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Economía Moral

Múltiples tendencias anuncian que el capitalismo ha llegado a su fin / VII

Marx intentó desarrollar una teoría positiva y crítica del capitalismo

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n la entrega anterior concluí que en el pensamiento de Marx es muy vigorosa la presencia de la naturaleza. Sin embargo, como señalan Foster, Clark y York (FCY) en The Ecological Clift (Monthly Review Press, 2010, p.61), los pensadores ‘verdes’ (ecologistas) frecuentemente señalan que la teoría del valor trabajo, que Marx adoptó pero que originalmente fue desarrollada por los economistas políticos clásicos (Adam Smith, David Ricardo), lo puso en oposición directa al tipo de análisis del valor, ecológicamente informado, que hoy se necesita. En su muy conocido libro Small is Beautiful (Lo pequeño es hermoso, 1973), E. F. Schumacher dice que en la “sociedad moderna hay una inclinación a tratar como no valioso todo lo que no hemos hecho nosotros mismos. Incluso el gran doctor Marx cayó en este devastador error cuando formuló su ‘teoría del valor trabajo”. FCY citan a otros autores ecologistas que hacen afirmaciones similares. Ante ellas, FCY adoptan una actitud interesante (pp.61-62):

“Aquí es importante entender que ciertas categorías conceptuales que Marx usa en su crítica de la economía política, como la naturaleza como un ‘bien gratuito’ y la teoría del valor misma, fueron inventos de la economía política liberal-clásica que Marx integró en su crítica a dicha economía política, en la medida en que exhibían las tendencias y contradicciones reales del sistema. Marx utilizó estos conceptos en una argumentación dirigida a trascender la sociedad burguesa y sus categorías sociales limitadas. La idea que la naturaleza era un ‘bien gratuito’ para ser explotado la sostuvieron explícitamente los fisiócratas, Smith, Malthus, Ricardo y John Stuart Mill, mucho antes que Marx. Aún más, fue perpetuada por la teoría económica de la corriente principal mucho después de Marx. Aunque Marx aceptaba la idea como una realidad de la economía política burguesa, estaba muy conciente de las contradicciones sociales y ecológicas incrustadas en tal punto de vista. Para Marx, con su énfasis en la necesidad de proteger la Tierra para futuras generaciones, la expropiación capitalista del medio ambiente como objeto gratuito, simplemente apuntaba a la contradicción entre riqueza natural y un sistema de acumulación de capital que sistemáticamente la ‘robaba’”

La visión de FCY es que Marx enfrentó una fuerte tensión entre lo que es y lo que debería ser; entre una teoría positiva y una teoría crítica. Para ello resultó central mantener explícita la contradicción valor de uso-valor. Para ellos, Marx quería desarrollar, y lo habría logrado, una teoría tanto positiva como crítica que describe cómo funciona el capitalismo, lo que es, pero muestra sus contradicciones desde la perspectiva de una sociedad pos-capitalista, es decir de lo que debe ser. Por ello, añaden FCY, “como el tratamiento de la naturaleza como ‘bien gratuito’ era intrínseca al funcionamiento de la economía capitalista, continuó siendo incluida como una proposición básica subyacente en la teoría económica neoclásica”. Incluso, añaden, es sostenida explícitamente en la teoría económica ambiental de la corriente principal. Concluyen brillantemente (p.63):

“Concepciones erróneas que señalan la naturaleza anti-ecológica de la teoría del valor [trabajo], surgen debido a la fusión de las categorías de valor y riqueza, puesto que en la teoría económica recibida ambas son consideradas como sinónimas. Fue nada menos que la Paradoja de Lauderdale lo que llevó a Say, Mill y otros, a abandonar la categoría autónoma de riqueza (valor de uso), ayudando a sentar las bases de la tradición económica neoclásica que vendría después. En la lógica capitalista no había dudas que la naturaleza carecía de valor (un bien gratuito). El problema era entonces desechar el concepto de riqueza (como distinto del de valor), del marco básico de la teoría económica, puesto que proporcionaba la base de una perspectiva crítica y de lo que ahora llamamos perspectiva ‘ecológica’.”

