Opinión
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Andanzas

Ninón, la rumba y la danza

N

inón Sevilla, la renombrada artista cubana, ya no logró festejar el 2015, pues falleció el primer día de enero, como bien se dio cuenta en las noticias de la farándula. Con radiante juventud, Ninón llegó muy entusiasmada a México, más o menos a principios de los años 40 y no tardó mucho tiempo en sumarse a la vida del espectáculo.

Talentosa y popular, logró fama y fortuna por sus danzas rumberas, bien conocidas por las raíces africanas, tan arraigadas en la música y la danza popular cubanas, las cuales parecía llevar en lo más profundo de su sangre. Ella bailó en varias películas mexicanas en la época de la gran oleada de las rumberas, con peculiar estilo y simpatía, amén de sus extravagantes vestuarios que sabía usar con singular gracia y habilidad.

La época de las rumberas, desbordada hasta en los cincuentas, da tono indiscutiblemente a la estructura de una sociedad que sabía divertirse, pero siempre guardando la distancia de su impecable honorabilidad. Mantenían siempre cierto desdén, a veces desprecio, por las bailarinas de la vida nocturna del cabaret; diferencia que marcó el drama o argumento de tantas películas donde, con cierta verdad, las rumberas, bellas y atractivas, fueron –sin embargo– buenas chicas que por el engaño y el abuso del mal hombre, se veían obligadas a trabajar para ganarse la vida danzando ritmos sensuales. Lo anterior, sin demérito de su honradez herida, que el machismo y la misoginia no han logrado desterrar del panorama laboral de las mujeres, aun a costa de su prestigio, y a riesgo de sus más caros valores por los innumerables peligros y tentaciones de ese tipo de trabajo.

La película Perdida dio fama y fortuna a esta joven y audaz bailarina, demostrando su talento como actriz, por la cual se consagró como intérprete de calidad.

Ninón Sevilla, como María Antonieta Pons, Meche Barba, Mapy Cortés, Rosa Carmina, Amalia Aguilar y tantas otras, realmente se inventaban la rumba, acoplándola a sus propias capacidades y posibilidades corporales y artísticas. Así, cada una desarrollaba su estilo distintivo, unas más apegadas que otras a la verdadera rumba de ascendencia Congo-yoruba, del Panteón de la cultura africana, así como a las nociones de ballet o danza académica, que realmente no rebasó nunca la facilidad natural con que estas mujeres poderosas y valientes prácticamente se arrojaban a la danza, haciéndolo con frenesí sin igual; así como recuerdo a la Pons, realmente más apegada a la rumba tradicional, con vacuna y el toque enardecido de los tambores tradicionales.

Foto
La bailarina y actriz en imagen de archivo

Ninón, bailarina y actriz, con la gracia y simpatía que la caracterizó siempre, se movía con elegancia y sabrosura, muy a su manera, conquistando al público de cine, teatro y pantalla. Ella fue de esas bailarinas naturales que llevan el ritmo, la gracia y las combinaciones del baile, sin prescindir del coreógrafo del caso, pero que en realidad marcaban y desarrollaron sus danzas, las que surgen del pálpito del movimiento natural, del ritmo de la energía y la gracia de la entrega.

Es una danza valiosa por ser auténtica, arrojada, entregada y gozada; pegajosa y divertida. Es danza natural, como natural es la alegría y el llamado al festejo, danzas de celebración y felicidad.

Hoy, los antros no son para ir a ver bailar a una artista o conjunto de las que bailan. Eso desapareció de las ciudades. El tubo y los roqueros son la parafernalia desbocada de una nueva mentalidad, una nueva forma de ser, divertirse y encontrar el placer y la satisfacción, mientras las chicas que bailan, siempre lo hacen para ganarse la vida y, por qué no, también para divertirse. Descanse en paz Ninón Sevilla, ¡una cubana bien mexicana!