17 de enero de 2015     Número 88

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Oaxaca

Enredada entre los sueños y las palabras

Guadalupe Martínez Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México


El rencuentro, Amalia y Zoila
FOTOS: Rosalva Cuenca Ayala, indígena, migrante y jornalera

La mayor parte de mujeres indígenas migrantes que llegan a trabajar a Villa Juárez, Sinaloa, traen consigo la esperanza de mejorar su calidad de vida. Este es el caso de Zoila Almaraz Martínez, zapoteca de 31 años de edad, originaria de San Agustín Loxicha, Oaxaca; sus manos sirven en uno de los 70 campos jornaleros que se encuentran en Navolato.

Zoila, de andar tambaleante, revela un embarazo más allá de los siete meses. Sorprende su fortaleza y determinación para llegar de sur a norte, hablando muy poco castellano, siendo viuda y madre de dos pequeños. Ella piensa que la vida es mejor en este lugar; está enganchada, como muchas jornaleras, con historias de prosperidad.

El miércoles 20 de noviembre, Zoila corrió al hospital donde fue atendida. Dio a luz a una niña hermosa que tuvo el gusto de ver y tocar. La atendieron médicos y enfermeras cuya lengua única es el español. Después firmó lo que Zoila pensó eran papeles de alta y salida del nosocomio, sin saber que estaba rubricando documentos de adopción. Sin más explicación, le dijeron: “ya se puede ir, señora”. Salió del hospital desconsolada; a menos de una semana de su llegada a Sinaloa, ya tenía un problema más. Pidió apoyo en una iglesia y la remitieron con doña Amalia, fundadora de la Comisión de Derechos Humanos de Villa Juárez, AC. Ahí buscaron apoyo entre instituciones para que la niña sea regresada a su madre.


Campaña: Abriendo surco

Muchas mujeres jornaleras indígenas migrantes que se encuentran en los campos de Villa Juárez no saben leer ni escribir en sus lenguas maternas, por consiguiente tampoco en español. Las que han podido estudiar hasta la secundaria lo han conseguido porque nacieron allí y sus padres migrantes fundaron colonias en asentamientos irregulares.

Actualmente el trabajo de organización realizado por las mujeres jornaleras en esta comunidad abarca platicar sobre sus derechos y cómo apoyarse mutuamente. Dialogan en medio del terregal y a la sombra de los árboles con la temperatura mayor a 30 grados. El trabajo colaborativo lo realizan las jóvenes, traduciéndoles a las señoras de edad avanzada en diferentes lenguas, como ñuu savi, zapoteco o náhuatl.

Sus intereses parten de sus necesidades inmediatas, pues en el día con día sus derechos lingüísticos, laborales, sexuales y a una vida digna son vulnerados. El caso de Zoila es emblemático pues ejemplifica cómo más de un centenar de mujeres son perjudicadas cuando existe una predisposición de que lo indígena es inferior al contemplar al español como lengua dominante en México.

Por lo anterior, es indispensable socializar e implementar entre los servidores públicos en todos los niveles de gobierno y en todos los campos de su acción, leyes como la Ley General de Derechos Lingüísticos –que menciona: “Las lenguas indígenas serán válidas, al igual que el español, para cualquier asunto o trámite de carácter público, así como para acceder plenamente a la gestión, servicios e información pública”- y documentos internacionales que ha firmado y ratificado nuestro país en materia de derechos humanos.

En la práctica, como es evidente entre las jornaleras de Sinaloa, las instituciones públicas aún no se han transformado y día con día persisten la exclusión racista, discriminación y violencia a mujeres y hombres indígenas.

Actualmente, el caso de Zoila ha movilizado a mujeres jornaleras indígenas y migrantes y a instituciones y organizaciones de mujeres. Cabe mencionar que el caso se presentó en la reunión del Tribunal de Conciencia de Mujeres Indígenas en Oaxaca, donde se reflexionó sobre la figura del Estado por violar los derechos de Zoila y su hija.

