20 de diciembre de 2014     Número 87

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Saliendo de las sombras: mujeres
rurales a cien años de Villa y Zapata*


FOTO: Martha Olivares

Gisela Espinosa Damián UAM-Xochimilco

Hoy y desde hace un cuarto de siglo, en los escenarios políticos mexicanos y continentales está presente un nuevo sujeto político y social: mujeres rurales, indígenas y no indígenas. Por primera vez desde hace siglos, empezaron a aparecer con voz propia y con reivindicaciones surgidas desde la experiencia de ser mujeres rurales, politizando sus malestares y convirtiéndolos en crítica social y propuestas de cambio.

Además de un sinfín de pequeños procesos organizativos y de luchas de mujeres, o de luchas mixtas donde las mujeres tienen papeles importantes, también existen articulaciones amplias, por ejemplo la Red Nacional de Mujeres Rurales, la Cooordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas, la Asamblea de Mujeres Indígenas de Oaxaca, la Asociación de Mujeres Mexicanas Organizadas en Red, la Red de Jóvenes Indígenas, la Red de Abogadas Indígenas, la Red de Casas de la Mujer Indígena…

La emergencia de este joven sujeto social, de apenas un cuarto de siglo, no significa que estuvieran ausentes hace cien años en la Revolución, o que no hayan participado en las luchas por la tierra y en las luchas campesinas, indígenas y sociales a lo largo del tiempo que media entre el ingreso triunfante de Villa y Zapata a la Ciudad de México en 1914 y este aciago 2014, cuando al tiempo en que recordamos aquel momento asistimos a los efectos violentos y criminales de la contrarrevolución hecha gobierno.

En una mirada restrospectiva se observa que durante los primeros 75 años de la posrevolución, cuando algunas reividicaciones sociales se lograban concretar, como el derecho a la tierra o a la educación y la salud, la profunda desigualdad de las relaciones de género y de poder en el campo mexicano, se expresaron en que el sujeto rural único fue “el campesino”. El hombre fue el sujeto revolucionario, el sujeto con derechos agrarios, el sujeto productivo, el destinatario de los créditos y programas oficiales, el dirigente político, el jefe de familia, la autoridad comunitaria, el comisariado ejidal o comunal, el interlocutor del Estado, el objeto del clientelismo y del corporativismo y el rebelde perseguido.

Pero las mujeres del campo estaban ahí, luchando y sosteniendo la vida cotidiana y la producción familiar, invisibilizadas o convertidas en imágenes estereotipadas: echando tortillas junto al comal, cargando un hijo a cuestas, caminado atrás del varón, o en el papel de “adelita” que se suma a “la bola” y cuya imagen coqueta oculta su dura y ruda vida –alimentar a la tropa, atender heridos y recoger a los muertos exponiéndose a las balas o a vilaciones sexuales que también trajo la Revolución–; las encontramos estetizadas en concursos como la “flor más bella del ejido”. O bien forzadas a ocultar su ser mujer, como el coronel zapatista Amelio Robles, diestro en armas y caballos, macho, valiente y arrojado, que en realidad era Amelia Robles… lesbiana y transgénero. A una mujer nadie le habría hecho caso en la guerra, y masculinizarse era condición para tener mando y dejar el lugar de la obediencia y la invisibilidad.

La Revolución fue algo más que el movimiento armado, también fue momento propicio para tocar diversas opresiones, no sólo las socioeconómicas y políticas, sino las que se establecen entre hombres y mujeres. El Congreso Feminista de Yucatán en 1916, con la destacada participación de maestras que hablaban maya y español, fue espacio emblemático de subversiones de género: el derecho al divorcio, la educación sexual y el uso de anticonceptivos, el llamado a las mujeres a decidir el número de hijos, el “no” a la doble moral sexual (una para hombres y otra para mujeres), el amor libre de requisitos y reconocimientos del poder estatal… fueron algunas de las revolucionarias ideas que empezaron a erosionar el orden de género construido no sólo durante el porfiriato sino en un largo tiempo.

Más adelante, el Frente Único pro Derechos de la Mujer creado durante el Cardenismo que alcanzó una membresía de unas 50 mil mujeres, tendría en el reconocimiento del derecho al voto femenino su principal eje articulador, pero también incluyó reivindicaciones sociales y políticas nacidas en las múltiples experiencias de ser mujer luego de la Revolución.