Marx resistió la eliminación de tal distinción y criticó a otros socialistas que adoptaron la falsa igualdad riqueza-valor. Los que veían el trabajo como la única fuente de la riqueza le atribuían un poder creativo sobrenatural, señalan FCY. Tanto en Crítica al programa de Gotha como en El capital, el viejo Marx definió su postura al respecto:

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre (Crítica del programa de Gotha, 1875, p. 11. Volumen II de Obras Escogidas de Marx y Engels, Moscú, 1952.

“Los valores de uso –chaqueta, lienzo, etcétera, o lo que es lo mismo, las mercancías consideradas como objetos corpóreos –son combinaciones de dos elementos: la materia que suministra la naturaleza y el trabajo. Si se hace abstracción, en su totalidad, de los diversos trabajos útiles incorporados a la chaqueta, al lienzo, etcétera, quedará siempre un sustrato material, que es el que la naturaleza ofrece al hombre sin intervención de éste. En su producción, el hombre sólo puede proceder como la naturaleza misma, es decir, haciendo que la materia cambie de forma. Más aún, en este trabajo de conformación se ve constantemente apoyado por fuerzas naturales. El trabajo, por tanto, no es la única fuente de los valores de uso que produce, de la riqueza material. Como dice William Petty, el trabajo es el padre de la riqueza material, y la tierra, su madre” (Combino las traducciones publicadas por el FCE y Siglo XXI, de este texto, del Capítulo 1, Libro Primero, de El capital, 1867).

La omisión del capitalismo al no incorporar la naturaleza en su contabilidad del valor, y su tendencia a confundir valor con riqueza, son contradicciones fundamentales del régimen capitalista. Los que culpan a Marx por no adscribirle valor a la naturaleza, deberían redirigir sus críticas al capitalismo mismo, dicen FCY citando a Paul Burkett (Marx and Nature, St. Martin’s Press, 1999). Como Lauderdale, pero con mucho más fuerza y consistencia, Marx afirmó que el capitalismo es un sistema predicado en la acumulación de valor, incluso a expensas de la riqueza real, dicen nuestros autores, y concluyen:

“El capitalista, notó Marx, adopta como su relación con el mundo: Aprè moi le déluge (después de mí, el diluvio). O, como observaría frecuentemente, el capital tiene una relación vampiresca con la naturaleza, representando un tipo de muerto viviente que se mantiene chupando la sangre del mundo” (pp. 63-64).

Uno de los fundadores de la teoría económica neoclásica, Carl Menger, cuyos Principios de teoría económica se publicaron en 1871, sólo cuatro años después que el Libro Primero de El capital, atacó directamente la paradoja de Lauderdale, diciendo que estaba fundada en distinciones falsas. Sostuvo que habría que rechazar tanto la distinción valor de uso-valor de cambio como la distinción riqueza-valor. Para él, la riqueza estaba basada en el intercambio, enraizado ahora en utilidades subjetivas. Contra Lauderdale, insistió que la creación deliberada de escasez en la naturaleza es benéfica para el capital y que haría mucho sentido hacer que bienes abundantemente disponibles (no económicos, por tanto) se volvieran escasos y, por tanto, componentes de la riqueza privada, que así aumentaría. Lo que para Lauderdale era una maldición, la promoción de riquezas privadas (riches) mediante la destrucción de riqueza (wealth) pública, para Menger, precursor del neoliberalismo, era un fin en sí mismo. (Véase gráfica). El capítulo lo concluyen FCY diciendo que no hay nada más peligroso para el capital, que se alimenta de escasez, que la abundancia.

Nota: la gráfica muestra la fusión terminológica entre riqueza y capital y el predominio del capital privado.

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