Por fin el domingo 24 de noviembre el esfuerzo colectivo de las mujeres indígenas, que en este caso encabezaba Zoila, dio fruto: la pequeña regresó con su madre. Ahora Zoila y su hija Amalia tienen la esperanza de hacer un nuevo camino en Sinaloa.

Las preguntas son ¿Por qué hasta el momento no existe en materia penal un caso reportado sobre el tema de derechos lingüísticos ante el Sistema Judicial Mexicano? ¿Hay desconocimiento de parte de los funcionarios públicos de la reforma de derechos humanos e ignoran los derechos de las mujeres indígenas o hay falta de voluntad política?

Los pueblos indígenas requieren herramientas que les permitan denunciar y litigar casos sobre los derechos lingüísticos. Hay mucho camino que recorrer.

Oaxaca y Veracruz

La lengua de los tsa ju jmi (chinanteca)


Reina Felipe FOTO: Itzel Sánchez

Reina Felipe Jiménez Promotora cultural

La lengua tsa ju jmi es el término con el cual nos identificarnos los hablantes, que lleva por significado gente que posee la palabra antigua o la palabra de los dioses; formamos parte de una historia en común, pero somos denominados como la lengua chinanteca, concepto impuesto por la cultura náhuatl, y de esta manera nos reconocen en el contexto nacional. Es importante señalar que la palabra chinanteca no es propia de nuestra cultura.

La lengua tsa ju jmi proviene de la lengua otomangueana, emparentada con las lenguas mazateca, cuicateca, mixteca y chocholteca.

Dentro de los tsa ju jmi, tenemos formas propias de denominarnos, y eso depende de la variación lingüística a la que pertenezcamos; son más de 13 variantes dialectales del mismo idioma, que se encuentran ubicadas la mayoría en el noroeste del estado de Oaxaca y un porcentaje menor en el suroeste del estado de Veracruz; esto último por el reacomodo vivido a consecuencia de la construcción de la presa Cerro de Oro.

La lengua tsa ju jmi se caracteriza por ser tonal y nasal, es decir, una sola palabra puede tener más de cinco diferentes significados, con el solo hecho de marcar un tono de voz diferente.

La fragmentación lingüística del idioma no ha sido obra de la casualidad; es producto de una política intencionada de querer desaparecernos como pueblo autóctono, de culturas y lenguas milenarias. Sin embargo, la conservación de las lenguas es parte de la resistencia de los pueblos originarios, es el querer permanecer.

La lengua de los tsa ju jmi posee un cúmulo de conocimientos ancestrales basado en una cosmovisión sobre la creación del mundo y una relación estrecha y de respeto con el entorno natural y místico. Por medio de la oralidad se va transmitiendo a las nuevas generaciones la esencia de los conocimientos profundos y la sabiduría que se guarda de la cultura para las poblaciones que viven y conviven en un área común.

La relación estrecha que se mantiene con la Madre Tierra, los lugares sagrados, los manantiales, el cosmos, los caminos, los cerros, los panteones y los seres imaginarios, etcétera, se lleva a cabo por medio de la lengua oral en donde se utiliza un lenguaje profundo, filosófico y literario para realizar pedimento para la buena cosecha, la entrega y aceptación de un nuevo ser, así como para la sanación del alma.

Ante la situación de pobreza y marginación, la población tsa ju jmi se ve muchas veces en la necesidad de emigrar a las grandes ciudades y a la Unión Americana, en busca de mejores oportunidades de vida; muchas de las veces son presa fácil de la explotación, ambulan a su suerte y en el peor de los casos encuentran la muerte.

En los años recientes se ha notado la disminución de la población hablante, por las nuevas generaciones, debido a la discriminación en los distintos ámbitos que sufren de las poblaciones mestizas, y eso va creando una actitud de rechazo hacia la propia lengua.

