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El maestro permitió abrir mundos culturales en el país, define Rafael Tovar

Muere Herrera de la Fuente, icono del arte del siglo XX mexicano

Uno no debe buscar imponerse sobre la música, sino dejarla hablar, que es lo que creo que lleva a los públicos a una felicidad mayor, dijo en una entrevista con La Jornada

Anuncian gran homenaje en enero

 
Periódico La Jornada
Sábado 6 de diciembre de 2014, p. 3

Figura referencial de la historia artística y humanística del siglo XX mexicano, el músico, escritor y promotor cultural Luis Herrera de la Fuente falleció la madrugada de ayer, a los 98 años, de causas naturales, en su casa de la ciudad de México.

Sus restos son velados en una funeraria del sur de la capital, donde Rafael Tovar y de Teresa, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), anunció que se acordó con la familia del artista un gran homenaje musical el próximo enero.

Pianista, director de orquesta, compositor, paleógrafo musical, narrador y creador de instituciones, Herrera de la Fuente es un personaje fundamental en el desarrollo musical del país.

Lo anterior, no sólo por su faceta como director titular de algunas de las más importantes orquestas en el país, entre ellas las sinfónicas Nacional (al frente de la cual estuvo 18 años), la de Xalapa, la de Jalisco, la de Minería y la Juvenil del estado de Veracruz, además de la Filarmónica de la Ciudad de México.

También por ser impulsor o partícipe en la creación de diversas agrupaciones e instituciones musicales, como la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, la de Cámara de Radio Universidad y la Filarmónica de las Américas, además del Instituto Superior de Música del estado de Veracruz y la Sinfónica Juvenil de esa entidad.

Autor de dos sinfonías

En su fecunda trayectoria de más de siete décadas como director de orquesta, Luis Herrera de la Fuente ocupó el podio de más de un centenar de agrupaciones de los cinco continentes, en calidad de huésped o invitado; y fue titular de tres sinfónicas extranjeras: las de Perú, Chile y Oklahoma.

El catálogo de composiciones del maestro no es tan vasto como él hubiera deseado. En un momento muy temprano de su carrera, según contó en una entrevista con La Jornada, debió decidir entre la creación o la interpretación musicales, imponiéndose esta última.

Fue hasta los últimos años de su existencia que pudo consagrarse de tiempo completo a la escritura musical, y de ese proceso nacieron sus dos sinfonías. A ellas se suman los ballets La estrella y la sirena y Frontera, una sonata para piano, dos movimientos para orquesta, una sonata para orquesta de cámara y cuarteto de cuerdas, un divertimento para orquesta de cuerdas y una sonatina para violoncello solo, además de una pieza para oboe y orquesta.

Como escritor, en tanto, fue autor del libro Notas falsas, editado por Breve Fondo Editorial y, en su segunda edición, por la Universidad Autónoma Metropolitana; de la obra autobiográfica La música no viaja sola, publicada por el Fondo de Cultura Económica; y del ensayo Música y vida, incluido en el libro Pensamiento moderno de México (Editorial Porrúa).

Discípulo de Celibidache

Nacido el 25 de abril de 1916, en la ciudad de México, Luis Herrera de la Fuente tenía predestinada su vocación musical, según contaba con orgullo, pues su abuelo y su madre poseían una voz excepcional y su padre tenía estudios de violín.

Su instrucción formal en el arte sonoro comenzó en 1924, en Texcoco, cuando tomó clases de piano con María Olvera, Modesto Sáenz y María Teresa Elorduy en la Academia de Beethoven.

En 1930 ingresó a la escuela de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, para estudiar composición con Estanislao Mejía y después con José F. Vázquez y Rodolfo Halffter.

En 1932 cursó estudios de violín con Luis G. Saloma. Mientras, en 1934 empezó sus clases de canto con David Silva, las cuales continuó en 1947 con Jesús Mercado.

Fue a mediados de los años 40 del siglo pasado cuando tomó cursos de orquesta con el célebre director rumano Sergiu Celibidache, en Zurich, Suiza, y después con Hermann Scherchen.

Todo esto ocurrió después de que Herrera de la Fuente debió dejar de lado sus otras dos pasiones: la arquitectura y la escritura, como narró a este diario en una extensa entrevista con motivo de sus 91 años, en abril de 2009.

Quise ser arquitecto, pero no pude, ya estaba encaminado en la música. En mi vida tuve tres pe-leas conmigo mismo. La primera fue la literatura. Mis amigos de juventud fueron Rubén Bonifaz Nuño, Juan Rulfo, Miguel Guardia y Juan José Arreola, refirió en aquella ocasión.

