Política
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Adiós a un periodista combativo
Llanto por Julio Scherer García
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Con Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco, en noviembre de 2005Foto Arturo Campos Cedillo
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ómo entender la realidad de México sin el periodismo de Julio Scherer García? Hace más de 60 años, un estudiante del Colegio Alemán y más tarde un universitario abandonó sus estudios de leyes y se inició como mandadero en el periódico Excélsior en 1947. Reportero de la Extra, después de una carrera apasionada y de obtener en los años 50 grandes exclusivas, pasó de subdirector editorial en 1963 a director general de Excélsior, El periódico de la vida nacional, en 1968.

Julio Scherer García fue periodista de tiempo completo durante más de medio siglo: Como reportero que soy nada valoro por encima de los hechos (...) La cirugía y el periodismo remueven lo que encuentran. El periodismo ha de ser exacto, como el bisturí. Si algo me apasiona es el periodismo sin imaginación, el toque de la realidad como es (...) en nuestra profesión nada supera al dato estricto y a la palabra exacta.

Fue nieto de Hugo Scherer, un banquero alemán que llegó a México a mediados del siglo XIX, miembro de la alta sociedad de la época; de los 2 mil 500 inmigrantes alemanes en México antes de la Revolución muchos regresaron tras el Ipiranga, pero Hugo Scherer se quedó. Don Hugo destacó como director de uno de los bancos más importantes de la época, el Banco Nacional de México, producto de una fusión del gobierno de Manuel González entre el antiguo Banco Nacional Mexicano y el Banco Mercantil para abrirle al propio gobierno nuevas fuentes de recursos y préstamos.

Don Pablo Scherer nació en México y fue soldado en las fuerzas del káiser durante la Primera Guerra Mundial. Julio Scherer se enorgullecía: Mi padre nunca tuvo valor para matar. Todos sus disparos los hacía al aire. Don Pablo se casó con Paz García, mujer culta y refinada, de notable inteligencia, quien poseía un encanto especial en su trato con la gente. (Julio solía decir: ¿Por qué me quitan siempre el García si yo soy hijo de mi mamá?) Así, un 7 de abril de 1926, nació Julio Scherer García, el tercer hijo de Pablo y Paz, en el 11 de la Plaza de San Jacinto, en San Ángel (en esa casa se pone ahora el Bazar Sábado), con un gran jardín en el que los niños vivieron los mejores años de su vida, según Paz Scherer.

En Excélsior, Julio Scherer García entrevistó a Fidel Castro, el Che Guevara, Augusto Pinochet, Olaf Palme, Chou En-lai, Salvador Allende, John F. Kennedy, Dimitri Shostakovich, André Malraux y Pablo Picasso. Y más tarde al subcomandante Marcos. Siempre lamentó no haber entrevistado a Mandela.

En las páginas de Excélsior escribía semanalmente, junto con Alberto Ramírez de Aguilar y Manuel Becerra Acosta hijo, una columna política, Desayuno, que firmaban como Julio Manuel Ramírez.

En el México de los años 50 el periodismo tenía tabúes: el Presidente y su familia, el Ejército y la Virgen de Guadalupe. Los grandes medios, esencialmente los escritos, y la radio, orientada a la música popular, a las radionovelas, a los concursos banales, y la televisión comercial, que daba sus primeros pasos, se enfocaban a resaltar las virtudes, los aciertos y los logros de la Revolución institucionalizada hecha gobierno: mucho PRI-gobierno, poco periodismo, mucha lambisconería, mucha superficialidad y muy poca investigación.

Revistas como Hoy, que dirigió José Pagés Llergo, sufrieron la censura del gobierno de Miguel Alemán al publicar una estúpida fotografía de Carlos Girón Peltier recién casado con Beatriz Alemán –hija del entonces presidente– en el cabaret Carrolls de París, atento al trasero de la bailarina Simone Claris. Bastó para que la censura oficial cerrara la revista.

