Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 21 de diciembre de 2014 Num: 1033

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ciencia bajo el puente
Manuel Martínez Morales

La Babel de las siglas
Vilma Fuentes

Felipe la boa
Guillermo Samperio

De nuevo Operación Masacre
Luis Guillermo Ibarra

Artículo 84
Javier Bustillos Zamorano

México hoy:
necropolítica e identidad

Ricardo Guzmán Wolffer

En el taller
de Cuauhnáhuac

Ricardo Venegas entrevista con Hernán Lara Zavala

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

“La música no es frágil”: David Byrne

Somos irresponsables. Hablaremos de su libro sin haberlo terminado. No nos contamos entre sus ciegos feligreses. A no preocuparse. Tomaremos el riesgo por dos razones. Una: lo que llevamos leído es provocador y honesto. Dos: su índice es promisorio. Y hay una tercera razón: las reseñas que nos hallamos antes de comprarlo resultan más que variadas, contradictorias. Ello refuerza nuestra impresión de que Cómo funciona la música –que así se llama el voluminoso objeto– vino a incomodar a quienes no soportan que un músico hable de asuntos tan diversos (artísticos, científicos, antropológicos), incluso llamándose David Byrne. Así, mientras unos lo denuestan a favor de obras especializadas, otros enaltecen el ego propio ubicando debilidades donde nosotros, contrariamente, intuimos el nacimiento de una reflexión sobre el consumo y la forma misma del arte, pero que deja la puerta abierta para el diálogo.

Publicado originalmente en 2012, Cómo funciona la música se renueva este año porque la editorial Sexto Piso ha editado su versión ampliada en español; de allí que trajera a su autor a la FIL de Guadalajara hace unos días, donde lo compramos. A la presentación asistió poca gente. Eso nos dijeron quienes fueron. Lo peor, y en eso también coincidieron, fue que el diálogo entre el músico y su moderador no fluyó y que las preguntas de los melómanos carecieron de sentido. Observaciones que no nos constan pero que parecen unánimes, lo que sí podemos decir es que mientras andábamos por pasillos atestados de adolescentes que gritaban lanzando por el aire condones inflados, pensamos que la experiencia de Byrne fue uno de los muchos y complejos reflejos de una FIL bastante caótica. “Está llena, pero pocos compran”, nos dijo una editora importante cuando preguntamos sobre las ventas de este año. “Las cosas no pintan nada bien”, remató.

Muy diferente fue la vivencia de la youtuber Yuya, quien registró las mayores cosechas en un solo día (cuando ni siquiera intentamos entrar por las marejadas de quienes aullaban desde la calle, en ambas entradas de la Expo Guadalajara). Antípoda de Byrne, lo de esta joven de pocas luces abocada a dar consejos en Youtube con la voz, actitud y edición más estridentes que hayamos visto, fue arrollador: desplazó más de tres mil ejemplares en una presentación desbordada que requirió apoyo extra de la fuerza de seguridad.

En fin. El asunto que hoy nos ocupa es el de la sabiduría desplegada por David Byrne en su último libro. Partiendo siempre de su experiencia personal, el exlíder de Talking Heads se propone desarrollar la respuesta –una Hidra auténtica– a la pregunta: ¿cuáles son los aspectos no artísticos que en cada sociedad y cultura influyen en la existencia, apreciación, mercadeo, promoción y consumo de la música? Lúcidamente, lanza algunas tesis arriesgadas: los compositores –incluso los estrafalarios– trabajan para encajar en los foros y audiencias de su tiempo. La tecnología da forma a la música (de lo analógico a lo digital). La producción de un espectáculo en vivo, las colaboraciones entre artistas, los negocios y las finanzas, todo afecta y determina el valor que se le da a la música, independientemente de su calidad intrínseca.

Coincidiendo con buena parte de sus argumentos –aunque nuestra experiencia viviendo en Latinoamérica reclama adaptaciones–, entendemos algunas diatribas por lo excesivo de su título frente al resultado: Cómo funciona la música. Es cierto. Es un error, primero, por el bien conocido trabajo de John Powell; segundo, por la serie televisiva de Howard Goodall. Ambos tienen el mismo nombre. Más aún, es un desatino porque el tono resulta autoritario y científico, ajeno a lo que se aprecia en su interior. Porque sí, David Byrne es un hombre humilde que se mantiene creciendo, madurando siempre. En este y otros escritos se muestra dudoso, necesitado de diálogo y en la búsqueda de los que aman los procesos, de quienes ejercen su oficio y proponen temas de conversación.

Y no se aflija nuestra lectora, nuestro lector del domingo. Aunque parece dirigido a creadores y músicos, este proyecto interesa a curiosos que no se conforman, que quieren saber más sobre la existencia intermedia de la música, entre la creación y el oído. Desde su prefacio el fundador de Luaka Bop Records justifica esta disección: “¿Arruina el deleite hacerse tales preguntas en un intento de ver cómo funciona la máquina? Para mí no. La música no es frágil […] Tratar de verla con una perspectiva más amplia y profunda pone de manifiesto que el lago es más amplio y profundo de lo que creíamos.” Estamos de acuerdo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.