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Nosotros ya no somos los mismos

De diputados que como las hacen las violan (las leyes), al papaclaus oaxaqueño

El virrey de Iztapalapa

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Regalo a Ortiz Tejeda de sus dos hijas docentes en la UNAM
N

o tengo duda que es mil veces preferible escribir al final de un año, que al inicio del siguiente. Si dedico 500 caracteres seguidos a teclear todas las imprecaciones, anatemas, majaderías, maldiciones, vituperios, procacidades que me sé, y se las adjudico al 2014, por el trato que de él recibimos, estoy convencido que sería la única ocasión en que la multitud aplaudiría unánimemente mi irascible, pero justificado pronunciamiento, contra lo zarandeados que fuimos estos 12 meses. Busqué inútilmente en mi teclado los rayos y centellas, las lombrices, las viborillas y demás signos con los que, en los monitos o tirillas cómicas se suelen expresar, pudibundamente, las llamadas malas palabras. No importa. Para mí, las palabras verdaderamente malas, perversas, contagiosas, contaminantes, inoculadoras son otras muy diferentes, por ejemplo: impunidad, ilegitimidad, impudicia, ingratitud, abuso, complicidad, desnacionalización, cohecho, traición, despilfarro, fanatismo, irracionalidad, acumulación, lucro, plusvalía, violación, fundamentalismo, creacionismo, discriminación, racismo y, por supuesto, virginidad.

Pues que en estos días de fiestas decembrinas salgo de mi casa para ir a una de las viejas cantinas del rumbo donde preparan el reconfortante caldo de gallina (recuerden los betabeles y aprendan los jóvenes que: gallina vieja hace buen caldo. Se dice que la aseveración la formuló la señora Gordillo). ¡Sorpresa! La acera por la que tengo que transitar (en las calles empedradas, las sillas de ruedas y los bastones no son recomendables), está cancelada por un automóvil que resulta el mejor anuncio contra la obesidad: el espacio entre el auto y la pared de mi hogar es de centímetros. Nadie podría pasar por allí. El propietario pensó que, entre que raye mi coche un auto que circule por tan estrecha calle o que se lleve a un transeúnte, voto por esto último. Cuando vi en la parte posterior del auto juguetitos, peluchitos, se me bajó la muina: debe ser un trabajador que vino a realizar alguna tarea para algún vecino, supuse, pero de inmediato pensé ¿No será Eugenio Derbez? (Ludovico, jefe de la familia Peluche, que anda haciendo proselitismo por el Teletón?) Pero que reviso el vehículo y descubro no sólo un Santo Rosario colgado del espejo retrovisor, sino pegada en el parabrisas una tarjeta de identificación personal: Isidro Moreno Árcega DIPUTADO FEDERAL. ¡Entras cañón!, me dije, este diputadito sí que es machín. Así como las hago, las violo (las leyes). ¿Yyy? ¡Hágale como quiera, mi simple ciudadano! Le escribí una cartita y la puse en su ventana. No esperaba una disculpa, pero al menos una explicación. Otra decepción: igual que Lyndon B. Johnson, a quien le envié cientos de cartas protestando por su intervención en Vietnam, el diputado tampoco me contestó. Advertencia: si el diputado regresa por estos rumbos y se trepa en mi banqueta, yo haré lo mismo con mi silla de ruedas sobre su auto gris (o no lavado un mes antes), placas 922 XND, pese a que tenga Rosario y bendición papal.