Éramos muy jóvenes cuando nos reuníamos a platicar y yo no sabía que serían famosos; no eran sino escritores en potencia. Las otras dos peleas fueron la arquitectura y la música, y creo que sobra decir cuál fue la que se impuso finalmente.

Labor de un artesano

Aunque el comienzo de Herrera de la Fuente en la dirección orquestal ocurrió cuando ese oficio significaba ser un gran divo, casi un dios, sobre todo en Europa, él nunca cayó en los excesos, el autoritarismo ni la soberbia que caracterizó a muchos.

Como director de orquesta no se es más que un artesano. Uno va a una orquesta a hacer labores propias de la artesanía: poner las cosas en su lugar. Uno no debe buscar imponerse sobre la música, sino dejarla hablar, que es lo que creo que lleva a los públicos a una felicidad mayor, aclaró en la ya referida charla.

Me tocó la época del divismo. Dirigí en muchas partes de Alemania, pero en Berlín un crítico me llamó el Karajan mexicano, y me dije: por qué me compara con esa figura, no me sentía tal, sostuvo.

Pensé y pienso que yo era lo opuesto a Karajan. En primer lugar él era aristócrata y yo no: soy un hijo de vecino; en segundo lugar, él siempre fue muy rico, y yo no, entre mi esposa y yo hemos trabajado para hacer nuestra casa. No tenía ninguna de las condiciones de Karajan. Aquí en México jamás me iba a endiosar, porque la manera nuestra de efecticismo no permite que se cree algo así como ocurrió con Toscanini en Italia o Karajan en Alemania y Viena.

Para el maestro resultaba impensable que en esta época un director de orquesta se comportara como un dictador; tampoco congeniaba con aquellos músicos que para hacerse respetar y valer ofenden o son sarcásticos con los atrilistas.

Sin embargo, llegó a reconocer que a veces uno se exaspera. Tampoco el director puede ser san Francisco de Asís, porque trabaja con personas que están en tensión nerviosa.

“Un ensayo, para todos los músicos, es una tarea de enervamiento –consideraba–. El hecho de tocar es ya una tensión nerviosa. Entonces, hay una atmósfera eléctrica. Sin ésta, la música sería una babosada. Claro, a veces ocurren cortocircuitos, pero no es algo irremediable.”

Entre los galardones y distinciones obtenidos por Luis Herrera de la Fuente figuran el Premio Nacional de las Artes (2008); las medallas de Oro José Vasconcelos (2003), de Bellas Artes (1996), Mozart y la de Oro del Club de la Ópera.

Fue investido con el doctorado honoris causa en Arte y humanidades por la Universidad de Oklahoma, Estados Unidos, así como por la Universidad de las Américas, en México. También, recibió el nombramiento de caballero de la Orden del Rey Leopoldo de Bélgica, y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal lo distinguió con la Medalla al Mérito Ciudadano.

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Me tocó la época del divismo. Dirigí en muchas partes de Alemania, pero en Berlín un crítico me llamó el Karajan mexicano, y me dije: por qué me compara con esa figura, no me sentía tal, dijo Luis Herrera de la Fuente (en noviembre de 2000) en una entrevista con La Jornada Foto José Antonio López
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El niño que luego fuera director de orquesta, en del libro Iconografía de Luis Herrera de la Fuente

Generoso, compartía todo su saber, dice el titular del Conaculta

Pablo Espinosa y Ángel Vargas

Tristeza y pesar causó en el medio musical la muerte de Luis Herrera de la Fuente.

Fue una personalidad única musical del siglo XX: compositor, director de orquesta y creador de instituciones musicales, además de formador de públicos, uno de los más significativos en cinco décadas en México, define a La Jornada el titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa.

El funcionario recordó que a finales de los años 60 del siglo pasado, como titular de la Sinfónica Nacional, el maestro impulsó que toda una generación tuviera la oportunidad de formarse y educarse en música que durante muchas décadas no volvió a escucharse en el país.

Los grandes directores de la época, como Igor Markevitch, el pianista Alexander Brailowsky o el chelista Pierre Fournier pasaron por la Sinfónica Nacional, y esos conciertos de los domingos y los viernes, en los que no cabía ni un alfiler, nos descubrieron no sólo el repertorio del siglo XIX, sino del XX, dice en entrevista.

Recuerdo los ciclos que eran estrenos de Bartok, Prokofiev, Stravinsky, Dutilleux y cómo luego creó la Orquesta de las Américas, por medio de la cual pudimos escuchar mucha música de Latinoamérica, como Ginastera, Villa-Lobos, Chávez, Revueltas, que no se tenía oportunidad de oír en otra parte.

De acuerdo con Rafael Tovar, Herrera de la Fuente fue un hombre de sólida formación intelectual, una extraordinaria cultura general, un lector empedernido, siempre generoso para compartir sus conocimientos.

