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Bajo la lupa

Guerra de robots vs. humanos

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Pepper, robot de la firma SoftBank, gesticula en una tienda de aparatos eléctricos, la semana pasada en Tokio, donde la empresa Nestlé ha comenzado a usar robots para promocionar sus máquinas de caféFoto Reuters
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ausó enorme convulsión la ominosa prospectiva del genial astrofísico británico Stephen Hawking, quien advirtió que la inteligencia artificial (IA) podría aniquilar al género humano, limitado por su lenta evolución biológica, que no podría competir (sic) y sería superado (http://goo.gl/a75YoS).

Hawking se ha vuelto muy polémico al haber sentenciado que no existen los agujeros negros ni Dios, y ahora aduce que las formas primitivas de IA desarrolladas hasta ahora han comprobado ser muy útiles, pero existen consecuencias de crear algo que iguale o supere a los humanos, basado en la Ley de Moore, duplicación de los microprocesadores cada 18 meses en forma exponencial.

Mark Bishop, profesor de computación cognitiva de Goldsmiths, Universidad de Londres, discrepa del fatalismo escatológico de Hawking y considera que los robots carecerán de conciencia y comprensión, atributos específicamente humanos, por lo que “siempre (sic) existirá una brecha de humanidad entre cualquier IA y una mente realmente humana”. Aunque ambos trabajen en conjunción, la mente humana superará a la máquina de la IA, lo cual no obsta para que se preocupe por el “potencial militar del despliegue de los sistemas de armas robóticas –sistemas que pueden tomar una decisión para que militarmente se comprometan sin la intervención humana– precisamente porque la presente IA no es muy buena (¡supersic!) y puede también fácilmente forzar situaciones que escalen a consecuencias potencialmente aterradoras” (http://goo.gl/m2FsXq).

¿Podrá la IA emular las emociones y la adaptabilidad, características de la inteligencia humana?

La superación de la capacidad intelectual humana por la desregulada IA –que trastornaría el concepto mismo de civilización y quizá aun de la naturaleza humana misma– es conocida como singularidad tecnológica que da por hecha Ray Kurzweil en La singularidad está cerca. Cuando los humanos transcendamos la biología (http://goo.gl/QsElCp), lo cual se presta a un debate interminable, ya que los robots carecen de ética y estética: patrimonios consustanciales a la biología humana.

Paul Joseph Watson, de Infowars (http://goo.gl/2Lg0lb), expone que Eric Schmidt, mandamás del polémico Google, predijo que la prueba Turing –cuando la IA alcance el nivel de la inteligencia humana– advendrá en los próximos cinco años.

El término robot proviene del idioma checo robota (esclavitud) propalado en 1920 por Karel Capek en su obra de teatro RUR (Robots Universales de Rossum).

De por sí la desregulada globalización financierista propende a los oligopolios y a la automatización que convierte en desechable a la mayoría de los humanos (http://goo.gl/yUEBfi).

El muy exitoso sudafricano-canadiense-estadunidense Elon Musk considera que a corto plazo, existe preocupación de que las máquinas inteligentes sean capaces de suplir las tareas realizadas por los humanos hasta ahora y que destruirán abruptamente millones de empleos, mientras a largo plazo, la IA es nuestra máxima amenaza existencial (http://goo.gl/wPYYlY), mientras exclama que “con la IA estamos convocando al demonio entre cinco y 10 años (http://goo.gl/jhXrNc)”.

Basado en la película Trascender, el connotado editor en tecnología Patrick Tucker afirma que habrá un levantamiento de robots para controlar el poder (http://goo.gl/gSPIQv).

También el imperante y cada vez mas robotizado neoliberalismo global de la bancocracia coloca como su nuevo Moloch al mercado intrínsecamente antihumano.

Hoy en la desregulada globalización financierista opera ya una guerra de robots mediante la cotización de alta frecuencia ( high frequency trading, HFT) de las supercomputadoras de Wall Street y la City.

A juicio de la Oficina de Investigación Periodística (BIJ, por sus siglas en inglés) se libra ya la batalla electrónica más intensa en el mundo en los mercados bursátiles globales cuando sus municiones (sic) son pequeñas fracciones de centavos disparados por las cargadas supercomputadoras, cuyo objetivo es eliminar (¡supersic!) a la oposición (http://goo.gl/iUghtM).

Se trata de una guerra de alta tecnología que explota las peculiaridades del comportamiento humano, cuando el poder bursátil radica en la velocidad y el procesamiento de las supercomputadoras que miden sus cotizaciones en microsegundos (una millonésima de segundo; ver infograma: http://goo.gl/3s6rBC).

Estados Unidos (45.4 por ciento) encabeza en forma apabullante la lista global de las supercomputadoras seguido por China (12) y luego por Japón (6.3) –aunque China posee la más veloz de todas (http://goo.gl/A6uusG).

La BIJ juzga que los humanos se encuentran fuera del juego cuando los bancos de inversiones, directores de fondos y mercaderes colocan toda su confianza en complejos algoritmos de las supercomputadoras para comprar y vender acciones que han irrumpido las ciudadelas de las finanzas que cotizan más de la tercera parte de la actividad de los mercados europeos y 70 por ciento de Estados Unidos.

Sus críticos señalan dos devastadores colapsos del mercado estadunidense en las que las cotizaciones vía HFT jugaron un papel central.

Los grandes jugadores (sic) tienen una gran ventaja por su adquisición de algoritmos, su cercanía a los intercambios que manipulan los mercados cuando la nueva generación de maestros del universo financiero son los programadores cuantitativos quienes escriben los sofisticados algoritmos en el que se basa el HFT: matemáticos de avanzada más que financieros.

A propósito, Gran Bretaña, la matriz de la desregulada globalización financierista, se opone a la abolición del HFT por los parlamentarios europeos (http://goo.gl/va3PE1).

En su libro La frontera más alta (http://goo.gl/zHrnNN), la microbióloga Joan Slonczewski, de religión mormona y premiada por su obra en ciencia ficción, considera que el futuro de la humanidad puede ser similar al de las mitocondrias, las plantas de energía de las células, cuando los humanos proveerán la energía a las maquinas. Pero ese es un mundo involutivo de microbios extrapolado malignamente a los humanos…

Desde el punto de vista neuropsiquiátrico es absurdo equiparar a robots abstemios de salud mental con el cerebro humano que, según el neurofisiólogo Paul MacLean, comporta tres cerebros evolutivos en uno solo, el cerebro triuno: 1) arquicorteza (cerebro reptiliano); 2) paleocorteza (sistema límbico de las emociones del circuito de Papez), y 3) neocorteza: asiento de las funciones cerebrales superiores, pero más que nada, del lóbulo prefrontal (planeación ejecutiva/autocontrol/personalidad/moderación del comportamiento social, etcétera).

La IA –sin creatividad/sindéresis/ética/estética /cultura–, carece los atributos de la tercera y segunda cortezas de los humanos y ni siquiera imita al lóbulo prefrontal.

Como reza el apotegma humanista del Renacimiento, la ciencia sin conciencia es nesciencia (ignorancia) y uno de sus redentores resguardos civilizatorios es la bioética: el puente entre la acelerada tecnología, que debe ser controlada y regulada, y la lentísima evolución sociomoral que debe ser impulsada por los humanos samaritanos que aún quedan en el planeta.

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