Oaxaca, Puebla y Guerrero

El pueblo ñuu savi

Celerina Patricia Sánchez Santiago Poeta ñuu savi. Becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte


FOTO: José Carlos Vega Sánchez

Hablar del ñuu savi (pueblo de la lluvia) es hablar de otra historia, la no contada, la no escrita, pero que se encuentra en la sangre; es tan antigua que se tatuó en las piedras y en los códices, con los pinceles de los primeros escritores de este hermoso y antiguo pueblo. Esta historia se niega a desaparecer; permanece en lo profundo de la memoria; se encuentra en el camino hacia la milpa, en la grandiosidad de las montañas que nos hablan de nuestros ancestros. Esa historia ni los propios de la cultura la saben.

Aprendimos a reconocernos como si fuéramos los otros, ya que en nuestra lengua y en sus variantes no hay una definición para la palabra mixteco; con esta consigna hemos caminado muchos y muchas, en todas direcciones. Hoy en día nos cuesta trabajo nombrarnos ñuu savi o que hablamos tu’un savi o tu’un ñuu savi (palabra de la lluvia o palabra del pueblo de la lluvia), pareciera ser que es una palabra extraña, lejana o que no nos pertenece, pero escribirla y analizarla nos puede dar respuestas, nos puede privilegiar a la reflexión. De aquí la importancia y el intento de plasmar nuestras ideas y pensamientos.

Porque vaciarla en un recipiente para mirarla y contemplarla es saber sus características, sus sonidos, su musicalidad; sentir ese olor, sabor y color en sus matices; hablarle es escuchar la respuesta en los diferentes tonos de su canto. Es descifrar algo que nos pertenece o que ha despertado y nos reclama entenderla. Emprender este viaje es muy interesante; la escritura es una posibilidad, es el juego difícil y constante por el cual podemos acceder a entender nuestro mundo, pero también nos permite entender otros mundos en su justa dimensión.

Este ejercicio parece muy sencillo, pero cuando por muchos años esa voz no se ha escuchado con plenitud y análisis es como si la hubiéramos olvidado para siempre, pero no es cierto porque permanece, aunque su historia fue cortada de tajo y ni siquiera sabemos que es una lengua milenaria que data de más o menos ocho mil años; que pertenece a las lenguas conocidas como otomangue, que comparten rasgos comunes con el zapoteco, mazateco, triqui, chinanteco y otras más. Pensar en ñuu savi nos abre otras ventanas al mundo, es mirarnos y mirar al otro, es reconocerse en el otro, es aprender a cuestionar y a cuestionarse sobre la palabra mixteco.

¿Por qué y para qué nos llamaron así?, porque no es sinónimo de ñuu savi, tu’un ñuu savi o tu’un savi. ¿Por qué tanta negación a aceptar y a reapropiarnos de lo nuestro? Es cierto, hay hechos históricos que permanecen como la discriminación y exclusión de nuestras lenguas y culturas mexicanas. Muchos la llamaron lengua “pobre”, “pueblo pobre” y nos lo creímos; nos dio vergüenza hablarla, saber de nosotros y nosotras, pero a pesar de toda esa devastación que han hecho con nuestros pueblos, queda siempre la raíz, un puñado de esperanza que anima a la lucha por la reivindicación. Hay algo que une al ser humano por más que se intente separarlo.

Por eso escribir es un acto de resistencia y permanencia en un espacio negado, colonizado; tal vez nosotros estamos abriendo las posibilidades de crear para entrar en otros campos como la poesía, el cuento, la novela, la dramaturgia, el radio, la música, el cine, el teatro, la pintura, la escultura, la danza, etcétera. Desde estos dos mundos que compartimos, tenemos que trabajar porque esos somos ni más ni menos: trabajadores de pensamientos y culturas.

