Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de enero de 2015 Num: 1036

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Quién si no las moscas pueden mostrarnos
el camino

Carmen Nozal

En capilla
Agustín Ramos

Vicente Leñero la exploración fecundante
Miguel Ángel Quemain

El acto de fe de
Vicente Leñero

Estela Leñero Franco

Vicente Leñero: lecciones
de periodismo narrativo

Gustavo Ogarrio

Columnas:
Galería
Alessandra Galimberti
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Sting se sube al último barco

No nos gusta el teatro musical. En toda geografía y tiempo suele ser grandilocuente, cursi y oportunista. Confesamos, además, que hemos visto poco en directo, porque el prejuicio ante su forma de entretenimiento –símbolo de un consumismo ramplón y de una globalización superficial– termina ganándonos la partida. No. No es como la ópera. ¿A qué nos referimos? A la tesis que ostentan sus más preciadas producciones (Los miserables, El rey león, Cats). Esa promesa de cursilería, conflicto y esperanza que atenta contra la verosimilitud, sacrificando las posibilidades tanto del concierto como del teatro en pos de una suma forzada. Sin embargo, y como pasa cuando buscamos oro con cuidado y tiempo suficientes, también en el teatro musical es posible encontrar excepciones notables. En su momento las hallamos en el West End londinense (The Million Dollar Quartet) y, ahora, en Broadway, adonde nos topamos con The Last Ship (La última embarcación), ubicada en la zona “caliente” de la cartelera de la Gran Manzana junto a The Book of Mormon (de los creadores de South Park).

¿De qué trata The Last Ship? Consideremos primero su nacimiento. En el año 2011 ya se hablaba del experimento escénico que preparaban el músico Gordon Summer y el escritor y director Brian Yorkey, ganador del Premio Pulitzer con amplia experiencia en musicales como Next to Normal. Por cierto, y para quien lo haya olvidado, lectora, lector de este domingo, Gordon Summer no es otro que Sting, letrista, compositor, bajista y cantante de The Police, conjunto señero en el pop rock de los ochenta. Imagine entonces a este artista superdotado, nacido y crecido en el noreste de Inglaterra, imaginando canciones alrededor de los astilleros de su infancia, un tema que signa varias de sus mejores canciones (“Message in a Bottle”, verbigracia). Imagínelo ensayando para el tinglado tras su participación como actor en quince películas (¿lo recuerda en Mad Max?) Ciertamente el resultado es notable, pues junto a un numeroso elenco interpreta parte del repertorio, enfrenta con holgura varios diálogos y, llegado el punto, hasta participa en la coreografía Ahora, ¿cuál es la tesis en The Last Ship? Una muy clásica y efectiva: la del barrio viejo que se ve amenazado por el “avance” de la modernidad. Hablamos del corazón laborioso de una comunidad empobrecida que se resiste a abandonar su oficio (construir barcos), porque sin ese trabajo que le da sentido está destinada a desaparecer, no sólo en lo material sino en lo espiritual, en lo familiar, en lo comunal, en lo histórico. Claro que este eje se ve alentado por un triángulo amoroso y por la conflictiva relación padre-hijo en dos generaciones distintas, por las consideraciones religiosas del cura local (motor de esperanza y economía) y la combinación multirracial de quienes viven alrededor de los muelles. Una ambición que en el guión, por si fuera poco, se complica con flash backs (idas hacia el pasado de los personajes) atravesados por, claro está, diecinueve canciones divididas en dos actos que superan la hora de duración cada uno. Por cierto, tres de esas composiciones son clásicos en la carrera solista de Sting: “Island of Souls”, “All This Time” y “When We Dance”. Algunas más forman parte de su álbum homónimo The Last Ship y otras fueron creadas durante los ensayos, por lo que sólo pueden tenerse en la Original Broadway Cast Recording, disponible en iTunes, donde todo suena tal como en el teatro Neil Simon, donde se presenta actualmente. Baste decir, finalmente, que la selección de actores, músicos, vestuarista, escenógrafo, iluminador y demás responsables del montaje es mucho más que eficiente. Todo se ensambla dinámicamente sin exageraciones, manteniendo un nivel de contención y elegancia importante. Tal vez por eso no vendía entradas en un inicio. Tal vez porque no cumplía con los cánones conspicuos de Broadway fue que el propio Sting tuvo que venir a protagonizarla sin que estuviera planeado. Tal vez por eso fue que nos gustó, con todo y sus momentos de melancólica sensiblería. Tal vez por eso es que ahora volvemos a escuchar The Last Ship (el disco en estudio, aclaramos) y lo sentimos de manera distinta, pues cuando salió (2013) nos costaba entender que una sequía de diez años terminara de forma tan extraña y teatral. Y es que sí, no lo sabíamos entonces pero se trataba de un musical. Uno bueno con el que hoy le recomendamos hacerse a la mar según los vientos que tenga a su alcance. Su oído llegará a salvo a puerto. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.