El orden patriarcal de género está cada vez más agrietado, aunque perviva en el imaginario social y en el “deber ser” de amplios grupos rurales. Justamente el hecho de que desde hace un cuarto de siglo, las mujeres del campo, indígenas y no indígenas, hayan irrumpido en el espacio público político indica que algo ha cambiado y sigue transformándose, pues las mujeres rurales de hoy no sólo participan en los espacios públicos y sociales, en las luchas territoriales, políticas, etcétera, porque ahí esté su hombre. Tienen una perspectiva propia, han politizado malestares e imaginarios sociales y hablan por sí mismas, compartiendo las luchas de sus comunidades, de sus organizaciones mixtas, pero también criticando el orden social que las excluye o coloca en el último peldaño, que las violenta, las explota y les niega voz y voto.

Poner en el centro la reproducción social de la vida ha sido un valor y una experiencia histórica de las mujeres todas, en especial de las rurales. Ellas han conservado ese tesoro históricamente desvalorizado sin el cual no sobreviviría la humanidad; hoy es fortaleza ante la crisis civilizatoria a la que ha llevado el progreso y el capital, que todo somete a la obtención de la máxima ganancia. En este sentido, las perspectivas de cambio social se feminizan, aunque no se reconozca el aporte de las mujeres ni el costo en trabajo, salud y desigualdad social que ha significado y sigue significando para ellas. Es por eso que las organizaciones y movimientos de mujeres rurales del reciente cuarto de siglo cuestionan la injusticia, la desigualdad, la discriminación y la sobrecarga de trabajo que implica para ellas mujeres poner en el centro cuidado del otro y de la naturaleza.

Así, la feminización de los valores y principios que perfilan otro futuro exige despatriarcalizar la vida rural al tiempo en que se lucha por justicia social y compartencia de tareas, responsabilidades y decisiones en los espacios público y privado.

AGENDA RURAL

Evento: AGROFESTIVAL: Patrimonio Cultural y Natural Tláhuac-Milpa Alta-Xochimilco. Organiza: Varias Organizaciones. Fecha y lugar: 13,14 y 15 de diciembre de 2014. 17 de enero y 1 de febrero de 2015. Corredor Miguel Hidalgo adjunto a la iglesia Pedro Tláhuac y al kiosko. De las 10:00 a las 20:00 horas. Información: encuentrocooperativotlahuac@ gmail.com / FB: EXPOCOOPERATIVASUNAM.


Es necesario replantear asuntos públicos que parecían cosa juzgada, como el derecho a la tierra, el acceso a políticas y recursos públicos, la crítica a políticas asistenciales y familistas disfrazadas de “equidad de género, el papel productivo de las mujeres rurales (no sólo su papel reproductivo), su derecho a la tierra y a tener cargos públicos y de representación política, la necesidad de parar la violencia intrafamiliar y el machismo. Son todos temas públicos que emergen junto con la organización, movilización y voz de las mujeres rurales. Ellas han constatado que los derechos no son “cosas dadas” e inamovibles sino procesos, y que sólo existen si hay sujetas que se atreven a pensarlos, a defenderlos, a exigirlos.

Este último cuarto de siglo, a pesar de los altibajos, observamos un proceso contínuo de organización y lucha de mujeres rurales, en el marco de los procesos y discursos políticos de sus movimientos mixtos, campesinos e indígenas; pero también influenciados por el pensamiento critico del feminismo nacional e internacional, por los movimientos contrahegemónicos –el altermundismo-; inmersos en las luchas en defensa de los derechos humanos y de las “minorias” y en la ola y articulaciones de los movimientos en defensa de los territorios.

En cientos de comunidades y regiones se van gestando liderazgos femeninos rurales. Se constata la existencia de una nueva dirigencia femenina en el medio rural e indigena aunque muchas de estas destacadas mujeres no quieran llamarse líderes, quizá por una reminiscencia que indica que ellas no pueden serlo, quizá porque ser mujer líder sigue siendo un atrevimiento castigado socialmente, o quizá porque muchos de esos liderazgos se ejercen más colectivamente.

Gisela Espinosa Damián. Académica de la UAM- X. Mesa Género y Lucha Campesina: Construcción de Liderazgos Femeninos.