“Permitió abrir mundos culturales en la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Su carrera como compositor también fue sólida; recuerdo su ballet Fronteras, obras de piano y cámara de gran calidad”, destaca el titular del Conaculta.

Estableció relaciones musicales en todo el mundo que contribuyeron a que en México, después de Carlos Chávez, contáramos con vínculos internacionales que sirvieron como base para la formación de algunos de los mejores compositores que tenemos.

Para el director de orquesta José Areán, Herrera de la Fuente deja una huella indeleble en la historia de la cultura nacional del siglo XX y de la música mexicana.

Vivió literalmente todo el siglo XX y lo hizo de manera intensa. Es una centuria en la que se constituyen las instituciones artísticas mexicanas, sobre todo las musicales, dijo el titular de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).

Fue director de la Sinfónica Nacional, ya como tal, no como Orquesta de México; también de la OFCM y fundador y titular de la Filarmónica de las Américas. Entonces, deja una estela muy importante de creación y consolidación de algunas de esas instituciones, además de la que lega como compositor.

Dominio del repertorio

A la par de su actividad en el podio, sobre todo en los años recientes, Herrera de la Fuente componía de manera asidua, tarea que realizó hasta edad ya muy avanzada. Hace tres años, la filarmónica capitalina le rindió un homenaje en la Sala Ollin Yoliztli, en el cual él dirigió sus propias obras, lo mismo ocurrió con la Sinfónica de Minería.

Quien tuvo la fortuna de ser dirigido por él, lo recuerda con ese poder enorme que emanaba desde el podio, con una voluntad tremenda y una capacidad de convencimiento total hacia la orquesta, además de su dominio del repertorio, agrega Areán.

Casi todo lo dirigía de memoria, tanto el repertorio tradicional como el nuevo, y tenía un compromiso firme con la música mexicana, que se daba por su actividad como compositor.

Un factor en el que coinciden quienes trataron al maestro es el concerniente a su bonhomía y don de gentes, así como su implacable y elegante sentido del humor.

Esas virtudes eran un capital del que supo sacar buen provecho en su trabajo al frente de las orquestas que dirigió, según Areán.

El suyo era un sentido del humor un tanto socarrón y utilizaba la ironía consigo mismo. Desde el podio lograba música inalcanzable, era capaz de transmitir esa enorme musicalidad por medio de su cuerpo y mirada.

Definió y encauzó vocaciones, entre ellas la del violinista Arón Bitrán, del Cuarteto Latinoamericano, como éste mismo lo refiere: Fue para mí una figura fundamental. Tuvo mucho que ver con que me dedicara a la música de manera profesional. En 1976, tenía yo 20 años, salió la convocatoria para la Filarmónica de las Américas, me presenté y, para mi sorpresa, fui aceptado.

A los pocos meses, en esta orquesta extraordinaria tocaba ya obras que nunca había encarado. La impresión, la sensación y los contactos que hice y tuve en ella me marcaron de tal manera que terminando la temporada decidí que quería perfeccionarme y salir a estudiar al extranjero.

De acuerdo con Arón Bitrán, Herrera de la Fuente es una figura fundamental en muchos aspectos para la cultura y la música de México. No sólo como director, actividad en la que gozó de prestigio en México y Sudamérica, aseguró, sino como compositor y forjador e impulsor de instituciones.

Consideró como una de sus grandes aportaciones la formación de la Orquesta de las Américas, la cual marcó un hito en la historia de las sinfónicas de México, porque estableció parámetros de calidad que hasta la fecha se mantienen.

Siempre fue una persona muy bien informada de lo que ocurría en el mundo de la música y el suyo era un trato en sumo gentil y cariñoso, tenía un gran don de gentes. Lo vamos a extrañar. Para nosotros, en lo personal y como cuarteto, es una figura referencial, refrenda el violinista.

Según el director y pianista Enrique Bátiz, Herrera de la Fuente hizo lo que tuvo que hacer en vida y fue un buen ejemplo; predomina, sin duda, más lo bueno que lo negativo.

El titular de la Sinfónica del Estado de México sostuvo que “la obra se hace y queda como un legado para que los demás la critiquen y la despedacen o la aprecien y la enaltezcan; estamos expuestos a los errores de los demás seres humanos.

“Soy parte, Luis Herrera de la Fuente también lo fue. Me encuentro triste por la noticia, pero vivió de manera generosa la música.

Fue compositor, director de orquesta. Estuvo 18 años al frente de la Sinfónica Nacional y cuando le pidieron la renuncia era cuando mejor estaba la orquesta. Tengo altísimos recuerdos de su calidad.