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Tanalís Padilla: no son rentables para el poder y concientizan a los alumnos

Las normales rurales, un peligro para el sistema neoliberal, afirma historiadora

Nosotros debemos cambiar las cosas, manifiesta estudiante de la Normal Isidro Burgos

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Omar Pérez comentó que al entrar a la Normal Raúl Isidro Burgos entendió que los estudiantes deben cambiar las cosas que están mal en el paísFoto Paula Mónaco Felipe
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 24 de enero de 2015, p. 7

Tixtla, Gro.

Se levantaba al alba porque a las siete de la mañana ya tenía que estar trabajando en una construcción. A las dos de la tarde corría para la escuela y por la noche hacía sus tareas. En temporada de lluvias también sembraba maíz, sorgo, jitomate, chile y flor de cempasúchil.

Día con día, así transcurrió la infancia y adolescencia de Omar Pérez. De la misma forma crecieron sus ocho hermanos en Olinalá, en la región Montaña de Guerrero. Allá donde hay mucha pobreza y los niños andan descalzos, sintetiza.

No se queja. Incluso relata momentos de felicidad y armonía durante el trabajo conjunto en su familia, donde todos son albañiles y campesinos. Advierte además que en el estudio nunca bajó el rendimiento: “desde la primaria, si mi hermana me ganaba en alguna materia, yo me reponía en la otra y le ganaba. Cuando salimos de la prepa nuestro promedio fue muy bueno, de 9.5”.

Decidió estudiar para maestro primario bilingüe en la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos por información que le llegó de boca en boca. Aplicado, no sufrió para pasar los exámenes de ingreso e incluso quedó entre los mejores calificados en el escalafón, en el lugar 18 de 100 admitidos.

Cuenta que mantuvo su buen desempeño durante todo el primer año y parte del segundo, que alcanzó a cursar antes de la desaparición forzada de 43 estudiantes, lo que provocó un paro que sigue vigente. Sin embargo, Omar destaca que el mayor aprendizaje del normalismo está más allá de los contenidos estudiados: antes pensaba que como estudiante tú sólo ibas, te preparabas, buscabas un trabajo y ya. Ahora en Ayotzinapa me di cuenta de que no sólo termina ahí; ser estudiante es llevar la batuta en muchas cosas, es querer hacer un cambio.

Eslabón de cambio

A sus 19 años, asegura que lo experimentado en este internado “me cambió en todo. Yo veía las noticias que decían ‘pasó esto’ y pensaba ‘es cierto’. Pero aquí vas siendo consciente de la realidad que vive el estado y de las atrocidades del gobierno, de tantas muertes de gente pobre que sólo lucha por un derecho, por sus tierras, por su agua y sus riquezas naturales.

Ves que el gobierno reprime, asesina y desaparece. Te das cuenta del sistema en que vives y de que nosotros, como estudiantes, deberíamos ser los que cambiaran esas cosas.

Omar Pérez es serio y habla con dulzura. Cuida cada término para expresarse con propiedad.

–¿Qué significa para ti poder estudiar, tener una carrera? –se le pregunta.

–Es un gran significado, quizás no tenga ni las palabras para decirlo.

Habla entonces de orgullo para su familia y respeto en su comunidad. Es que él y su hermana gemela, María de los Ángeles, son los únicos entre los suyos que han tenido acceso a la educación superior. Mi papá lamentablemente no pudo por falta de recursos económicos. No teníamos absolutamente nada y mis hermanos mayores empezaron a trabajar para poder comer frijoles refritos con aceite, porque antes no teníamos ni eso.

Gran parte de los estudiantes de Ayotzinapa viven una situación similar a la de Omar: son los primeros en su núcleo familiar –y a veces en redes más extendidas– en tener acceso a la enseñanza superior.

Es el caso de Cutberto Ortiz Ramos, uno de los 43 normalistas desaparecidos, dice su madre, María Araceli. En esa misma situación está Uriel Alonso Solís, alumno de segundo año. En mi familia se sienten orgullosos y alegres de tener un hijo estudiando, cuenta el muchacho de Xalpatlahuac, sobreviviente del 26 de septiembre. Explica: me gustaba sembrar, pero en el campo no hay manera de salir adelante. Lo que uno va logrando es para la comida.

Berta Nava, quien mantuvo a sus tres hijos con lo que obtenía por limpiar casas, cuenta con orgullo que su hijo Julio César Ramírez Nava –asesinado en Iguala– iba a romper el círculo. Yo aprendí a leer de grande. Como dijera Gerardo Reyes, un cantante, cuando se tiene hambre las letras no entran, hay que comer, hay que trabajar.

Christian Rodríguez Telumbre, también desaparecido, entró a la normal para ser el primer profesionista de su casa. Desde su bisabuela, nadie ha tenido un título, detalla su padre, Clemente Rodríguez. En mi familia hay mucha gente que no sabe leer. Nosotros venimos de Teposocla, una localidad de Chilapa, donde mucha gente no sabe leer. Si hay tres que han estudiado es mucho. Tengo una sobrina que terminó la telesecundaria, pero los demás no han tenido oportunidad.

Históricamente y en diversas sociedades, el estudio ha sido una herramienta de movilidad social. La esperanza de crecer, transformada en realidad, explica Tanalís Padilla, historiadora y profesora en la Universidad de Darmouth, en New Hampshire, Estados Unidos, quien fue entrevistada por este diario.

La educación representa una entrada al mundo del conocimiento. Parte de la lógica neoliberal es ser parte de una división internacional del trabajo: los que se educan son ricos y los que trabajan son pobres, señala la experta. Por esa razón, las normales rurales mexicanas sí son peligrosas.

Lo son porque son un proyecto social, van en contra de la lógica neoliberal que la clase en el poder ha impuesto en México desde los 80, y no son una institución remunerantiva para unos pocos. Son una inversión que hacen el Estado y los ciudadanos, que pagan impuestos, y en ese sentido contradicen al modelo neoliberal.

Pero también representan un “peligro porque los jóvenes no sólo se educan para ser maestros, sino que adquieren una concientización de lo que ocurre en el país. Viviendo en colectivo, aprenden la historia misma de las normales rurales y cómo fueron fundadas; entienden los proyectos sociales como el cardenismo, y entonces dicen: ‘el mundo no tiene que ser como está ahorita y nosotros tenemos derecho a la educación’. Al reivindicar ese derecho, al ser conscientes de su historia, no se les puede controlar”.