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Nacimientos y posadas
C

aracterísticos de estas fechas son los nacimientos y las posadas. Vamos a recordar algunos antecedentes históricos de ambos:

Fue San Francisco de Asís, en los inicios del siglo XIII, quien tuvo la feliz ocurrencia de representar en vivo el nacimiento del Niño Dios, en el pequeño pueblo de Greccio, Italia. Poco después se representó con figuras de madera vestidas con tela; eran famosas las de Nápoles y de Génova.

La costumbre pasó a España y luego a México, donde de inmediato fue acogida. Las monjas fueron de las primeras en colocar nacimientos y a algunas, como las del convento de la Encarnación, les gustó tanto la idea que los tenían todo el año en sus celdas, convirtiéndose en un motivo de competencia para ver quién tenía el más hermoso. Para lograrlo, cada una sacaba sus mejores talentos y empeños para cubrir a las figuras con las ropas más finas y elaborar complicadas decoraciones.

Las iglesias montaban sus nacimientos desde la Navidad hasta la fiesta de Reyes, costumbre copiada en todas las casas, que, según el presupuesto, se instalaba con sencillas figuritas de barro o finísimas de madera, cerámica o cera, lujosamente ataviadas, en complicadas representaciones y con infinidad de personajes.

Otra de las manifestaciones de la época navideña son las posadas. Las iniciaron los frailes que llegaron a nuestro país en el siglo XVI, para ayudarse en la evangelización de los naturales. Surgieron como resultado de la autorización que a principios del siglo XVI consiguió fray Diego de Soria, mediante una bula del Papa, para que el pueblo participara de manera pública en la preparación de la Navidad. En un principio eran simplemente novenarios de misas, después se prolongó a la oración de la tarde y finalmente se establecieron las procesiones, a las que se les fueron agregando elementos como las figuras de María y José, las velas, los cánticos y en algún momento se añadió la festiva piñata, dando lugar a lo que ahora llamamos posadas.

Cabe recordar que según la tradición la piñata es de origen chino, de donde fue llevada a Italia por Marco Polo. De allí pasó a España para llegar a México, aquí tuvo tan amplia aceptación que prácticamente es el único país donde continúa viva. Aunque eso está cambiando, ya que los migrantes mexicanos han llevado esa costumbre a Estados Unidos y ya se pueden conseguir en varias ciudades de ese país.

La piñata es una magnífica muestra de la creatividad popular. Admira ver la diversidad de formas que adopta; ya sea con su corazón de barro o de cartón, se cubre con tiritas de papel de china rizadas, de multitud de colores. Así nacen estrellas, frutos, flores, animales y ahora muy modernizadas, adoptan las formas de personajes de moda entre los infantes.

No deja de maravillarme que todas estas tradiciones continúan vivas, al igual que las pastorelas que cada día se celebran más, en muchos sitios, acompañadas de tamales y atole. No queda más que ir a saborear una merienda tradicional. Sugiero Las Lupitas, que se encuentra en la linda plaza de Santa Catarina, en Coyoacán. Desde hace casi medio siglo este acogedor y colorido establecimiento ofrece meriendas sencillas, pero muy apetitosas. Entre sus especialidades están los frijoles meneados con una receta única: son peruanos machacados, preparados con queso chihuahua y leche Clavel, lo que le da al platillo una suave y a la vez densa consistencia, que hace deleitoso paladearlos.

Desde luego hay tamales salados y de dulce, acompañados de un rico atole de canela. Si quiere más variedad hay unas sabrosas enchiladas verdes y burritos de chilorio que son otra de las especialidades junto a las chivichangas, hechas con tortilla de harina, frijoles y queso finamente diluido entre los frijoles. Si todavía le queda espacio anímese con una coyota sonorense, que consiste en una pequeña gordita de harina, rellena de piloncillo. ¡Felices fiestas!