ILUSTRACIÓN: Carlos Antonio Pérez Ortíz

Revolución,
cultura popular y contracultura

En las Jornadas en Defensa de la Tierra, el Agua, la Vida y la Memoria, hubo una mesa dedicada a Zapata y Villa en la Cultura Popular y la Contracultura. He aquí una breve reseña:

Juan Manuel Aurrecoechea hizo una presentación de cartones aparecidos con frecuencia (en cantidades de más de mil) en la prensa de Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, donde se muestra el interés por reforzar la idea en la opinión pública de un mexicano estereotipado: se le presenta como un ser salvaje, sucio, feo, ingobernable, estúpido, lascivo, flojo, violento, insensato, machista, borracho y poco deseable para su ingreso en territorio estadounidense. Pero además los cartones denigran el proceso revolucionario y plantean que la forma como los mexicanos ocupan su tierra resulta un “desperdicio” y que lo mejor que podría suceder es que EU se la adueñara, como parte del “Destino manifiesto”.

Inició su exposición con la presentación de una caricatura aparecida el 20 de noviembre de 1910, precisamente el día del estallido de la Revolución mexicana. Describió Aurrecoechea: “fíjense en el torvo mexicano de apariencia siniestra y amenazante que asoma por una esquina de la casa de (Porfirio) Díaz con el martillo en la mano, en el centro del dibujo. Este personaje se repetirá con ligeras variantes en miles de caricaturas estadounidenses durante toda la década siguiente; servirá lo mismo para representar a villistas, orozquistas, zapatistas y constitucionalistas; federales, huertistas o felicistas; hasta que, a fuerza de repetirse machaconamente, termina por convertirse en la imagen de México mismo”.

Comentó que múltiples caricaturas repitieron la imagen del revolucionario cruel, sanguinario, estúpido y desafiante que se complace en matar sin razón alguna. “En muchos momentos de la Revolución todos los días aparecían caricaturas sobre México y muchas en las primeras planas de periódicos de enorme circulación y gran influencia en Estados Unidos. La conclusión a la que llegaría un lector sin más información que la que proporciona la caricatura norteamericana es que la Revolución mexicana fue una disputa entre criminales”.

Mostró un cartón realizado en mayo de 2014, luego de que la División del Norte había tomado Torreón, “cuando Villa era, sin discusión, el militar revolucionario con más victorias, el que controlaba mayor territorio y el que parecía el hombre fuerte de México, por encima de Carranza”. En ese dibujo aparece un hombre con el rostro de Villa, que carga el saco del botín y se apresta a tomar la Ciudad de México.

Aurrecoechea comentó que a diferencia de Villa, Emiliano Zapata tuvo muy poca presencia en la caricatura estadounidense de la Revolución. “En cerca de mil 500 cartones, Zapata aparece sólo 23 veces frente a 247 de Villa”. Y es que no en Estados Unidos no se comprendía muy bien la figura de Zapata. “El columnista conservador John W. Carey es uno de los pocos estadounidenses que entiende que la revolución más radical es la zapatista. Al igual que los conservadores mexicanos, Carey ve en Zapata a un nuevo Atila, y así lo expresa en el texto que ilustró el dibujo en el que el revolucionario parece un cowboy borracho que dispara sin ton ni son mientras patea baldes de sangre: ‘¿Quién ronda por México su ánimo guerrero con la violencia de la espada y la antorcha y cuenta como desperdiciado el día en que no provoca alguna miseria humana? –dice el texto al pie de la caricatura- ¿Quién ensombrece la fama de los viejos hunos y hace parecer a Nerón un modelo de humanidad y un santo a Jesse James? Mientras se suceden presidentes de paso fugaz ¿quién es el hombre que hace el trabajo en México? Ese hombre es Emiliano Zapata’”, citó el ponente.

