Opinión
Ver día anteriorJueves 18 de diciembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los ruidos del silencio
L

os miembros del gabinete y el presidente Peña Nieto han perdido la confianza incluso de las corrientes de opinión pública que hasta aquí los apoyaban. La información publicada a propósito de créditos y de casas que recibieron de parte de un contratista que sólo buscaba complacerlos ha tenido un efecto catastrófico sobre la imagen del gobierno. Según el canciller Meade, México no es considerado en el exterior como un narcoestado. Puede ser, pero de lo que no hay duda es que, gracias a la clase política nos proyectamos en el mundo como un país dominado por la corrupción de sus funcionarios y la tolerancia de la sociedad. Eso fue lo que dijo el presidente de Uruguay, José Mujica, que con la candidez de un abuelo chocho, a unas semanas de una visita oficial a nuestro país tuvo a bien decir que estamos carcomidos, y que la corrupción se ha instalado como una tácita costumbre social, que es objeto de admiración y aplauso. ¿No pudo usted pensar en nada más ofensivo?

Ante la andanada de denuncias, rumores y especulaciones en relación con el conflicto de intereses que se ha planteado en las relaciones sociales y financieras de funcionarios de alto nivel con un contratista del estado de México llamado Armando Hinojosa, el gobierno ha optado por el silencio, como si el tema desapareciera si no lo hablamos.

Nuestra imagen en el exterior está más que despostillada porque no se explica el régimen de excepción que protege a los funcionarios. Más todavía, escándalos relativos a sobornos o concesión de obras por criterios personales le han costado la carrera a grandes políticos como Helmut Kohl, Nicolas Sarkozy –que ya viene de regreso– también tuvo problemas con el financiamiento de campaña, pero estuvo sometido a una minuciosa investigación, pero entre nosotros parece ser un pecadillo que se olvida pronto. Una periodista de CNBC le señaló al secretario Videgaray que un favor del tamaño del que la esposa del presidente recibió del señor Hinojosa, en cualquier parte del mundo sería considerado un delito que ameritaría un juicio.

Aquí también; pero el gobierno parece empeñado en hacernos creer que no existe legislación relevante. Parecería que quiere ignorarla, como si pretendiera que pensemos que los funcionarios –y la no funcionaria– involucrados no han cometido infracción ninguna. En México tenemos una legislación muy detallada sobre responsabilidades de funcionarios públicos, nepotismo, conflicto de intereses, entre otros temas. Sin embargo, en entrevista con Carmen Aristegui el viernes pasado, el secretario Videgaray nunca se refirió a esas disposiciones; en cambio, citó por lo menos ocho veces al Wall Street Journal como autoridad para determinar la legalidad de sus operaciones financieras personales. Quiero pensar que esas referencias estaban dirigidas a tranquilizar el ánimo de los inversionistas extranjeros.

El silencio que más me sorprende es el del señor Hinojosa, que no se ha molestado en hacer un esfuerzo por limpiar su nombre. Tampoco ha salido a defender sus intereses, sus inversiones, sus amistades. ¿Estará pasmado por el escándalo? Valdría la pena que hiciera al menos una aparición, porque jugó un papel central en el drama que estamos viviendo, y no podemos desenmarañarlo sin su participación.

En su más reciente artículo, Jesús Silva Herzog Márquez señala la timidez de las oposiciones, y advierte que una crisis de esta magnitud es un excelente momento para que los partidos adversarios del PRI hagan valer su oferta política, las diferencias que los separan del gobierno. Sin embargo, tampoco es mucho lo que han dicho; y la duda se instala. ¿Será que después de todo, todos los políticos se parecen entre sí? ¿Será que todos tienen cola que les pisen?

A pesar de todo, hay que ver una oportunidad en lo que ahora ocurre. Ojalá que funcionarios y políticos, jóvenes y frescos y convencidos de que todos tenemos una responsabilidad social, lleven a cabo una gran purga del personal político; que lo hagan desde sus partidos, que se rebelen contra los paquidermos, que formen nuevas organizaciones, más sanas, más firmes. Ojalá que abandonen el silencio.