en cualquier parte del mundo.

Hasta hace unos años estaba vinculada al conflicto en el País Vasco, pero eso está cambiando, dice el autor de Obabakoak y Siete casas en Francia.

“Cuando hay un acontecimiento histórico, algo que trasciende lo personal, una realidad histórica, es como la piedra que lanzas al agua y genera ondas. Al principio era muy evidente que se estaba hablando del golpe de la piedra en el agua. Por ejemplo, cuando escribí El hombre solo es evidente que se habla, desde el centro de ese golpe.

“Hoy el golpe de la piedra en el agua se va alejando en el tiempo, y es muy difícil seguir el rastro de lo que ocurre. La sensación ahora mismo es que las literaturas se han hecho mucho más personales, más individuales, menos unidas al entorno, a la historia, aunque un lector que haya conocido la situación detectaría todavía esos ecos de la piedra.

“En Días de nevada parece que no hablo del golpe de la piedra, pero en el último texto, de repente aparece la visita y se cae la metralleta. Creo que esas tres páginas son muy importantes dentro de lo que quiero escribir, se nota, pero no es el tema central. Encuentras en la literatura vasca una variedad de temas, más personales y menos unidos, pero el golpe de la piedra queda.”

En general, el escritor debe mantener un cable a tierra, tener una relación estrecha con la experiencia propia y ajena, la experiencia de lo cercano, de lo cotidiano. La literatura que no está interesada en establecer este vínculo con lo real, tanto más cuando la tradición literaria es como la peluca de Luis XIV: un adorno.

–Se dice que la literatura ayuda a salir de las crisis como las que vivimos ahora en México.

–Creo que la literatura actúa a largo plazo. Creo que la poesía unida a la música, la canción, eso sí es un modo rápido de actuación. La única forma a corto plazo de actuación de la literatura, de que haga algo, es a través de la poesía, unida a la música, la canción, que para mí es un artefacto comunicativo de primer orden.

La otra literatura, la prosa, eso actúa a largo plazo; no creo que tenga la inmediatez que se necesita.