Tres meses después de la renuncia de Pagés Llergo surgió la revista Siempre!, el jueves 27 de junio de 1953. Siempre!, con una línea editorial plural crítica, y en sus páginas convivieron, y no pocas veces pelearon, distintas plumas. Enrique Krauze dijo: “En un país ajeno a la discusión política abierta, Siempre! hizo el pequeño milagro de constituirse en una especie de plaza pública donde cada autor exponía su punto de vista sobre los hechos políticos del momento [...] La diversidad fue un criterio que imperó desde el primer número [...] Siempre! fue el vehículo de la pluralidad”.

En el México de 1953 conocí a Julio Scherer, en el Excélsior de Rodrigo de Llano y Manuel Becerra Acosta padre, pero lo recuerdo sobre todo en un viaje a Cuba en 1959: tenía un enorme entusiasmo por entrevistar a Fidel Castro. Era entonces un reportero arrebatado que se comía las uñas, capaz de todo por conseguir la noticia. Fidel tenía en ascuas a los reporteros, ya que podían ser requeridos a las dos o tres de la mañana. Julio Scherer, periodista temerario y totalmente curado de espanto, estaba dispuesto a todo. ¿A qué le temía Scherer si nunca le tuvo miedo a nada, salvo quizá a la traición del amigo? (¡Y vaya que lo traicionó el abyecto Regino Díaz Redondo!)

Julio Scherer García –sin duda alguna, el periodista más importante del país– era un hombre íntegro y apasionado por México. ¡Ah, cómo amó Julio a México! A lo largo de su trayectoria aceptó recibir algunos galardones, dos internacionales: el Premio Mary Moors Cabot, que otorga la Universidad Columbia, en 1971, hecho por el cual Armando Vargas, de la agencia Ap, intentó entrevistarlo y Scherer respondió: Ni madres (...) yo soy reportero y las preguntas las hago yo. Recibió asimismo el Atlas World Press Review, en 1977, de Estados Unidos, que consignó la agencia Ap. Despreciaba en México los premios nacionales de Periodismo entregados por el presidente en turno.

En México aceptó el Premio Manuel Buendía en 1986 y, aunque muy tarde, en 2003, el Premio Nacional de Periodismo, aunque jamás creyó en él.

En 1968, al llegar Scherer a la dirección del diario, arrancó el cambio en el periodismo mexicano que haría a un lado a la prensa servil. Daniel Cosío Villegas fue uno de sus grandes editorialistas. A raíz de la matanza de Tlatelolco, Abel Quezada pintó un muro negro: ¿Por qué?, que a 47 años recordamos con emoción.

El periodismo de Scherer y su grupo nunca tuvo miedo al poder. Julio invitó a Octavio Paz a fundar la revista Plural: “En 1971 –escribió Paz– el director de Excélsior, Julio Scherer, nos propuso la publicación de una revista literaria, en el sentido amplio de la palabra literatura [...] Aceptamos con una condición: libertad. Scherer aceptó como los buenos y jamás nos pidió suprimir una línea o agregar una coma. Actitud ejemplar, sobre todo si se recuerda que más de una vez los puntos de vista de Plural no coincidieron con los de Excélsior”.

En 1976, durante el sexenio echeverrista, la prensa mexicana padeció el peor golpe a su libertad de expresión o “El golpe a Excélsior”. Julio Scherer García salió con 200 periodistas del diario que amaba y en el que se formó: “De sobra es conocida mi posición y la de Proceso frente al 8 de julio de 1976: el presidente Echeverría nos expulsó de nuestra casa. Combinó, como es usual, la fuerza, el sometimiento y una gran recompensa”, escribió uno de sus mejores amigos, Vicente Leñero, en su libro Los periodistas.

Una asamblea de la cooperativa Excélsior sacó a la calle a Scherer y a otros socios y, en solidaridad con él, reporteros, colaboradores de las páginas editoriales (la pura gente decente) abandonaron el diario.

Así como sucedió con las revistas Hoy, Siempre!, y sus suplementos de cultura, el 6 de noviembre de 1976 nació la revista semanal Proceso, de la que Julio se despidió 20 años después, el 6 de noviembre de 1996.