Revisé el currículum de don Heliodoro Díaz Escárrega, o séase el papaclaus oaxaqueño que, según la versión periodística, objetivó la devoción por su vástago, (¿ameritado investigador científico, creador artístico, deportista olímpico, concertista, primer bailarín de algún reconocido ballet internacional o, simplemente, hijo de papá?) con el obsequio de un necesarísimo medio de transporte: un auto Porsche amarillo modelo Caymán. Ciertamente no encontré fuentes de ingreso suficientes para avalar ese cariñito (diputado federal, secretario de gobierno, lo más sobresaliente), pero, ¿quién soy yo para conocer de esas profundidades del ser humano? ¿Acaso Aristóteles (Macedonia 384 a-C/322 a-C), a quien se le conoce con el gentilicio del Estagirita, autor de la teoría de la generación espontánea? Menos aún Aristóteles (el nuestro) Núñez, el sí que lo sabe todo (no como el otro), o séase el director del SAT, y a quien podemos llamar, por iguales razones que a su tocayo mencionado, con el gentilicio del Huajuapan. Lo cierto es que a don Heliodoro se le ocurrió la puntada de subir a las redes sociales la foto de su retoño trepado sobre el austero automóvil y la leyenda: de parte de Santa Claus, mijo, cuídalo bien. Como el horno no está para bollos, diría mi reciclable abuela, el gracejo tuvo consecuencias fatales: don Heliodoro tuvo que renunciar por la mañana y, aunque se desdice por la tarde, el Infonavit le tomó la primera palabra y ahora, por vez primera, se convirtió en un dígito más de la estadística que informa sobre la fuerza de trabajo en reposo. No sufra don Heliodoro, usted saldrá de la nomina oficial pero, el detalle de su inmediata renuncia, le subió los bonos y le habrá de redituar. Ahora que reconozca: la culpa es toda suya por haberse apanicado. En vez de escribir su renuncia, debió de dirigirse al diario que publicó la noticia y exigirle las pruebas de su osada aseveración. A usted le bastaba formalizar, ante autoridad competente, su denuncia. La carga de la prueba le correspondía plenamente al medio de comunicación que empañaba su honra y buen nombre. La factura, el documento bancario que respaldó la operación, el alta del vehículo, su emplacamiento, son líneas de investigación que lo dejaban a usted en calidad de víctima inocente. En una de esas, hasta se convertía en candidato inmejorable para regresar al Congreso, ya ve usted cómo es nuestra gente de solidaria con quienes son injustamente maltratados. Y pensándolo bien, aún es tiempo don Heliodoro. Sobre todo porque me entero que el ramalazo alcanzó también al joven de la foto, que tuvo que renunciar a su cargo en Liconsa. Don Heliodoro, tiene que arreglar este embrollo de la mejor manera, o sus nietos no van a querer jugar con usted ni a las manitas calientes.

Reconozco que mi comprensiva actitud mucho se debe a que estoy en un aprieto muy parecido. Tengo dos hijas: Ana y Mariana, que tienen el estatus académico de doctorantes. La primera en economía, la segunda en sicología. Ambas son docentes en la UNAM. Sospecho que como presienten que ya no les queda mucho tiempo para expresarle a papá Ortiz su amor filial, decidieron juntar sus aguinaldos y obsequiarme un automóvil, cuya foto estoy insertando en esta página. Dado que los emolumentos que perciben por las cátedras y terapias que sirven, no les alcanzan ni para llenar de gasolina el tanque de mi auto, no me queda otro remedio que solicitar al coordinador general de Edición del diario, don Josetxo Zaldua, me gestione una retabulación salarial para el año que se inicia (si es retroactiva Dios se lo pagará), so pena de comprometer, irresponsablemente, el futuro de nietos, bisnietos, tataranietos y choznos, los que ya con el Fobaproa tienen bastante.

No me alcanzan tiempo y espacio para manifestar mi desconcierto y perplejidad ante la permanencia de Jesús Valencia como jefe en la delegación Iztapalapa. Entiendo que con lo cínico e inescrupuloso que ha demostrado ser, cada día que cobra su sueldo o sus porcentajes, después de las estupideces cometidas en diciembre, todo lo que caiga lo considera un plus, al que voluntariamente no va a renunciar. Pero, ¿y los miembros de la Asamblea, el PRD capitalino y los senadores panistas, tan acostumbrados a ignorar al amigo Lucas, sobre las diferencias ontológicas entre una paja y una viga (véase Lucas 6, 41-42) y, sobre todo el jefe de Gobierno (que en Iztapalapa suma más sufragios que en dos o tres estados juntos), se la van a dejar pasar de a gratis? Sería la más abierta demostración de que la complicidad, el trueque de cochupos, los acuerdos en lo oscurito y la consiga: hoy por ti mañana por mí, sigue siendo regla de la civilidad política entre las diversas fuerzas políticas que nos representan y en nuestro nombre gobiernan.

Si yo fuera fiscal, aportaría argumentaciones y hechos tan evidentes que obligarían a los arriba citados a reconsiderar la incuria con la que han tratado el asunto del delegado Jesús Valencia, virrey de Iztapalapa. Intentaré en la próxima entrega plantear una secuencia lógica y cronológica de los acontecimientos, y hasta podría atreverme a presentar un perfil que encomendé a mis amigos de Quantico, Virginia, los agentes Hotchner, Rossi y JJ.

Nos veremos el lunes, si Dios nos presta vida y salud.

Twitter @ortiztejeda