Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de enero de 2015 Num: 1036

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Quién si no las moscas pueden mostrarnos
el camino

Carmen Nozal

En capilla
Agustín Ramos

Vicente Leñero la exploración fecundante
Miguel Ángel Quemain

El acto de fe de
Vicente Leñero

Estela Leñero Franco

Vicente Leñero: lecciones
de periodismo narrativo

Gustavo Ogarrio

Columnas:
Galería
Alessandra Galimberti
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 
 

Hugo Gutiérrez Vega

Discurso en Guadalajara (II Y ÚLTIMA)

Nunca abandoné del todo a mi Alma Máter. Participé en los trabajos fundacionales de Radio Universidad, al lado de Ernesto Flores y Guillermo García Oropeza, bajo el magisterio antisolemne de Ignacio Arriola. Enviaba programas desde todas mis adscripciones diplomáticas y académicas. Recientemente, y junto con un grupo de admirables maestros e investigadores, he trabajado en la cátedra que lleva generosamente mi nombre y he visitado varios campus de nuestra casa de estudios.

Esto me ha permitido observar el crecimiento y la problemática de nuestra Universidad, que tiene sus momentos de importancia cultural en el mundo con la FIL, el festival de cine, y el proyecto del nuevo Centro Cultural.

Por todas estas razones debo decirles que recibir este nombramiento es para mí un motivo de satisfacción y una hermosa forma de recuperar algunos momentos esenciales de mi juventud, de mi paso por la Universidad y de mi vida en la llamada por Agustín Yáñez “clara ciudad”.

En los tiempos que vivimos, los actos académicos y las reuniones estudiantiles tienen un aspecto doloroso y desasosegado. A esta reunión le faltan dos estudiantes de la Universidad de Guadalajara y 43 de la Normal Rural de Ayotzinapa. Resulta difícil hacer el recuento de los miedos, amenazas y crueldades extremas que recorren ciudades, pueblos, calles, caminos y montañas de nuestro país. Se vive una extrema degradación de lo humano, y la crueldad, apoyada por la tecnología mortífera iniciada con el Holocausto, tiene en nuestro país los rasgos deformes e inhumanos que configuran una involución antropológica.

Los que escribimos poesía pensamos que nuestro trabajo tiene un carácter civilizatorio, y que si se difunde ampliamente puede actuar como un elemento de humanización. Decía Montale que la poesía es totalmente inútil y, por lo tanto, es absolutamente necesaria, especialmente, como diría Eliot, en los momentos en que el hombre es el lobo del hombre y la noche se cierra sin que nada anuncie la mañana venidera.

Ramón López Velarde, en su ensayo titulado “Novedad de la Patria”, dice sin miedo a caer en el lugar común: “Lo innominado del ser de la patria no nos ha impedido cultivarla en versos, cuadros y música.” Estamos rodeados de imágenes que nos entregan algunos momentos dolorosos y otros jubilosos de la patria. Aquí están los falsos líderes, los miserables, los luchadores sociales; el hombre pentafásico se abre por entero a la ciencia y al conocimiento. Así José Clemente Orozco nos rodea de momentos esenciales en el desarrollo y en la involución de esta patria nuestra, que avanza y retrocede en un angustioso juego de ritmos.

Les está hablando un anciano que a pesar de estar rodeado por muchas calamidades personales y, lo que es mucho más importante, nacionales, en algunas noches en que resplandecen las estrellas de la Osa Mayor de Giacomo Leopardi, se sigue entregando a la cada vez más débil virtud de la esperanza. En los umbrales del fin, de acuerdo con la idea de Rafael Alberti, tenemos que ponernos en manos de don Francisco de Quevedo y Villegas:

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado

Terminaré con las palabras de uno de mis últimos poemas:

He aquí que con la mañana entró a la casa
el ángel de la serenidad.

Eso necesita nuestro actual momento: la justicia que engendra la paz, el respeto a la dignidad humana y la serenidad que propicia el diálogo y el acuerdo.

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