Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 21 de diciembre de 2014 Num: 1033

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ciencia bajo el puente
Manuel Martínez Morales

La Babel de las siglas
Vilma Fuentes

Felipe la boa
Guillermo Samperio

De nuevo Operación Masacre
Luis Guillermo Ibarra

Artículo 84
Javier Bustillos Zamorano

México hoy:
necropolítica e identidad

Ricardo Guzmán Wolffer

En el taller
de Cuauhnáhuac

Ricardo Venegas entrevista con Hernán Lara Zavala

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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Miguel Ángel Quemain
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Édgar Ceballos, en escena una ciencia de la puesta

La pasión inteligente y acuciosa que por el teatro siente Edgar Ceballos –editor, investigador, crítico, tallerista y antologador– ha derivado en la edición de un monumental diccionario: Diccionario mexicano de teatro, siglo XX (Escenología, 2014), que se propone “historiografiar todas las manifestaciones escénicas comprendidas concretamente entre 1900 y 2000, aunque estén actualizadas hasta este nuevo milenio”.

La aparición de un trabajo de esta amplitud (3 mil 500 fichas y mil 400 fotografías) siempre recibe el aplauso y la gratitud de un gran sector que precisa de una documentación rigurosa y autorizada, pero también se hace acreedora a una gran exigencia conceptual, teórica y formal. La obra de Ceballos no engaña, es clara su vocación y la dimensión de sus logros: “reúne las más significativas biografías de actores, directores, autores, escenógrafos, teóricos, así como instituciones públicas y privadas”.

Como dato curioso, Ceballos indica que no incluyó un acervo de cerca de 4 mil fichas que contemplan a los que participaron del teatro y luego renunciaron. Son más los que se han ido que los que permanecen. Claudicar es lo fácil, pero no es lo suyo.

En este Diccionario, Ceballos renunció a una labor más enciclopédica que incluyera conceptos, valoraciones críticas de orden histórico, analítico y estético, pero es una manera de avanzar en este trabajo conjunto que fue aprobado por el poder Legislativo para apoyar a través del INBA y Conaculta a un gran sector de editores independientes (obvio, del mercado).

No es lo mismo decir un Diccionario mexicano de teatro que "Diccionario de teatro mexicano." Este último estaría obligado a lo exhaustivo y a lo nacional, converso u originario, pero nacional, mientras el primero lo único que necesita es una ciudadanía, una intención de exhaustividad y un espíritu de pluralidad. Todas las características las tiene el trabajo que ha publicado Ceballos bajo su propio sello editorial. Lo aclaro porque proliferan obras con títulos pomposos que no son ni lo que prometen ni lo que parecen. Falsificaciones con títulos sensacionalistas.

Algunos, aprovechando los recursos que están a la mano y que no representan erogación para el erario,  por ejemplo el estupendo esfuerzo que la finada Josefina Lara hizo en la antigua dirección de Literatura del inba, apoyada por varios directores que la dejaron hacer (hasta que se fue) esfuerzo que sólo hasta la llegada de la escritora Silvia Molina, pudo reconducirse, subsanar errores y dirigirse bajo una norma coherente que verificara la información ficha a ficha.

El resultado fue el Diccionario bio-bibliográfico de escritores de México. Ese esfuerzo editorial creció hacia la consulta electrónica, otro de los méritos de Molina al frente de la Coordinación Nacional de Literatura, junto con el desarrollo de una página web que permitiera la consulta de ese acervo, que conserva su estructura desde entonces. Claro que si bien hay una referencia al trabajo dramatúrgico, la dramaturgia no es el teatro mexicano.

Hay otros que son soportados bajo un orden programático que permite revisar anualmente los avances y mostrar los desafíos a cumplir, como el Archivo del Diccionario de escritores mexicanos del siglo XX, del Centro de Estudios Literarios de la UNAM, que avanza día a día para reordenar lo que les llevó casi tres décadas y que tiene un eje de consulta hemerográfica titánico y de origen parcial, porque si bien incluye medios relevantes, no incluye las publicaciones de textos significativos sobre nuestra literatura, pues muchos de ellos han sido publicados en revistas y suplementos de aparición irregular o muy fugaces.

En algunos, las fechas de nacimiento y muerte son imprecisas. Otro ejemplo: una de las cualidades que destaca de Enrique Olmos de Ita es que es sobrino del crítico Fernando de Ita. Hay algunas que no le hacen justicia al sujeto: no puede ser que el tamaño de la ficha de María Elena Velasco, la India María, sea equivalente a la de Carlos Olmos. En fin, son bastantitas así.

Se agradecen los créditos en las fotografías, pero el peso de lo biográfico hace que proliferen los retratos de caritas en demérito de las puestas en escena, lo que permitiría ver en acción a los actores consignados y las escenografías que podrían llamar la atención del lector con sus referencias al pie, espacios que están desaprovechados.

Si se emprendiera la edición electrónica de este documento, tendríamos la posibilidad de su actualización permanente y a un costo muy bajo.