Los cartones mostraban también al capital estadounidense como una forma de domesticar a los salvajes mexicanos. Aurrecoechea presentó un cartón publicado durante la segunda década del siglo XX, luego de la decisión anunciada de Henry Ford de abrir una planta ensambladora de automóviles en la Ciudad de México. “El caricaturista dibuja al empresario automotriz trayendo la buena nueva del automóvil a los típicos mexicanos, bárbaros y armados (…). Los revolucionarios forman fila para cambiar sus armas por herramientas y autos. Una campesina, frente a un Ford atiborrado de niños, detiene a su marido que sale de una choza con su rifle, diciéndole: ‘Nada de iniciar una nueva Revolución, quedaste de llevarnos a pasear’ (…) la caricatura sintetiza ejemplarmente cómo el fin de la Revolución es el tiempo del retorno triunfante del capital estadounidense. La planta que Ford anunció como empresa civilizadora se estableció finalmente en la Ciudad de México en 1925”.

Por su parte, Jesús Ramírez, editor de Regeneración, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), habló de la proyección que ha tenido la imagen de Emiliano Zapata a lo largo del tiempo, y que hoy es un símbolo de la contrarrevolución (vista ésta “más allá de los espacios juveniles del rock, como una resistencia al establishment”), y al mismo tiempo lo es de la resistencia cultural, esto es de la resistencia de los pueblos vía las fiestas populares, la cosmovisión y las ceremonias ligadas al origen indígena.

Explicó que la imagen de Zapata trasciende fronteras, pues está presente en movilizaciones de altermundistas, en expresiones de rechazo a la globalización y en medio de estrategias novedosas de lucha popular en diversas partes del mundo. “Zapata” o “Emiliano Zapata” es nombre de bares, discotecas, espacios culturales en Berlín, Praga, Londres, Distrito Federal o cualquier ciudad sudamericana y a la vez es emblema contra los poderes globales, además de ser una figura que para el mexicano es símbolo de rebelión e imagen santa, algo que es difícil de entender para la mentalidad occidental, dijo.

Paola Ávila presentó avances de un trabajo que elabora para la maestría en desarrollo rural de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (UAM-X) respecto de las expresiones culturales y artísticas surgidas alrededor de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que nació en 2006.

Dijo que ha buscado observar cómo las manifestaciones y enfrentamientos de la APPO en 2006 han dejado una huella que permanece, se transforma, se autocritica, se mata a sí misma y vuelve a surgir. Comentó que la Virgen de las Barricadas y el “Niño APPO” fueron las figuras “religiosas” a las cuales acudían los miembros de la APPO para recibir protección ante la violencia. El Niño APPO nació el 2 de febrero en medio de la tradición de vestir al niño Dios, en el Día de la Candelaria, y nació con cuetones, con escudo y resortera, precisamente en las barricadas, donde la gente reproducía su vida, donde cocinaba, comía, dormía, etcétera.


ILUSTRACIÓN: JASSO '8 Deep

Mostró también imágenes de graffiti y de tatuaje que surgieron para dar fe y permanencia a la lucha de la APPO, todo ello en manos de jóvenes. El movimiento de la APPO, dijo, fue cúspide de una coyuntura, pero nos habla de un hartazgo de la población ante lo que vivían en términos políticos pero también en términos de modificación de la ciudad de Oaxaca, que ha sido modernizada, remozada, en contra de los deseos de la gente. En 2006 maestros en plantón –que pretendían ser desalojados- detonaron una llama que hizo que la gente saliera a las calles: no sólo eran profesores, era la gente del barrio cuidándose de las fuerzas policiacas y cuidando a los maestros y es que en Oaxaca en cada familia hay por lo menos un maestro.

Víctor Sánchez Reséndiz habló de las diversas expresiones culturales relacionadas con la Revolución, y especial de Zapata, que surgen de raíces diferentes: “Por ejemplo, cuando escuchamos una canción zapatista con la interpretación de Amparo Ochoa a partir de un poema de Germán List Arzubide, pues eso nada tiene que ver con la tradición suriana. Y es que tenemos el zapatismo que surge en la región suriana, con una memoria que se trasmite de generación en generación y que se va diluyendo por el tiempo; otro que va a surgir desde la visión oficial, que crea todo un discurso de la Revolución –del cual seguimos presos-, y otro la discursividad que se va creando desde la resistencia de izquierda y que aparece en murales de Diego Rivera. Rivera pintó a Zapata con calzón de manta, cuando éste nunca fue peón, sino caballerango y vestía de charro. Y luego está la individualización, donde el actor principal de la lucha, que son los pueblos, se va diluyendo y queda Emiliano Zapata solo, y hay una producción al infinito de la imagen de Zapata, que se expresa en corridos e historias”.

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