Opinión
Ver día anteriorMartes 30 de diciembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los falsificadores y Ayotzinapa
L

os falsificadores de la historia no pretenden desmitificarla, sino construir una historia al servicio de los gobiernos neoliberales. Su contra, la historia oficial, es en realidad una ofensiva contra la historia crítica que enarbolan los movimientos sociales que demandan democracia, libertad y justicia. Los falsificadores tienen una bien publicitada y financiada plataforma en las redes sociales: la página Mitófago y sus enlaces, en la que repiten, de manera gráfica y simplificada, todas las mentiras y groserías comunes a los falsificadores. Su posición sobre la tragedia de los 43 muchachos de Ayotzinapa demuestra a quién sirven los falsos desmitificadores.

La página no da información sobre sus responsables, consejo editorial ni nada semejante, pero algunas de las notas llevan firma (aunque los buscadores de Internet tampoco arrojan mayor información sobre esos nombres). Tres autores trataron el tema:

El 12 de noviembre, Arturo Herrera escribió: “El crimen perpetuado en Iguala fue provocado principalmente por un sector de la izquierda que los mismos normalistas apoyaban; sin embargo, otra izquierda se niega a asumir esto y lo usa como bandera para poder gritar ‘fuera Peña’”. Y por supuesto, se suma a la posición que haría famosa semanas después el secretario de Marina, Vidal Francisco Soberón: Es natural y compresible que los padres de los normalistas no puedan aceptar esta noticia, la negación ante el dolor tan grande de perder un hijo. Pero es nefasto y cruel el usar ese dolor y clamar la misma frase una y otra vez con fines meramente políticos.

El artículo de Adolfo Santino, del 1º de diciembre, es claro desde el título (Hartos, pero de Ayotzinapa): ¿Qué les pasó a los muchachos? Fueron a Iguala a sabotear el informe de la presidenta del DIF, porque ella y su esposo, el alcalde, eran operadores del cártel Guerreros Unidos y los normalistas de Ayotzinapa “eran operadores o al menos tenían intereses ocultos en favor de Los Rojos” (el cártel rival) y fueron enviados a impedir el arranque de la campaña de la presidenta del DIF hacia la alcaldía. El alcalde ordenó a sus policías detenerlos y entregarlos a los Guerreros Unidos, y ya podemos imaginar lo que hicieron. (Asegura Santino que la PGR tiene pruebas de la vinculación de los normalistas con Los Rojos. Sería espléndido que nos dijera cómo se enteró o que las mostrara.) Eso fue lo que realmente ocurrió. Es comprensible la indignación, pero ¿de qué protestan, por qué exigen justicia si ya se hizo justicia? Este es el tema central de éste y otros artículos de Mitófago, sin fuentes ni responsabilidad ninguna.

Los estudiantes no merecían lo que les ocurrió (ni siquiera en el supuesto probado de los secuestros de los camiones ni en la hipótesis casi certera de que eran ramificaciones de una célula criminal) y la sociedad no puede ver tranquilamente que haya impunidad ante la desaparición de unos estudiantes. Pero ya se hizo justicia: están presos 74 de los implicados en el crimen, así como los primerísimos responsables y autores intelectuales del hecho, el señor Abarca y la señora Pineda. No hay pues impunidad en este caso: se hizo justicia mediante una investigación ejemplar (no profundicemos en la criminalización de las víctimas).

La falsa exigencia de justicia no tiene otro propósito que desestabilizar al país y exigir la renuncia de un presidente que “es el primer interesado en que se resuelva aplicando las leyes y haciendo justicia, cosa… que se ha hecho”. Por ello “no nos resta más que decir: ‘¡Que descansen en paz los normalistas y sigamos adelante como país…!’ (o sea, ya supérenlo). Quince días después, el mismo señor Santino nos explicó quién está detrás de la manipulación de Ayotzinapa: Andrés Manuel López Obrador, único beneficiario de la desestabilización.

El 21 de noviembre, Eddie Chávez externó su asombro porque la víspera se quemara una efigie de Enrique Peña Nieto, quien nada tiene que ver con el crimen y cuyo gobierno ha realizado una investigación ejemplar. El 8 de diciembre nos recordó que el procurador Jesús Murillo Karam dijo ya me cansé en “una conferencia donde presentó de manera cabal la secuencia de los hechos (…) se presentó a los culpables y hoy confirmado, el paradero de los 43 estudiantes”. Pero en lugar de aplaudir la investigación muy profunda y eficiente y la rápida detención de los culpables, un sector de la sociedad hizo del desafortunado desliz verbal el pretexto para continuar con los ataques al gobierno y a la sociedad, en un movimiento que sólo ha causado daños y pérdidas, que el autor (como los otros, sin aportar fuentes) contabiliza.

¿Queda claro a quién sirve la falsificación de nuestra historia?

Twitter: @salme_villista