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Ver día anteriorViernes 12 de diciembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La muñeca
L

a conocí en un albergue. Era pequeña, frágil, parecía de 10, pero tenía alrededor de 16 años. No hablaba, tenía la mirada perdida, lejana, huidiza a otros mundos que no fueran el propio. Concentraba la atención en su muñeca; nunca había tenido una y después de su rescate no sólo fue su mejor regalo, sino el punto de unión con su destino. Probablemente sea la razón por la que una y otra vez se esmeraba en peinarla y abrazarla.

Su historia define su silencio. Fue vendida por sus padres a un hombre mayor a cambio de unas monedas que mitigaron momentáneamente la pobreza extrema de su familia. El comprador la encadenó y la condenó a jornadas laborales inhumanas en un bar del sureste del país. Fue liberada por las autoridades.

Esta trágica realidad se transforma en las voces de mujeres, hombres, niñas, niños y adolescentes, nacionales y extranjeros, que, sin importar su edad, condición económica ni social, se ven atrapados en las redes de personas sin escrúpulos que los explotan de diversas maneras.

A este crimen se le conoce como trata de personas y es posible rastrearlo a través de la historia de la humanidad, y, aunque generalmente se le identifica con la prostitución y la explotación sexual, lo cierto es que tiene múltiples facetas.

¿Cómo se identifica este delito? Cuando a una persona se le degrada a materia prima o mercancía para la obtención de ganancias ilícitas surge la esclavitud del siglo XXI, que traspasa los derechos inalienables del individuo en beneficio de terceros.

Muchos son los testimonios de mujeres y hombres que buscando una nueva vida se enrolan en redes de explotación que aparentan actividades lícitas; otros, como la joven de la historia, son víctimas de las circunstancias.

México se ha posicionado como un país generador de las condiciones sociales y económicas idóneas para que esta actividad delictiva prolifere con éxito. ¿Cuáles han sido los factores? Según el Índice Mexicano sobre la Vulnerabilidad ante la Trata de Personas, las víctimas potenciales cuentan con baja o nula autoestima, nivel educativo básico o analfabetismo, desconocimiento de sus derechos o imposibilidad para hacer uso de ellos, carencias económicas, hacinamiento, adicciones, violencia familiar y discriminación. No obstante, en los órganos jurisdiccionales es una constante que mujeres y hombres con características muy diversas a las citadas también son blanco perfecto de las redes de trata.

A nivel estructural existen otros componentes que potencializan el problema: falta de oportunidades, carencia de un empleo digno, poblaciones generadoras de migrantes, poca o nula confianza en las instituciones y autoridades, limitadas oportunidades de migración legal, corrupción y, por si fuera poco, la ubicación geográfica hace de México el lugar ideal para recibir y producir víctimas de trata y tratantes.

Este fenómeno, además, se ha globalizado, dado que los ilícitos pueden prepararse en cualquier lugar del orbe y sufrir sus consecuencias en otro diverso y distante, produciendo amplias ganancias que se insertan en la economía legal de un país, lo que también facilita enganchar a las víctimas, y la disposición siempre abierta de recibirlas por quienes obtendrán el beneficio económico derivado de la explotación.

Ante este panorama, ¿cómo debemos actuar como país y como sociedad?

El Diagnóstico sobre la situación de la trata de personas en México, que recientemente presentó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, aborda el panorama actual del problema, desde la cadena de actores conformada por víctimas-tratantes-clientes-explotadores hasta las modalidades de la trata, especialmente la captación y explotación, por ser las que se presentan con mayor frecuencia, destacando que México es país de origen, tránsito y destino en la comisión de este delito.

En otros aspectos, el diagnóstico destaca los aciertos y deficiencias en el combate a este flagelo; y aunque sin duda se han logrado avances trascendentes, todavía debe incidirse en la actuación de las autoridades, puesto que algunas carecen de preparación para identificar las conductas que favorecen la comisión del ilícito; en otras palabras, los mecanismos utilizados para someter y enganchar a las personas, como el engaño y la manipulación.

¿Cuál es la tarea para las y los impartidores de justicia? Entender y participar de la realidad social, adentrarnos en el conocimiento del tema, capacitarnos y utilizar herramientas como los protocolos publicados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que proveen del conocimiento para analizar, en lo particular, los aspectos inherentes a grupos vulnerables que son presa fácil del ilícito, como las mujeres, niñas, niños y adolescentes, indígenas, personas con discapacidad, con orientación sexual diversa o migrantes, por mencionar algunos.

Por otra parte, no debemos olvidar que la tolerancia social, derivada de acostumbrarnos a presenciar conductas delictivas que se mimetizan con la dinámica de la vida actual nos impide detectar esta triste realidad, y entender que detrás de cada persona puede esconderse una víctima, mientras el victimario disfraza de legalidad la ilicitud de su conducta; por ende, la participación de la sociedad también es fundamental, lo que obliga a recomponer el tejido social, a fin de inhibir los factores que fomentan este ilícito.

En otras palabras, reparar la conciencia colectiva, fomentar la cultura de la legalidad, recobrar los valores y principios para una armónica convivencia social, donde el respeto a la dignidad de la persona y a la ley constituya el marco rector del comportamiento en comunidad. ¡Responsabilidad social para ser y vivir mejor!

* Magistrada federal y académica universitaria