Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Enrique Ponce: decires ignorados
¡Q

ué salero tiene Enrique Ponce que toreo al estilo de acá! Esto a un torito descastado que parecía no tener faena. La gracia valenciana de Ponce cantó suave, muy suave, decires ignorados. La maestría y torería del torero llegaba a los aficionados, al giro quebrado de la cintura que le aliviaba la emoción y alumbraba la obscura cueva de la plaza, que registró buena entrada. El jugo de su toreo se transformaba en prodigio. El revuelo del capote y la muleta flotaban en el aire, danzaban y hacían temblar el redondel, las barreras y hasta el viejo reloj se detenía.

Aire que brillaba y traía enganchado en la muleta al torillo de Teófilo Gómez bajo el milagro del encantamiento en espirales infinitas que cuajaban geometrías de ritmo exacto y se perfumaba el redondel con el improvisar del torero de honda raíz amarga.

¡Qué alegría desparramaba Enrique Ponce sonando palmas de sal valenciana! Vibraba el coso a su conjuro y el desplante de su remate con los forzados de pecho que se perdían en los tendidos altos. La muleta flotaba al mando del torero, obligando a barrer el ruedo con el hocico al torillo al que bajó la cabeza. Vuelo que hablaba del hechizo de ese culebreo, arrullo de cantares de un torero que se amexicanizo y lleva ya en las entrañas el son azteca. El torero estrechaba círculos que describían en el aire parábolas hipnotizando al torito que dominado obedecía al mando del maestro debajo del cual circulaba un fluido sutil que acababa encantando al tendido.

Los jóvenes Juan Pablo Llaguno y Juan Pablo Sánchez gustaron mucho a la afición, al igual que el rejoneador Eduardo Gameros. Los toros de Teófilo Gómez mansos, descastados débiles, a pesar de que el primero y el último de regalo eran unos bombones que se le salía el dulce pero no transmitían ni cosquillas. Los aficionados salimos del coso toreando toros imposibles.