Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de diciembre de 2014 Num: 1034

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poemas inéditos
Nuno Júdice

La traducción poética
y Nuno Júdice

Blanca Luz Pulido

Una forma de atención
António Carlos Cortez

Nuno Júdice: un siglo
de poesía portuguesa

Luis María Marina

Notas sobre la poesía
de Nuno Júdice

Jenaro Talens

Ser la noche y el día
Luis García Montero

Leer

Columnas:
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Alonso Arreola
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Alonso Arreola
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¿La mejor música del 2014? ¿En serio?

Quedan tres días para que termine el año. Todavía pensando en los 43 que nos fueron arrebatados, intentamos una y otra vez el inicio de un recuento musical con “lo mejor” de un tiempo enrojecido. Pero topamos con pared. Nuestra memoria se resiste a las frivolidades. A 72 horas de 2015 sólo podemos reparar en una suerte de canon, de contrapunto que entrevera la soberbia con la insensibilidad. Hablamos justo de lo peor de 2014. Una melodía que se acerca flotando desde la Procuraduría de Justicia: “Ya me cansé”, dice. En el mismo sentido, otra que se suma al canto desde la Presidencia, invitando a “superar este dolor”.

Ambas nos muestran su falta de empatía, el ejercicio de un poder que no encuentra vínculos con la audiencia lastimada, ésa que se remueve y queja enseñando músculo sin comulgar en objetivos o líderes. Es una especie de concierto cacofónico en los oídos de quienes van deseando un nuevo director de orquesta, pues sus procederes con la batuta no invitan a la confianza en un plan que signifique sacrificios y renuncias. Al contrario, su proceder azuza, provoca y alimenta al descontento.

Resuena, entre percusiones, el aterrizaje de un avión cuyas dimensiones son proporcionales a la ofensa que representa. Resuenan, metidas en el pentagrama de los alientos, las balas de Tlatlaya, la facilidad con que se mueven cuerpos para el montaje de una escena, de una ópera enferma. Resuena, enmarcada por un arpa mentirosa, la voz de esa pésima entretenedora que, ofendida, nos viene a regañar porque no entendemos, no aceptamos el tamaño de su salario ni el de su casa tan blanca. Resuena todavía, entre las violas y violines, el canturreo del secretario de Hacienda explicando la otra casa, “la pequeña”. Resuenan las ruedas de un metro mal planeado y peor construido, allá entre los contrabajos, justo al lado de un tren imaginario hecho en China. Resuenan estos y muchos otros recordatorios de que en México la orquesta se ha podrido (allí está lo de Raúl Salinas), de que a quienes la nutren no les pesa un futuro envuelto en llamas (vuelven a sonar disparos en La Ruana).

Dicho esto, empero, el mejor rock en español que escuchamos en 2014 no fue “La caverna”, de Jorge Drexler, con todo y lo maravillosa que es. No fue la originalidad de St Vincent con su espectacular álbum homónimo (ya en los terrenos del anglo alternativo). En el ala más experimental, no fue Scott Walker acompañando a Sun O))) sobre la breve y radical “Soused”. Tampoco Aphex Twin con la eficiente electrónica de Syro, ni Leonard Cohen con su magnífico regreso a la canción de autor en Popular Problems. No lo fueron la bella Lana del Rey con su pop elegante en Ultraviolence ni el nuevo jazz que proponen Jason Moran y Meshell Ndegeocello en All Rise: A Joyful Elegy for Fats Waller.

Pese a su valor, la mejor música del año no se halla en Lazaretto, del gran rockero Jack White, ni en la perfecta imitación de Dylan que hacen los de The War On Drugs en Lost in the Dream. No está en el celebrado proyecto de música clásica con poesía Winter Morning Walks, de Maria Shneider. Tampoco en el electropop de Caribou contenido en Our Love. Podemos asegurar, además, que la mejor música que escuchamos en 2014 no se halla en el plato debut de Royal Blood. No. Pese a lo maravilloso de estos lanzamientos la mejor música que llegó a nuestros oídos fue, efectivamente, la de millones de mexicanos haciendo eco alrededor del mundo, contando hasta el 43.

Siempre hasta el 43, aunque identifiquen al dueño de un pedazo de muela o hueso y nos digan que ahora son 42; aunque las familias afectadas vayan aceptando la presencia de la muerte, aunque tantos se esfuercen por alcanzar la calma chicha, aunque todo eso pase… el símbolo ha de ser 43. Pasará el tiempo y entre verdades y especulaciones el número habrá de resistir como pegamento de expresiones que impidan la repetición de esos hechos. Así las cosas, acaba el año y sólo la letra de esa canción nos viene a la cabeza. ¿La recuerda nuestra lectora, nuestro lector de este último domingo de 2014?

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Dieciséis. Diecisiete. Dieciocho. Diecinueve. Veinte. Veintiuno. Veintidós. Veintitrés. Veinticuatro. Veinticinco. Veintiséis. Veintisiete. Veintiocho. Veintinueve. Treinta. Treintaiuno. Treintaidós. Treintaitrés. Treintaicuatro. Treintaicinco. Treintaiséis. Treintaisiete. Treintaiocho. Treintainueve. Cuarenta. Cuarentaiuno. Cuarentaidós. Cuarentaitrés. Justicia. Buen domingo. Buena semana. Buen año. Mejores sonidos.