Reencontrarnos con nuestra historia no es una tarea fácil, en el caso del ñuu savi, como sabemos, nuestro territorio ancestral quedó dividido en tres estados: Oaxaca, Puebla y Guerrero, pero nos unen las características comunes que tiene nuestra lengua y los rasgos que se conservan en las palabras más antiguas. Hay cambios con el tiempo, toda lengua los tiene, pero creo que podemos leernos y entendernos. Hoy sigue doliendo, pero tenemos que levantarnos, alzar la cabeza y sentir la lluvia. Tenemos que hablar desde el ser ñuu savi; no es poca cosa hablar desde el ser na savi; es reencontrarnos con nosotras y nosotros, con nuestra historia; quizá hay cosas que no nos gusten, pero tenemos todo para cambiarlas y decidir cómo queremos vivir con nuestra lengua y cultura porque, finalmente, todos somos viajeros de este tiempo y tenemos que empezar a contar nosotros y nosotras nuestras historias, retomar nuestros caminos y construir otros.

Oaxaca

La lengua zapoteca (diidxazá),
una lengua viva

Feliciano Carrasco Regalado*, Pedro Matus Manzo** y Antonia Enríquez Enríquez***
*Músico y profesor de zapoteco, [email protected]; **Sociólogo. [email protected]; ***Profesora. [email protected]


Feliciano Carrasco

El término zapoteca proviene de la palabra náhuatl zapotécatl, que se traduce como “Pueblo del zapote”. Este término usado por los mexicas (cultura dominante) fue retomado por los españoles, se castellanizó en “zapoteco” o “zapotecas” y se generalizó como denominación propia de este grupo, sin embargo, ellos se autonombran binnizá (gente nube) o zaes.

Existen referencias de que hace más de diez mil años la cultura zapoteca ya abarcaba una región de lo que hoy es el estado de Oaxaca.

En Mesoamérica, los primeros ejemplos de textos jeroglíficos, aunque muy sencillos, provienen del valle de Oaxaca. El ejemplo más antiguo está representado en la estela número 3 de San José Mogote, fechada entre los años 650 y 550 antes de nuestra era (ane). El primer vocabulario de la lengua zapoteca data del año 1578 y fue elaborado por Fray Juan de Córdoba. Le precede la Doctrina christiana en lengua castellana y zapoteca, que se publicó en 1567 y cuyo autor es Fray Pedro de Feria.

La lengua de los binnizá es llamada diidxazá, de diidxa’: “palabra, verbo, lengua” y el elemento za, que indica el nombre de la lengua y la etnia (zaes).

Es importante precisar que actualmente existen variantes de la lengua zapoteca que tienen un mismo origen pero se fueron separando como efecto de la migración por grupos. El zapoteco del istmo es una de esas variantes y es a la que corresponde el Vocabulario castellano-zapoteco, de Fray Juan de Córdoba; desde entonces se han elaborado otros vocabularios del zapoteco del istmo, que es la lengua que nos ocupa.

El diidxazá ha caminado a la par del desarrollo de la cultura za como parte de la identidad étnica de los pueblos del istmo, que se expresa en las actividades cotidianas conjuntamente con la gastronomía, tradiciones, fiestas y los representativos trajes típicos de la región.

La lengua diidxazá (zapoteco del istmo) es una lengua tonal cuyas palabras siempre terminan en vocal y, al ser una lengua dulce, facilita el quehacer artístico de poetas y músicos.

Quien haya visitado los pueblos zapotecas del istmo de Tehuantepec habrá constatado la forma cotidiana de comunicación en diidxazá que los habitantes conservan junto con la preservación de su cosmovisión y sus raíces.

Por otra parte, cabe señalar que quienes han tenido la necesidad de migrar, se llevan consigo sus costumbres y su lengua, desarrollando actividades que les permiten mantenerlas vivas.

El arraigo de los binnizá, el amor por su lengua y sus costumbres, su actitud ante la vida, manifestados en canciones, poesía y literatura en general, ha favorecido que el diidxazá sea una lengua que se mantiene viva a lo largo del tiempo.

 
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