Opinión
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Ciudad Perdida

La renuncia de Rodríguez Almeida

Amieva suena para sustituirlo

¿Cambio real o sólo maquillaje?

J

esús Rodríguez Almeida dejó de ser secretario de Seguridad Pública en el Distrito Federal, es decir, jefe de la policía en esta ciudad. Esta decisión, ¿cambiará en algo el quehacer de los de azul? Lo más probable es que no.

Una de las preguntas que muchos se hacen es por qué Rodríguez Almeida renunció o lo renunciaron. Fue el accionar de la policía tanto el pasado 20 de noviembre como en el incidente ocurrido en la UNAM lo que alimentó la decisión del jefe de Gobierno, en caso de que se le hubiera corrido del puesto –cualquiera de las dos acciones era suficiente–, o bien el ahora ex jefe de la policía no se sentía, digamos, a gusto, en el puesto que se le asignó.

Sea como sea, lo verdaderamente importante no es eso. La pregunta sigue siendo: ¿el cambio en el mando se reflejará en el accionar de la policía o será nada más un poco del maquillaje que se debe dar frente a la problemática que respecto de la seguridad tiene a todo el país muy nervioso, por decir lo menos.

Tanto desde las plataformas de los derechos humanos como desde los organismos de decisión en el país, parece que este es el mejor momento para lograr algunos cambios que, todo indica, tienen que suceder en la policía.

Este es el momento de crear un organismo que garantice la seguridad de los ciudadanos y que no ponga por encima de ese interés el de los miembros de la iniciativa privada. La seguridad primero debe ser para los ciudadanos, después, y si alcanza, para los negocios.

El robo a transeúnte y a casa-habitación, así como el secuestro llamado exprés, lacras que sí desquician la vida de la gente todos los días, son las preocupaciones que debería tener en mente cualquier jefe de la policía, y luego, pero de manera principal, el respeto a los derechos y garantías sustentados en la Constitución para los habitantes de esta ciudad y de todo el país, para que desde allí se construyan los protocolos de actuación de los agentes de la policía.

Esconder a macanazos la protesta, silenciar el grito de inconformidad con gases lacrimógenos, aterrorizar a los ciudadanos para que no participen en manifestaciones resulta contrario a lo que se espera. La represión no triunfa ni apacigua, apenas dilata la explosión y la hace irremediable.

Por eso ahora, en los ámbitos de gobierno, no sólo de la ciudad, se piensa en quién será el próximo jefe de la policía. Muchos apuestan a que José Ramón Amieva Gálvez, hoy a cargo de los asuntos jurídicos del GDF, sea quien se ponga el uniforme para dirigir la corporación, pero si nada cambia y el quehacer de la policía sigue siendo el mismo, ya no hay que pensar en él, sino en el que le sigue, porque los errores se repetirán. Cambiar al hombre no es, de ninguna manera, el cambio del sistema de operación, así es que aguas, el asunto es delicado.

De pasadita

Las oficinas de comunicación social del gobierno de la ciudad de México quedarán en manos de Óscar Kaufman, aquel hombre que dio la cara por una de las empresas más siniestras de la minería mexicana en el episodio de Pasta de Conchos. Los resultados de aquella actuación están a la vista. Seguramente eso no se tomó en cuenta para darle el trabajo a Kaufman, y algunos de sus otros atributos, que no conocemos, sean los que más pesaron para hacer que la noticia que se dio desde la semana pasada, hoy se confirme. De cualquier forma, hay que ver el desempeño del nuevo jefe de prensa del gobierno de la ciudad, porque hay quien apuesta a que la tecnocracia y la comunicación no hacen buena pareja.