Durante la dirección de Julio Scherer García, Proceso tuvo un equipo de reporteros y articulistas leales, como su primo hermano Enrique Maza y su gran amigo Vicente Leñero, con quien compartía la afición por el beisbol (le iba a los Yanquis y en el futbol al Atlante) y el seguir escribiendo a máquina, beber un pálido jaibol, como lo llamaba Pepe Alvarado, y no fumar. Otros colaboradores han muerto, como Carlos Pereyra, Miguel S. Wionczek, Samuel Máynez Puente, César Sepúlveda, Genaro María González, Abel Quezada, Carlos Quijano, Gaspar Elizondo, Francisco Carmona Nenclares, Javier Peñalosa, Jorge Ibargüengoitia, René Zabaleta, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, cuya columna Inventario fue una de las grandes adoraciones de Julio.

Julio Scherer es un parte-aguas en el periodismo en México. Acabó con ese periodismo vendido y lambiscón, que rinde pleitesía al gobierno, y con la prensa corrupta. La revista Proceso ocupó el lugar de una oposición inexistente, ya que es total el servilismo de las dos cámaras. Gracias a Scherer surgió un periodismo limpio comprometido, de investigación y de crítica.

Julio Scherer fue el detonador del gran cambio en el periodismo mexicano, claro, rodeado de excelentes plumas que lo seguían como avioncitos de papel porque Scherer también los formó. Raúl Cremoux, editorialista de Excélsior hasta el 8 de julio de 1976, dijo: “La prensa era un organismo legitimador de las decisiones del gobierno en turno. La distinción de Excélsior –más que de Excélsior, de los distintos escritores como Ricardo Garibay, Manuel Pérez Rocha y otros– se expresó porque ejercían una actitud crítica que en ese momento era prácticamente desconocida [...] El gran mérito de Julio Scherer fue formar cuadros jóvenes y también orientar a los que ya no lo eran tanto. También habría que decir lo siguiente: la primera sección era lo distinto. Las otras secciones eran las mismas de siempre”.

En sus libros, Julio Scherer relata sus encuentros con presidentes, senadores, políticos, líderes sindicales, un capo, pláticas tras bambalinas, contiendas verbales. No oculta los regalos que aceptó: un busto de Allende o una pistola de Echeverría; otra de López Portillo. En su libro Estos años relata sus encuentros con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. En El poder; historias de familia refiere cómo Banrural fungió en el sexenio lopezportillista como la caja chica del presidente de la República. La piel y la entraña es el compendio de largas conversaciones con David Alfaro Siqueiros en Lecumberri, acusado del delito de disolución social. Parte de guerra I y II, con Carlos Monsiváis, es un recuento del movimiento estudiantil de 1968. Tiempo de saber, también en colaboración de Carlos Monsiváis, habla de la prensa mexicana vendida. El indio que mató al padre Pro es el testimonio del general Roberto Cruz, rescatado a través de una serie de entrevistas. Escribió El perdón imposible a lo largo de 30 años con entrevistas, declaraciones, crónicas y opiniones de quienes viven o reviven, palabra a palabra, el periodo de la dictadura pinochetista.

Julio Scherer García tenía algo de niño en su forma de encarar la vida. Joven siempre, insistió, se obsesionó, lloró. Le decía yo que era wagneriano por la magnitud de sus emociones y cuando un tema lo tocaba, un paisaje, un conflicto, un ser humano, no cejaba en su intento de apropiación. En los últimos años dijo en público: [...] El mundo se ha endurecido y pienso que el periodismo habrá de endurecerse para mantenerse fiel a la realidad, su espejo insobornable. Si los ríos se enrojecen y se extienden los valles poblados de cadáveres víctimas del hambre y la enfermedad, así habrá que contarlo con la imagen y la palabra. [...] Me duele decirlo: un gobierno que se valora por su imagen, es un gobierno frívolo. Pesadas tareas nos esperan a los periodistas. Esta es nuestra pasión.